El jardín del microcuento

El jardín del microcuento

Regina Navarro es periodista, especializada en periodismo cultural y lifestyle. Colaboradora habitual de Papel –el dominical del diario El Mundo– o la revista de Artes Escénicas Godot, explora el mundo de la micro-literatura desde el blog El jardín del microcuento, con el que busca el lado ficticio de la realidad. ¿O era la realidad dentro de la ficción?

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Blog | El jardín del microcuento

Demasiado tarde

Ilustración: Guillermo Petit

No pensé que volvería a cruzar de nuevo este mar que una vez me alejó de todo lo que conocía. En mis planes no entraba regresar, y sin embargo hoy navego con la cabeza agachada. Decenas de gaviotas sobrevuelan un horizonte que se vuelve infinito en el ocaso. Regreso, con el orgullo herido, los ojos llenos de lágrimas y la garganta rota.

 
No se si fue la inconsciencia o una juventud abrumadora la que me empujó a llenar mi cabeza de ideas preconcebidas y planes quebrados de antemano. Tú intentaste frenarme, retenerme a tu lado, hacerme vez que ese mundo al que quería enfrentarme no existía, que me haría daño. Pero no escuche lo que decían tus labios, ya no quería besarlos.
 
Me fui, sin mirarte a los ojos, sin decirte nada, ni si quiera adiós. Me fui, en un amanecer del mes de mayo, con una pequeña maleta destartalada y la emoción llenando cada rincón de mi cuerpo.
 
Mentiría si te dijera que no volví a pensar en ti y en tu cuerpo. En las noches frías pensaba en el aroma que desprendía tu pecho caliente y en lo agradable que era sentir tu respiración sobre mi cuello. Pensé en tus manos y en la fuerza de tus ojos, pero poco a poco las imágenes se fueron enturbiando y te quedaste anclada en mis recuerdos.
 
Desapareciste de mi vida, supongo que lo hiciste cuando decidí huir, aunque en realidad escapaba. Escapaba de ti, de mí, de aquella vida monótona y apacible, de aquella comodidad que me empeñaba en clasificar como incómoda.
 
Pero el paraíso no era como esperaba. Los días eternos y pegajosos destruían mi piel y mis nervios, las recompensas no llegaban y o seguía siendo uno más en aquella jaula de cristal. Esperé, veinte largos años. Luché, intenté sobrevivir aferrándome a las promesas de una vida que no llegaban y desistí. Había fracasado.
 
Hoy cruzo de nuevo este mar eterno y después de tantos años pienso de nuevo en ti. Ayer mientras ordenaba mis pertenencias encontré una foto tuya. Debías tener apenas veintidós años, y aún cara de niña. Me pregunto como serán tus ojos ahora, si habrás formado una familia. Me pregunto si aún piensas en mí, aunque solo sea a veces. Me pregunto que sentiste aquel día y en los días que lo siguieron. Si lloraste por mí, si te hice daño. Hoy me pregunto tantas cosas… pero lo hago demasiado tarde. 

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