Una mirada posmoderna

Una mirada posmoderna

Paula López Montero, Madrid, 1993. Crítica cultural, ensayista y escritora. Colabora en la crítica cinematográfica de la revista Cine Divergente, y ha apoyado proyectos emergentes como la red cultural Dafy, y promovido y organizado eventos poético-musicales en la capital. Graduada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid, con estancia en la Universidad King´s College de Londres, y actualmente cursando el Máster en Crítica y Argumentación filosófica en la Universidad Autónoma de Madrid. Su tesis gira en torno a la dialéctica entre el cine y la filosofía, aunque encuentra en la poesía y en la música una alimentación espiritual necesaria en el frenesí contemporáneo.

Una mirada posmoderna, es un acercamiento y cuestionamiento de nuestro yo, y nuestro proceso como civilización dentro del marco histórico-cultural, desde una mirada joven, deconstructivista y, sobre todo, crítica.

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Blog | Una mirada posmoderna

La mutilación de la LOMCE


Flaco favor nos hacían los numerosos vaivenes legislativos en torno a la educación, que fracturaba y ponían en evidencia la gran tarea de la democracia. Venimos arrastrando como sociedad un dilema que funciona al servicio de la ideología, y que es, desde luego, olvidado como base de lo que nos hace seres humanos.
 
El acceso, a la verdad y lo que quiera que esto signifique, presupone un buen uso no sólo de la lengua, las matemáticas o la ciencia en general, sino un buen uso del λóγος –logos, la razón, como sujeto último con el que se piensan y existen las demás ramas del saber. ¿Qué haría un ingeniero sin el bueno de Tales de Mileto? ¿Un médico sin los principios de ética allá forjados con Aristóteles? ¿Internet sin la crítica al servicio de la verdad demandada por Nietzsche? ¿la sociedad misma sin Sócrates?
 
Emilio Lledó: "Dejar de lado la filosofía supone un error garrafal"
Para mi gusto esta mutilación de la voz crítica filosófica en las aulas me parece que obedece a una política que no tiene para nada en cuenta los derechos sociales, así como la felicidad del individuo. Me parece, desde luego, un ejercicio de poder como apropiación de un futuro que pasa por el no cuestionamiento de nuestra realidad-identidad y, consecuentemente, de los dilemas políticos que sustentan nuestra sociedad y generan un progreso a raíz de la polifonía de voces. Una tala del conocimiento en toda regla, donde ya no habrá profundidad, sólo un gran llano donde se suspende toda actitud crítica.
 
Parece que la utilidad se antepone al bien. Pero si pudiésemos ir un poco más allá –tarea por cierto de la filosofía- y pensar en el mundo mecanicista que nos espera con tal trayectoria iniciada, ¿de verdad ese fin justifica los medios? ¿de verdad si soñáis, soñáis con una sociedad donde no haya diversidad de opiniones? Quitar la filosofía, estaréis conmigo si aún la conserváis, es quitar al ser humano, su humanidad.
 
Hay quien pueda pensar que de nada sirve ya una filosofía acabada, inútil para los defensores del progreso –en su mayoría- tirano y colonizado por este tipo de leyes. La filosofía nunca estuvo en contra de tal acontecimiento, sino que es la manera de llegar a él con la justicia y verdad de la mano. Una tarea casi perdida en el juego de máscaras con el que hacemos esta pantomima con forma de discurso de ley (legitimada -en teoría- por el pueblo).
 
Lo que hace falta son más maestros, modelos de virtud que seguir, y menos demagogos al frente
Adiós al espíritu crítico, a la belleza, a las aspiraciones del hombre por la justicia y la igualdad, por el bien, el amor, la felicidad. Adiós en definitiva al asombro por la vida y la naturaleza (ya perdida en las ficciones de la ciudad). Emilio Lledó, premio Princesa de Asturias de Comunicación, se suma y nos hace pensar (que parece ser que es lo que nos quieren quitar): "Dejar de lado la filosofía supone un error garrafal, porque este saber ha sido siempre la conciencia crítica en el seno de cada época", "Significa la muerte de la riqueza más grande de un país, que es la cultura".

Sólo me queda darnos la bienvenida –si no hacemos nada- a la era mecanicista que nos es esperada, allá cuando las humanidades y las artes sean mutiladas en beneficio de la nueva historia, contada siempre desde el lado con mayor poder para contarlo.
 
Me atrevo a decir que lo que hace falta son más maestros, modelos de virtud que seguir, y menos demagogos al frente, comerciantes al servicio de su propia individualidad que nada entienden de la palabra y tradición política. Porque hay que recordar, que la política, desde luego surge en el seno de la filosofía.  

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