Un recorrido por su obra

Los paisajes de agua de Monet

Ninfeas, paisaje acuático, las nubes. Monet, 1903

Ninfeas, paisaje acuático, las nubes. Monet, 1903

La historia de Monet esta marcada, como la de muchos genios, por un halo de tristeza. El pintor impresionista pronto se sintió cautivado por la luz y el color. Quiso reflejar en sus lienzos las formas que lo rodeaban y experimentó con sus pinceles hasta crear una amplia colección de paisajes.
La amargura llenaba poco a poco sus pinturas. Sus trazos se volvían cada vez más gruesos y difusos, los colores se apagaban, el brillo desaparecía. Su obra viraba, dejaba a un lado ese estilo impresionista del que fue uno de los máximo representantes para acercarse, sin pretenderlo, a la abstracción.
 
La historia de Monet esta marcada, como la de muchos genios, por un halo de tristeza. El pintor impresionista pronto se sintió cautivado por la luz y el color. Quiso reflejar en sus lienzos las formas que lo rodeaban y experimentó con sus pinceles hasta crear una amplia colección de paisajes, escenas fluviales y marinas tan bellas como ‘Marea baja en Varengeville’.

´Marea baja en Varengeville´, 1882.

Le gustaba pintar al aire libre para captar de ese modo los cambios de la luz dependiendo de las horas y de las estaciones, juegos de luces y sombras, de reflejos en el agua. Gracias a la invención de los pomos, que impedían que las pinturas se oxidaran y se secasen con rapidez, Monet pudo pasar horas contemplando esos paisajes que llenaban su mente.
 
"Pinto oscuro como en las pinturas antiguas y cuando comparo estos cuadros con mis trabajos anteriores me dan ganas de rasgarlos con la navaja”
Propulsor del impresionismo, en 1874 participa en la primera exposición del grupo en París, un movimiento artístico que toma e nombre de la obra ‘Impresión, sol naciente’ que Monet había pintado en 1872 en El Havre.
 
Tal vez por eso resulta curioso observar de forma detenida la evolución de la obra del pintor. Con el paso del tiempo, sus cuadros se ven envueltos por una particular neblina, una película que enturbia los límites de sus creaciones y que, al final de su vida, transformará sus lienzos en manchas de color, en trazos desequilibrados.
 
Algunos expertos en arte hablan de una evolución del pintor hacia la abstracción, una aproximación pretendida, un viraje de madurez. Sin embargo, otros estudiosos defienden que Monet nunca habría perdido esa fascinación por la luz y los colores.
 
Unas cartas encontradas hace años alertaban de que el propio artista parecía preocupado de ese cambio. “No logro percibir los colores con la misma intensidad que antes. Los rojos parecen como lodosos, como rosas insípidos, y se me escapan los tonos intermedios, pinto oscuro como en las pinturas antiguas y cuando comparo estos cuadros con mis trabajos anteriores me dan ganas de rasgarlos con la navaja”. Líneas que destilan tristeza y que Monet escribió a Clemenceau en 1918, cuando se encontraba en Venecia.
 

´El estanque de los nenúfares´, 1899.

´El estanque de los nenúfares, armonía en rosa´, 1900.


´El puente japonés´, 1910


Los ojos de Monet
 
Entre 1918 y 1924 Monet fue diagnosticado de cataratas. Este déficit visual, manifestado sobre todo en edades avanzadas, consiste en la pérdida de transparencia del cristalino. Quien las padece tiende a ver borroso y sufre una alteración en la percepción del color.

Un estudio publicado por Michael F. Marmor, profesor de oftalmología de la Universidad de Stanford, explica que "su época más abstracta coincide con los años en los que veía tras el filtro borroso y amarillento de la enfermedad". Cuando fue operado del ojo derecho recuperó parte de la visión, pero tras la desagradable y dolorosa experiencia, decidió que el izquierdo no fuera intervenido.

Durante esos cuatro años, Monet intentaba pintar lo que recordaba. Se obsesionó, en cierto modo, con un paisaje concreto, ‘El estanque de los nenúfares (los nenúfares blancos)’, pintado en 1899, protagonista de sus obras y de sus desvelos. Este cuadro representa un pequeño puente japonés que adornaba el jardín que el pintor tenía en Giverny.
 
“Estos paisajes de agua y reflejos se han convertido en una obsesión"
Un año después plasmó el mismo paisaje en otro lienzo: ‘El estanque de los nenúfares, armonía rosa’. Esta vez los tonos eran más cálidos, los amarillos y los rojos tomaban un paisaje cada vez más difuminado.
 
Hacia 1910 Monet volvió a pintar el mismo escenario. Bajo el título ‘El puente japonés’ observamos los trazos desdibujados de lo que antes fue un paisaje nítido y lleno de frescura. Apenas se distinguen las figuras, solo aparecen manchas rojas, naranjas y amarillas. “Cuando se operó destruyó muchos de los cuadros de ese periodo", explica Marmor en su estudio.
 
Monet no se resistía a dejar de pintar, siguió jugando con los colores hasta el fin de su vida, experimentando, intentando volver a los cuadros de antaño y repasando en su mente una y otra vez aquel estanque de nenúfares transformado, como el mismo decía en una obsesión: “Estos paisajes de agua y reflejos se han convertido en una obsesión. Está por encima de mis fuerzas de anciano y sin embargo quiero llegar a representar lo que siento vivamente. No estoy acabado […] vuelvo a empezar esperando que salga algo de tanto esfuerzo”.

´Campos en primavera´, 1887
 
 
Painting the Modern Garden
 
La Royal Academy de Londres reúne en la muestra Painting the Modern Garden, abierta desde el 30 de enero hasta el 20 de abril, una serie de lienzos que tienen como denominador común el paisaje.
 
Con Monet como núcleo, la exposición recorre un total de 120 obras de pintores impresionistas, postimpresionistas y vanguardistas como Klee, Klimt, Kandinsky, Sorolla o Matisse.  
Regina Navarro - @reginnanm

Regina Navarro - @reginnanm

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