Exposición en Madrid

Sorolla y su obsesión por la luz

Cordeleros de Jávea Jávea, junio de 1898. Joaquín Sorolla

Cordeleros de Jávea Jávea, junio de 1898. Joaquín Sorolla

“El mar estaba calmo y todos los amarillos y naranjas se reflejaban, parecía que viajábamos sobre un mar de oro al rojo”. Así describió Joaquín Sorolla una de las excursiones que hizo en barca por el cabo de San Antonio de Alicante. La luz es la esencia de sus obras, y de su ser. “Yo siempre pinto con los ojos”, afirmaba el artista.
 
Sorolla compartió época con grandes avances de la ciencia en el conocimiento de la incomprensible naturaleza de la luz. Mientras se extendía el uso de la iluminación artificial, las nuevas técnicas constructivas mejoraban el aprovechamiento de la luz natural en los edificios.
 
La experiencia cotidiana de la luz cambió sustancialmente, y la pintura registra una nueva sensibilidad hacia sus efectos y matices, principalmente, aunque no sólo, hacia la luz natural y al aire libre. La forma en que la luz se adueña de la pintura es nueva; si hasta entonces había servido para iluminar los objetos, podríamos decir que, desde mediados del siglo XIX, los objetos sirven como soportes de la luz: ésta es la que importa. Se trata de un cambio de énfasis.

La Alberca, Alcázar de Sevilla (1910). Joaquín Sorolla
 
Bajo la idea de la luz, el Museo Sorolla presenta ahora la exposición Sorolla. Arte de la luz, donde recorre a través de 54 cuadros del artista el uso de la iluminación para descubrir las cualidades que dieron a Sorolla el sobrenombre de “pintor de la luz”. La muestra puede visitarse desde hoy y hasta el 18 de enero.
 

Hacia la luz

 
Sorolla tuvo desde joven la clara percepción de que la sensación de vida en los cuadros dependía principalmente de la animación de la luz. La luz natural, pintada al aire libre, fue objeto de su continua búsqueda. En su trayectoria hacia el dominio de la luz, Sorolla explorará muchos caminos distintos, algunos de los cuales quedarán abandonados como vías muertas, como los nocturnos; otros cobrarán cada vez mayor fuerza en su pintura, desarrollándose hasta constituir no solamente las marcas de su estilo, sino sus principales aportaciones a la historia de la pintura.
 

Sombra y reflejo

 
La sombra de un objeto duplica su silueta, lo convierte en un fantasma, una figura sin sustancia corpórea. Lo mismo ocurre con el reflejo sobre el agua, sobre una superficie brillante, un espejo. La naturaleza tiene estos recursos para convertirse espontáneamente en imagen por la acción de la luz, en un caso dejando la huella de su ausencia y en el otro rebotando la figura del objeto reflejado.
 
Los pintores se han interesado por estas imágenes espontáneas, en las que han visto tanto metáforas de su arte como interesantes efectos visuales. Sorolla los utilizó con frecuencia, a veces como recursos compositivos, otras como recursos poéticos.
 

Luz filtrada

 
Bajo el follaje de los jardines, la luz se rompe en salpicaduras caprichosas, que juegan inquietas a cada movimiento de las hojas. Un efecto difícil de atrapar, pero hipnótico para un pintor decidido a estudiar la luz natural, y una atmósfera luminosa de penumbras claras que evoca un entorno placentero.
 
La luz filtrada entre la vegetación fue una de las formas de iluminación que sedujeron a la pintura impresionista, y Sorolla la buscó con frecuencia, pues el movimiento y la irregularidad dan a esa luz una fuerte presencia. La campaña del verano de 1907 en La Granja de San Ildefonso dejó algunas de las obras más atractivas de Sorolla en estos tipos de luz.

Saltando a la comba. La Granja (1907). Joaquín Sorolla
 

Resplandor

 
Los blancos al sol fueron la marca de Sorolla. La luz es la obsesión de la pintura de su época, pero nadie pintó como él su resplandor sobre las superficies blancas, hasta lograr el efecto de que es el propio cuadro el que la irradia desde su interior.
 
Esta sección muestra dos etapas de un Sorolla maduro y pletórico: el verano de 1906 en Biarritz, y el verano de 1909 en Valencia. Dos momentos de plenitud y serenidad en los que Sorolla parece refrenar el color y las luces calientes y experimenta especialmente con los blancos y las gamas azuladas. Biarritz es el mundo elegante de las playas atlánticas del norte; Valencia es el Mediterráneo eterno con toda la fuerza de sus evocaciones clásicas.
 

Arte de la luz

 
La bata rosa (1916). Joaquín Sorolla
La obra La bata rosa resume en sí mismo muchas búsquedas de Sorolla en torno a la luz; quien consideró este cuadro “de lo mejor que he hecho en mi vida”.
 
Recurre aquí a tipos de iluminación que le han fascinado siempre, como los contraluces, las luces filtradas y salpicadas, las penumbras luminosas; efectos más difíciles de trasladar al lienzo que las luces limpias y brillantes del pleno sol, pero que tienen el atractivo de hacer que la luz se haga muy presente. Esa visibilidad hace la luz casi tangible, capaz de envolver, de acariciar. La penumbra crea un clima de intimidad.
 
Sorolla siempre sintió una predilección por el juego de la luz y su capacidad para transfigurar la realidad. Sus obras son un claro reflejo de sus intenciones, de su personalidad. Y ahora, tenemos la oportunidad de verlo en el Museo Sorolla. 
Ritmos XXI

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