Reportaje - Análisis XXI

La Guerra de las Galaxias; una visión política y religiosa

Exterior del Senado de La Guerra de las Galaxias.

Exterior del Senado de La Guerra de las Galaxias.

La Guerra de las Galaxias constituye, sin duda, una de las mejores épicas contemporáneas que se han realizado en los últimos cien años y la primera realmente global.  En la historia generada por George Lucas se entremezclan elementos del legendarium europeo más clásico, los mitos artúricos y religiones y filosofías como la cristiana, budista o hinduista. Es ése carácter mítico lo que ha generado que millones de personas en todo el mundo queden atrapados por las aventuras de los caballeros Jedi y el devenir de aquella galaxia muy, muy lejana.
 

De la crítica al capitalismo al ensalzamiento de la socialdemocracia

 

El menos evidente de los trasfondos de la saga es, sin duda, el trasfondo ideológico que existe en las seis películas que de momento componen la saga. Si nos atenemos a las fechas de estreno, las primeras películas son la trilogía que compone Una nueva esperanza, El Imperio Contraataca y El retorno del jedi. Esas tres películas incluyen una evidente carga ideológica que, más que una lucha entre sistemas antagónicos, supone una crítica feroz al capitalismo.  Sin pensamos en Darth Vader, auténtico protagonista de las seis películas, automáticamente nuestro recuerdo le sitúa en la Estrella de la Muerte. Un escenario cuya característica principal es la presencia hiperbólica de la tecnología. En este escenario hay quienes han querido ver un mero guiño narrativo al ámbito industrial y, mas que una representación metafórica del capitalismo, su antagonista. Pero, ¿qué hay más capitalista que la industria, que es hija, precisamente, del capitalismo moderno? Sin embargo, si pensamos en Luke Skaywallker, el escenario es bien distinto. Puede ser Tatooine, su planeta natal, el planeta helado Hoth o Endor. En los tres casos, y en el resto, la nota común es naturaleza que, agigantada, domina el paisaje. Frente a la tecnología, que no es sino la metáfora –no tan metafórica como pudiera parecer– del capital, una naturaleza hiperdesarrollada. Pensemos, por último, en cómo se organiza la vida en Tatooine - ejemplo paradigmático de ese otro tipo de sociedad que Lucas recrea. El desértico planeta parece estar fuera de toda jurisdicción y la vida allí se desarrolla en base a cierta ley del más fuerte, pero mucho más humana que en la Estrella de la Muerte. Frente a los estandarizados soldados imperiales que conforman el censo del artefacto mortífero del Imperio, en Tatooine -recordemos el episodio de la cantina -, observamos una multiplicidad de seres, a cada cual más diferente que el anterior. Frente a la estandarización de la vida del Imperio - el capitalismo sin escrúpulos, una humanidad brutal.
 

El emperador Palpatine y Darth Vader, junto con varios guardias reales.

En las tres películas que siguieron a esta primera trilogía y que, en orden del relato, suponen las iniciales – episodios I, II y III – esta dualidad contraria al capitalismo queda profundamente matizada. Pensemos que, cuando Lucas realizó los episodios IV, V y VI contaba con treinta años y cuando dirigió los siguientes, superaba la cincuentena. Además de que las circunstancias sociales, políticas y económicas de los ochenta, nada tenían que ver con las de dos décadas después. Por ello, es lógico pensar que, además de las necesidades narrativas que la nueva trilogía exigía, el pensamiento de Lucas pudiera haber cambiado en esos años, adquiriendo una madurez que, lógicamente, dejó su imprenta.

La República representa las virtudes y defectos de la socialdemocracia en la que el capitalismo tiene su presencia
En los tres primeros episodios, la dicotomía parece haber cambiado. La presencia tecnológica cae del lado de la República Galáctica y la naturaleza del de los separatistas. ¿Qué ha ocurrido? ¿se ha vuelto Lucas un capitalista? Por el dinero que logró hacer, bien podría pensarse eso. Sin embargo, más que capitalista, sería más certero sugerir un viraje hacia la socialdemocracia. Tomemos como ejemplo paradigmático el planeta-capital, Coruscant. Es evidente que es un planeta desarrollado, con una presencia tecnológica clara y estética de gran ciudad americana. Pero la tecnología, que tomamos como metáfora del capitalismo, aparece mucho más humanizada. Mientras que la tecnología que utilizan los separatistas son droides de combate, la de la República es una tecnología al servicio del hombre –pensemos en C-3PO, por ejemplo– y sigue siendo el hombre quién combate en las guerras, aunque sean clones. La República Galáctica representa las virtudes –y defectos– de la socialdemocracia en la que el capitalismo tiene su presencia, sin duda, pero matizada por la actividad de las personas y sometido a su teórico control. En Coruscant no sólo hay máquinas y tecnología por doquier, como en la Estrella de la Muerte, sino que también hay bajos fondos, con bares, tabernas y casas de apuestas. La presencia de la humanidad es, a todas luces, mucho mayor e influyente que la de la tecnología en los tiempos del Imperio.

Tatooine y Coruscant, una comparación

Si tomamos los planteas Tatooine y Coruscant, durante los episodios I, II y III, y los observamos detenidamente, lo comprobaremos. El primero, es un planeta alejado del centro de civilización, desértico y en el que parece no existir más ley que la del más fuerte. Se dice que está “controlado por los Hut”, que no son sino una banda mafiosa dirigida por Jabba. La esclavitud que en Tatooine se estila es, sin duda, el elemento que más aborrecimiento genera. Y por otro lado, tenemos Coruscant, el planeta-capital. Su organización en altos edificios y su estética de gran ciudad tiene reminiscencias con las grandes ciudades de Estados Unidos, como Nueva York o Washington. Su denominación – “planeta-capital” – no es baladí, ya que es la materialización de la idea moderna del capitalismo que, enfrentada a la destartalada imagen de Tatooine como paradigma de planeta no-capitalista, surge como centro de paz y civilización.

Sin embargo, como decíamos,  no sería del todo acertado atribuirle a George Lucas un afán por defender y lustrar la imagen del capital. Como en todo, hay matices porque no debe olvidarse cuál es el conflicto que desata toda la trama de los tres primeros episodios: una disputa comercial, un enfrentamiento entre unos comerciantes avaros y el planeta Naboo. Capitalistas sin escrúpulos, los primeros y, una suerte de Arcadia griega, el segundo. La idea política que subyace, en contra de lo que sucede en los episodios IV, V y VI, es la del daño que un capitalismo sin entrañas puede generar en una sociedad.  
 

El hecho religioso

 

Las primeras tres películas estrenadas –episodios IV, V y VI– constituyeron todo un fenómeno en los 80. La industria del cine quedó revolucionada para siempre, no sólo por el derroche de efectos y nuevas tecnologías que la trilogía desplegaba ante los espectadores, sino también porque se marcaba una nueva tendencia en la narrativa cinematográfica. Narrativa que, sin embargo, no es más que la adaptación al momento de las formas y maneras tradicionales de transmitir las historias.  Desde la Ilíada hasta la épica artúrica, toda la tradición legendaria europea está presente, de una y otra manera, en las películas de Lucas. Algo muy propio de la época en la que fueron hechas, en pleno boom del New Age.
 
Quizá el ejemplo más significativo sea el de la Orden Jedi, que recuerda en su composición y funcionamiento a la orden del Grial del Parsifal de Wagner.  Una suerte de orden entre religiosa y mágica, cuyos miembros, monjes guerreros, adoptan una forma de vida basada en la contemplación, el estudio y la reflexión en torno a la Fuerza.  Los paralelismos son evidentes con, por ejemplo, la Orden del Temple o tantas otras órdenes religiosas medievales cuyos miembros eran guerreros consagrados. Además, en el credo Jedi no sólo puede verse ese paralelismo, digamos, eminentemente europeo, sino también, por ejemplo, asiático. La forma de vida de los caballeros Jedi, aún con similitudes con la de los templarios, está marcada por una vida dedicada a la Fuerza mediante la meditación y la reflexión, en pos de la bondad. Lo que, irremediablemente, nos lleva a la forma de vida budista.
 
El Alto Consejo durante las Guerras de Clon.

 

La Guerra de las Galaxias es, por lo tanto y también, un relato de trasfondo religioso, como todo relato épico. La Fuerza, una suerte de campo metafísico presente en todas las cosas vivas que mantiene unida la galaxia, trasciende la trama de las películas y adquiere la categoría de concepto que impregna todo el imaginario. Mucho se ha escrito sobre la naturaleza de la Fuerza; bien puede ser el arkhé de los primeros filósofos griegos o el motor último tomista. Sea como fuerte, el propio Lucas afirmó que la Fuerza pretende "despertar un sentimiento espiritual agradable en los jóvenes, una creencia en Dios más que en cualquier sistema religioso en particular."  Lo que es evidente que el concepto varía de una trilogía a otra. En la primera que se estrenó, la Fuerza tiene un esencial carácter espiritual, mientras que en la segunda, con la aparición de los midiclorianos, parece adoptar un sentido puramente científico. Sin embargo, es la visión espiritual la que parece más certera, sobre todo por que en ella también tiene cabida la visión científica, lo que no ocurre al revés.
 
El niño ha nacido de la Fuerza. Él es el elegido
Lo religioso, al igual que lo ideológico, también sufre variaciones a lo largo de toda la trama. En los tres primeros episodios, que son esenciales para conocer y comprender todo lo referente a la Fuerza y la Orden Jedi, el factor religioso se sitúa en el centro, sobre todo, en la figura de Anakin Skywallker, el “elegido que traerá el equilibrio a la Fuerza”. En el niño de Tatooine se concentran, a una vez, distintas reminiscencias cristianas. En el episodio primero, Qui-Gon Jin, encuentra a Anakin y a su madre. Esta, cuando el jedi le pregunta por el padre, le asegura que “no hubo padre”.  Qui-Gon recuerda entonces la profecía. El niño ha nacido de la Fuerza. Él es el elegido. ¿No recuerda esto, de una u otra forma, a la concepción de Cristo en el vientre de la Virgen María? Es evidente. El carácter mesiánico que envuelve la figura de Anakin, que es héroe y anti-héroe de la saga, tiene también su origen en el relato bíblico, y sobre todo, neo-testamentario. Anakin es un mesías con una misión vital y radical: devolver la paz y acabar con los sith. Lo que acabaría haciendo, pese a todo.

Otra de las reminiscencias con el cristianismo, es el hecho de la redención. Para la teología cristiana, y a la luz de la Biblia, la redención del hombre se llevó a cabo a través de la crucifixión de Cristo en el Gólgota. Jesús murió y con su muerte, ganó la salvación para los hombres. Y si Jesús realizó tal sacrifició no fue, nos dice la teología cristiana, sino por amor a los hombres. En Star Wars, Darth Vader, que asume además del papel de mesías, cierta naturaleza de ángel caído, se desvanece dando lugar a Anakin cuando observa como su hijo, Luke, está retorciéndose de dolor por los rayos del Emperador. El amor a su hijo movió a Vader, reconvertido en Anakin, a tomar a horcajadas al Lord Sith y arrojarlo al vacío, dando fin así al Imperio y al mal. Lo hace aún a sabiendas de que tal gesto le iba a costar la vida. Vader, reconvertido en Anakin y asumida plenamente su esencia mesiánica, muere para salvar; da su vida. El paralelismo no precisa de más explicación. 
 
Otro de los cambios que hay a lo largo de toda la saga, es el distinto protagonismo que en la sociedad galáctica que Lucas creó, tiene la Fuerza. Así como en los primeros episodios, con una sociedad democrática y socialdemócrata, la Fuerza –hecho religioso–, tiene un papel principal en el orden político y social, en los siguientes episodios este papel se verá reducido al núcleo Dart Vader –Emperador y Luke-Ben Kenobi-. En la trilogía primera, la Fuerza forma parte de la mitología del pasado republicano de la galaxia. Baste recordar una de las escenas iniciales de Una nueva esperanza, cuando Vader se enfrenta a uno de los generales, y le asevera diciendo “no subestime el poder de la Fuerza”, mientras le ahoga utilizando sus poderes. En esa misma escena, también, se califica a Vader como “el último vestigio” de aquella “religión”. Lo religioso ha perdido su papel protagonista, pero ¿por qué?. Realmente, tal movimiento no es muy diferente del que se dio en la sociedad nuestra, y aún se da. Ante el empuje de la tecnología y sobre todo, de su uso ideológico, el sentido religioso que al ser humano le es propio se va atrofiando al delegar sus íntimas esperanzas en la ciencia más moderna y la técnica más puntera. Y este hecho, que se produjo en los países desarrollados a partir de los 80 hasta hoy, también se produce en la saga de Lucas. De hecho, el triunfo de la Rebelión que lideran Luke, Leia y Han Solo, no es más que el triunfo de la religión sin fanatismos y del capitalismo de matiz humano.  
Álvaro Petit Zarzalejos @apetitz

Álvaro Petit Zarzalejos @apetitz

Ritmos 21 - Milennial Culture Information es una revista independiente de información y análisis cultural.

Comentarios