La posguerra en España no solo afectó a la mentalidad económica y social de los españoles. Las disciplinas artísticas, cohibidas de su espíritu libertario, tuvieron que reinventarse. Un caso concreto fue el de la fotografía.
La tarea de transformación de la fotografía española tuvo un nombre: Afal. Se trataba de un grupo de fotógrafos que ofrecieron una renovación de la fotografía en nuestro país. Su labor les ha llevado a enmarcarse dentro de la XIX edición de PHotoEspaña con el Museo Reina Sofía como sede, que presenta la exposición Humanismo y subjetividad en la fotografía española de los años 50 y 60. El caso Afal.
Foto: Joaquín Cortés / Román Lores
La muestra, que podrá visitarse hasta el 7 de noviembre, exhibe más de 70 instantáneas y un buen número de material documental que refleja el panorama fotográfico de aquellos años oscurecidos por el franquismo.
Bicicleta en atrio de iglesia de París (1962).
Foto: Francisco Gómez Martínez
La exposición, que acoge principalmente material del archivo donado de Carlos Pérez Siquier, uno de los fundadores de Afal, retrata la transformación que experimentó la fotografía española en los 50 y 60 bajo la inspiración de algunas tendencias de aquella época como el documental neorrealista y el reportaje humanista. La labor de Afal no se enmarcaba a nivel nacional, sino que relataba la internacionalización de los fotógrafos españoles, haciendo un análisis de los diversos intercambios con otros colectivos de Europa y América.
El trabajo de este grupo de fotógrafos españoles se dio a conocer gracias a una revista homónima publicada entre 1956 y 1963 y cuya especialización se centraba en el cine la fotografía. Su mantenimiento fue posible gracias a las suscripciones, la publicidad y la aportación de algunos de sus fundadores como José María Artero García y Carlos Pérez Siquier. Su estilo independiente, su profesionalización y la reputación de la que gozaba le llevó a que numerosos fotógrafos de toda España se sumaran pronto a este proyecto.
Una de las peculiares y a la vez eco de su profunda reputación es que Afal no contaba con un estilo propio. El espíritu y sentido de cada imagen la daba el propio fotógrafo. No existían ni reglas ni pautas. La propia diversidad de propuestas e intercambio de ideas era lo que unía a este grupo consolidado. Su reconocimiento llega ahora al Museo Reina Sofía.
