Entrevista a Sergio C. Fanjul

"Soy de naturaleza irónica"

Imagen: Sergio C. Fanjul

Imagen: Sergio C. Fanjul

Sergio C. Fanjul (´Txe Peligro´) es periodista de El País y ganador del premio Pablo García de Baena de poesía. Su escritura es ácida e irónicamente necesaria.
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por El País/UAM. Es autor de los poemarios Otros Demonios (KRK ediciones, Premio Asturias Joven de Poesía),  La Crisis. Econopoemas (Ya lo dijo Casimiro Parker) e Inventario de Invertebrados (Premio Pablo García Baena, La Bella Varsovia). Actualmente trabaja como periodista escribiendo sobre cultura y ciencia en el diario El País, y en otras publicaciones como PlayGround, Vice, BuenSalvaje o Atlántica XXII. Es columnista en El Asombrario, la revista cultural asociada al diario Público.
 
Su poesía podría decirse que es naturalmente política y políticamente natural. Entiéndase aquí el diálogo infinito entre esos dos estratos aparentemente contradictorios, pero de donde, con perspicacia, salen versos que replantean su propia relación. La inquietud por la naturaleza –quizá de profesión- es además una posición sobre el mundo, que unido a la necesidad política hacen de la poesía de Fanjul una poesía irónica, a veces absurda, pero siempre franca y certera de donde nace una postura concerniente y sutil a cerca de nuestra realidad más actual.
 
P: Explicas que Inventario de invertebrados proviene de un libro cuya portada de pequeño te daba asco ¿qué función tiene el asco y esa distancia en tu poesía?

R: Sí, era un libro de bichos asquerosos, tarántulas peludas y gusanos trematodos y nematelmintos, no sé por qué demonios me regalaron esa monstruosidad. El caso es que de noche tenía miedo de que aquellos bichos se subieran a la cama, por la zona de los pies, bajo las sábanas, así que trataba de dormir bien encogido. No sé qué función tiene el asco en mi poesía, de hecho no sé si tiene alguna función. Igual mi poesía le da asco a algún desdichado lector, ¿no? Lo de la distancia sí: por ejemplo mi primer libro, como era más joven, era una cosa más personal, sentida, angustiante. Ahora trato de tomar algo más de distancia de las cosas, tanto en la poesía como en la vida misma. Supongo que es la edad.                 
 
P: ¿Y la ironía?
 
R: Yo soy de naturaleza irónica, desde que era un guaje, pero hay veces que, precisamente, me da asco. La ironía puede ser muy útil para señalar lo que no te dejan señalar, para ser sutilmente cirujano, para criticar todo desde una atalaya, para que no te la den con queso. Y para reírte, claro. El poeta Ángel González, una referencia para mí (y ovetense como yo) utilizaba la ironía para eludir la censura franquista, como Berlanga, Buñuel y tantos otros. Lo que pasa que vivimos en tiempos tan irónicos que la ironía pasa a ser una forma de evitar el compromiso, de evitar el conflicto, de frivolizar o de eludir lo importante. Fíjate, ahora hay mucha gente culta que consume telebasura infame y cotilleos varios (y lo predica en las redes sociales) escudados en la mirada irónica. Si quieres ver Gandía Shore, di que te gusta, o no lo veas, pero no adoptes una postura irónica para reírte desde una torre de marfil de los hijos más catetos de la clase trabajadora.
 
P: Sin ponernos demasiado mesiánicos y en relación a tus estudios de Astrofísica ¿hay alguna relación entre los cuerpos celestes y la poesía?
 
R: Toda, por supuesto. Lo de mi licenciatura en Astrofísica y mi trabajo como periodista o mi afición a la poesía es algo por lo que se interesa la gente casi cada día. Yo no trazo una línea roja entre ciencias y humanidades. La ciencia también es parte de una cultura (de hecho diferentes culturas han abordado la ciencia de forma diferentes y los hechos culturales influyen a los científicos). Decía Richard Feynman, el gran físico, que los poetas se quejaban de que los científicos robaban la poesía a las estrellas, explicándolas con sus leyes físicas nucleares. Pero para mí (y para él) es mucho más fascinante que una estrella sea un horno termonuclear que genera la materia de la que estamos hechos antes que un romántico punto de luz titilante en el cielo nocturno.
 
P: En una entrevista tú mismo te preguntas: “¿Cómo puede ser que unas letras impresas en negro sobre blanco puedan levantar tales imperios dentro de nuestras cabezas?”, ¿Cuál es la función de esos imperios?
 
R: Es una maravilla de que con un código de solo 27 letras, que leemos impresas en un papel, o en una pantalla, seamos capaces de reproducir historias, ideas o sentimientos en nuestros cerebros. Una frase, una palabra, se convierte en cosas enormes y tridimensionales dentro de nuestro cráneo. A estos imperios me refería, y esta es la grandeza imperial de la escritura. Un gran invento que se creó originalmente en Sumeria para contar cosechas y ovejas.
 
P: “Se es joven cada vez más tarde” La juventud parece una preocupación, escribes: "Por el momento, eso de exterminar a la juventud no se nos está dando nada mal” ¿Qué opinas de la etiqueta “poesía joven”?
 
R: Pues me parece fenomenal, porque yo acabo de ganar un premio de poesía joven (el año que viene ya no lo podré ganar) y voy a aparecer próximamente en una antología chulísima de poesía joven. Lo que pasa es que como tengo 35 años,  soy el más viejo de la antología (el más joven tiene 19, qué descaro), y tengo la ventaja de aparecer el primero: a tope. La pena es que cuando cumpla 36 ya me dará bastante vergüenza que me digan joven. Aunque claro, así es la literatura: las gimnastas rítmicas son viejas a los 25. Hay “jóvenes narradores” que tienen 40 primaveras, o más.
 
P: En relación al término que acuñó el físico Alfons Cornellá dices que vivimos infoxicados (intoxicados de información) ¿la poesía tiene algo de aire puro?
 
R: Lo bueno que tiene la poesía en relación con la infoxicación es que no requiere el tiempo que requiere, por ejemplo, una novela. El libro de poesía se lee como se escribe: da rato en rato, aquí y allá, de delante hacia atrás y de atrás hacia delante. Son chispas, iluminaciones, puñetazos. Es algo muy contemporáneo, casi como Twitter, pero en plan bien. Además Internet, las webs, las redes sociales, etc, han potenciado la poesía, porque la poesía sí se puede leer y compartir online, y no un ensayo o una novela de tropecientas páginas que te revientan los ojos en la pantalla. Creo que todo esto ha sido bueno para los versos.
 
P: “El universo, como el cobro a fin de mes, es un misterio” ¿Qué función tiene el misterio en nuestra sociedad?
 
R: El misterio tiene varias funciones en nuestro día a día. Por ejemplo, el misterio que rodea a los derivados financieros y otras entelequias bancarias propició cosas como la crisis mundial o el tema de las preferentes. Las finanzas son pura magia para el común de los mortales porque las diseñan físicos y matemáticos inteligentísimos que ficha Wall Street. El misterio también sirve para atraer con cantos de sirena a las mentes potencialmente racionales hacia cosas como la homeopatía, el reiki o el programa de Iker Jiménez. El misterio es lo que mantiene en pie las religiones que desgarran al mundo. Y es que, aunque vivamos en la llamada sociedad del conocimiento, el misterio todavía es fundamental para sostener una realidad cada vez más difusa.
 
P: Tienes un proyecto muy singular, los “Encuentros con la Cultura en el Carrefour de Lavapiés” (minientrevistas hechas con el móvil que aparecen en Facebook sobre personalidades del mundo de la cultura que te encuentras en ese supermercado) y que aseguras que es el Café Gijón de esta década… En este sentido, ¿cómo ha cambiado la cultura?
 
R: Bueno, es muy ilustrativo que el Café Gijón fuera (sigue siendo) un vetusto café donde la gente iba a parlamentar durante horas tomando solo un cortado (igual por eso son tan caros allí) mientras que el Carrefour es un no-lugar donde los agentes de la cultura van con prisas a comprar el almuerzo sin hablar con nadie. Que use el Carrefour para mis entrevistas (bueno, allí me encuentro a la gente) no es porque me congratule el sitio o porque me paguen por publicidad (como algunos sospechan) sino porque me resulta gracioso que los artistas y los comediantes vayamos a un sitio tan de plástico cuando, según lo que se piensa de nosotros, deberíamos frecuentar mercados más tradicionales o, directamente, no comer y vivir de nuestra inspiración.
 
P: A propósito de “Encuentros”, ¿Qué opinas de la cancelación del los Encuentros poéticos de la Complutense en los que tuviste oportunidad de recitar, por motivos de escasez de público?
 
R: Me llena de orgullo que después de mi comparecencia en ese foro, junto con el patarrealista (y paisano mío) Diego Álvarez, cancelasen el ciclo. Yo ya iba viendo de camino al recital, por Ciudad Universitaria, que hacía muy buen tiempo, era viernes por la tarde, y la peñuki universitaria estaba tentando unos minis de kalimotxo en los aparcamientos. Y, realmente, pensé en unirme a ellos. Al recital vino poca gente, pero lo pasamos muy bien, the few, the happy few, que diría El Bardo. Me da pena que se clausure una cosa así, creo que la solución era cambiarlo de día y hora, aunque no sé si existía esa posibilidad. Si tienes entre 18 y 25 años, estás en la universidad, es viernes por la tarde y primavera, entiendo que no sigas en el aula, después de toda la semana, oyendo poesía. Vamos, yo no lo haría.
 
P: En una entrevista con Guillermo Aguirre decías que la poesía tiene menos disciplina que la novela ¿crees que el auge en publicaciones poéticas tiene algo que ver con esta facilidad de discernimiento?
 
R: Ahora como Alberto Olmos dice es más fácil escribir relatos que novela, como si tal cosa importase, está muy de moda comparar géneros. Dice algo así como que “hay gente que escribe unos relatos y ya dice que es escritora”. Una frase que denota la importancia de poseer el status de escritor, un status que no deben detentar los farsantes. A mí personalmente, me importa poco quién se diga escritor o que la gente escriba relatos o haga galletas en el horno. Vivimos en tiempos en los que podemos rodearnos de una gran variedad de manifestaciones culturales (quizás demasiadas) y decidir y disfrutar por nosotros mismos, así que viva la selva. Eso sí, lo que yo le decía a Aguirre, es que para escribir una novela hay que sentarse y currar disciplinadamente durante mucho tiempo, mientras que para escribir un poema es mejor que el poema te coja paseando. Nadie se sienta en un despacho ocho horas a escribir poemas, supongo, es algo más silvestre. A mí me faltan varias facultades para escribir novelas, me parece, en efecto, muy difícil, al menos por el momento, entre estas facultades que no tengo se encuentra la disciplina. Ah, y el leer novelas.
 
P: Escribes “pronunciaba fuego y me quemaba la boca” ¿la performatividad de la escritura tiene eco en la realidad?
 
R: Sobre la performatividad, hablaba John L. Austin, y fue un concepto que utilizaron mucho para teorizar precisamente los performers. Viene a decir, tomándolo de una forma muy muy laxa, que el lenguaje puede influir en el mundo. Creo que la poesía es muy útil en las guerras, muchas fueron promovidas por poetas como Radovan Karadzic. Dice Slavoj Zizek que la limpieza étnica en Bosnia fue la “continuación de la poesía por otros medios”. Me gusta recordar esto porque siempre que se habla de cómo influye la poesía en el mundo se da por sentado de que influye para bien, de que hace mejores a la personas, sensibles a la belleza, proclives al amor, pacifistas y comprensivas, etc. Pero también puede hacerlo para mal. La escritura, en general, como expresión impresa de las ideas, es muy influyente en la realidad. Fíjate en la influencia que los escritos Karl Marx, para bien o para mal, en la historia posterior. Y todavía están (estamos) utilizando el marxismo al menos como un diagnóstico de la realidad: a partir de 2008, tras la crisis, Marx fue best seller, y Podemos, de innegable raigambre marxista (aunque la maquillen), es tercera fuerza política. Eso por no decir la Biblia, Freud y hasta El Quijote como imagen oficial de España que nos damos los españoles a nosotros mismos. Fíjate en las celebraciones del 400 aniversario de Cervantes. La escritura no conforma la realidad, pero puede determinar buena parte de ella. De hecho, yo cambio el mundo a diario con mis artículos periodísticos, como todos los plumillas. Los que descubren casos de corrupción masiva, o los más humildes que recomendamos obras de teatro o exposiciones a las que luego la gente acude.
 
P: Para terminar, y como buen periodista, haz tú la última pregunta, abierta, si quieres:
 
R: Como las señoras de la tele: oye, ¿y esto dónde va a salir? 
Paula L. Montero

Paula L. Montero

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