Una mirada posmoderna

Una mirada posmoderna

Paula López Montero, Madrid, 1993. Crítica cultural, ensayista y escritora. Colabora en la crítica cinematográfica de la revista Cine Divergente, y ha apoyado proyectos emergentes como la red cultural Dafy, y promovido y organizado eventos poético-musicales en la capital. Graduada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid, con estancia en la Universidad King´s College de Londres, y actualmente cursando el Máster en Crítica y Argumentación filosófica en la Universidad Autónoma de Madrid. Su tesis gira en torno a la dialéctica entre el cine y la filosofía, aunque encuentra en la poesía y en la música una alimentación espiritual necesaria en el frenesí contemporáneo.

Una mirada posmoderna, es un acercamiento y cuestionamiento de nuestro yo, y nuestro proceso como civilización dentro del marco histórico-cultural, desde una mirada joven, deconstructivista y, sobre todo, crítica.

cerrar

Blog | Una mirada posmoderna

El Eco y la Posmodernidad


“El hombre es por naturaleza un animal fabulador”. Umberto Eco.
 
Lo malo de internet es que puede convertir al periodismo y la información en algo malo y barato. Ya lo avisaba Umberto Eco en su última obra Numero Cero, y tras su fallecimiento, un tremebundo exceso de información y citas circulan como una espiral de Fibonacci alejándonos cada vez más hacia la superficie y, desde luego, separándonos de una manera abismal del pensamiento del autor. Las citas nada despiertan sin conocer su obra, y si despiertan algo, perecerá con el abrir y cerrar de Facebook. Eso pasa, hemos perdido una gran capacidad de permeabilidad con los nuevos abusos de internet. Así que seguramente este no sea el mejor comentario, y los mejores tampoco aparecerán estos días, ni en estas herramientas.
 
Tras conocer la noticia, me fui corriendo a la estantería –lugar común de tantas experiencias- y cogí El nombre de la rosa entre mis manos. Pocos libros tienen un laberinto tan maravilloso. Lo dejé en suspenso, sin abrirlo, recordando todo aquel mundo que abrió a su vez, a su voz, otros muchos. Me pasé el día entero reflexionando, y al día siguiente dejé de especular y volví al libro. (…). Al final Eco, en la explicación del título que hacía en Las apostillas a El nombre de la rosa argüía: “Llamaría efecto poético a la capacidad que tiene el texto de generar lecturas siempre distintas, sin agotarse jamás del todo”. Y esa quizá sea la maestría del autor, el haber conseguido sacar del hermetismo de la interpretación el propio eco de la intertextualidad, el placer y la pluralidad de experiencias y universos. Conceptos sobre los que ya versaba en Opera aperta y en El Lector modelo, y el posterior Los límites de la interpretación.
 
El eco y el nombre, apellido y título quizá en su obra sean fruto de un mismo enigma. El caso es que en toda rosa retumba algo más allá de un significado. Decía que “los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia que ya se ha contado”, y que “para poder inventar libremente hay que ponerse límites”. El eco retumba en muchas paredes, pero el sonido, siempre es el mismo. Y también hay siempre una proyección, “se escribe pensando en un lector”. El haber sido capaz de conocer e intuir el universo de la literatura le han llevado a construir, quizá, de la mejores novelas y ensayos de nuestra época: “descubrí, pues, que una novela no tiene nada que ver, en principio, con las palabras. Escribir una novela es una tarea cosmológica, como la que se cuenta en el Génesis (ya decía Woody Allen que los modelos hay que saber elegirlos)”.
 

Autor, no sé si de la Posmodernidad, reflexionó sobre este vago y manoseado concepto, que hoy creo oportuno rescatar y dejarse retumbar. Abierto. En Lo posmoderno, la ironía, lo ameno:
 
Desgraciadamente, «posmoderno» es un término que sirve para cualquier cosa. Tengo la impresión de que hoy se aplica a todo lo que le gusta a quien lo utiliza. Por otra parte, parece que se está intentando desplazarlo hacia atrás: al principio parecía aplicarse a ciertos escritores o artistas de los últimos veinte años, pero poco a poco ha llegado hasta comienzos del siglo, y aun más allá, y, como sigue deslizándose, la categoría de lo posmoderno no tardará en llegar hasta Homero.
 
Sin embargo, creo que el posmodernismo no es una tendencia que pueda circunscribirse cronológicamente, sino una categoría espiritual, mejor dicho, un Kunstwollen, una manera de hacer. Podríamos decir que cada época tiene su propio posmodernismo, así como cada época tendría su propio manierismo (me pregunto, incluso, si posmodernismo no será el nombre moderno del Manierismo, categoría metahistórica). Creo que en todas las épocas se llega a momentos de crisis como los que describe Nietzsche en la Segunda consideración intempestiva, cuando habla de los inconvenientes de los estudios históricos. El pasado nos condiciona, nos agobia, nos chantajea. La vanguardia histórica (pero también aquí hablaría de categoría metahistórica) intenta ajustar las cuentas con el pasado. La divisa futurista «abajo el claro de luna» es un programa típico de toda vanguardia, basta con reemplazar el claro de luna por lo que corresponda. La vanguardia destruye el pasado, lo desfigura: Les demoiselles d´Avignon constituyen un gesto típico de la vanguardia; después la vanguardia va más allá, una vez que ha destruido la figura, la anula, llega a lo abstracto, a lo informal, a la tela blanca, a la tela desgarrada, a la tela quemada; en arquitectura será la expresión mínima del curtain wall, el edificio como estela, paralelepípedo puro; en literatura, la destrucción del flujo del discurso, hasta el collage estilo Bourroughs, hasta el silencio o la página en blanco; en música, el paso del atonalismo al ruido, al silencio absoluto (en este sentido, el primer Cage es moderno).
 
Pero llega el momento en que la vanguardia (lo moderno) no puede ir más allá, porque ya ha producido un metalenguaje que habla de sus imposibles textos (arte conceptual). La respuesta posmoderna a lo moderno consiste en reconocer que, puesto que el pasado no puede destruirse -su destrucción conduce al silencio-, lo que hay que hacer es volver a visitarlo; con ironía, sin ingenuidad. Pienso que la actitud posmoderna es como la del que ama a una mujer muy culta y sabe que no puede decirle «te amo desesperadamente», porque sabe que ella sabe (y que ella sabe que él sabe) que esas frases ya las ha escrito Liala. Podrá decir: «Como diría Liala, te amo desesperadamente.» En ese momento, habiendo evitado la falsa inocencia, habiendo dicho claramente que ya no se puede hablar de manera inocente, habrá logrado sin embargo decirle a la mujer lo que quería decirle: que la ama, pero que la ama en una época en que la inocencia se ha perdido. Si la mujer entra en el juego, habrá recibido de todos modos una declaración de amor. Ninguno de los interlocutores se sentirá inocente, ambos habrán aceptado el desafío del pasado, de lo ya dicho que es imposible eliminar; ambos jugarán a conciencia y con placer el juego de la ironía... Pero ambos habrán logrado una vez más hablar de amor.
 
(…)