Lucas Benet

Acontecimiento y Verdad

Alain Badiou tiene una consideración de los únicos cuatro acontecimientos que son verdaderos. El amor, la ciencia, el arte y la política son el único marco de posibilidad en que ocurren acontecimientos. El saber sólo puede ser simbolizado, sino no cuenta como tal. Para Badiou estos cuatro acontecimientos son el embudo del saber. De lo que tratará este blog será de los acontecimientos verdaderos (desde mis más modestas fuerzas) que acontezcan y su actualidad en el panorama de la cultura humana y mundial. 

 

Lucas Benet (Madrid, 1991) es posgraduado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid. Sus intereses están en el ensayo, el relato y la estampa literaria. Es cinéfilo desde una temprana edad y aprendiz de diversas técnicas artísticas como son el grabado y la escultura. Actualmente investiga sobre la performatividad (el acto de decir transformando o asentando una realidad) y sobre la posible combinación del pensamiento fenomenológico (Husserl y otros) con la Teoría de Sistemas de Ludvig Von Bertalanffy.

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En la espiral de la vivencia

TAGS Filosofía
La fenomenología sistémica aplicada a una terapia cultural.

Una terapia cultural desde el análisis del alma social consistirá en una búsqueda espiritual por la perdida naturalidad individual que se diluye dentro de la sustancia social y cultural.

 

La enfermedad cultural por tanto proviene del individuo y se revierte en él y, en un principio, le deja aislado de su contexto. Pero en realidad lo que ocurre es que el individuo enfermo de posmodernidad y capitalismo queda subyugado a una serie de condiciones que le hacen pensarse fuera del círculo cultural cuando, de hecho, es ése círculo la plataforma excluyente del victorioso mercado multinacional. Es entonces cuando el individuo aislado se siente solo y con ideas suicidas con el ánimo de suprimir su propio fenómeno.

 

Será la terapia cultural un intento (muy ambicioso) de querer tratar de entender el mal concreto que ha enfermado la raíz subjetiva del individuo y que le hace desear su propia desaparición, dentro de esta sociedad con ganas imperiosas de crematística.

 

Empecemos, pues, a tratar de entender qué está ocurriendo en estos tiempos enrarecidos. La mejor perspectiva es considerar ambos extremos, tanto el individuo como la sustancia social que lo sustenta, dentro de un pensamiento dialéctico en el que devengan las categorías y se transforme las relaciones enfermo/sano o socio/sociedad en una misma sucesión de elementos simultáneos que evolucionen hacia su propio tercer elemento sintético.

 

Es decir, la propuesta consiste en emplear la teoría general de los sistemas de Bertalanffy y el pensamiento fenomenológico de totalidades complejas hacia un todo unificado que se pueda observar tanto desde dentro como desde fuera, siendo ambas perspectivas un enfoque temporal condicionado por el propio Sistema-Ser.

 

Y, por último, estudiaremos los primeros alcances de la terapia cultural porque se trata de una necesidad el querer comprender cuál es el problema o problemas que afligen a los enfermados mentales que aspiran a curarse en el ahora social.

 

Para empezar, iremos a criticar el ideal romántico de recuperar una naturalidad previamente perdida y genuina que ha desembocado en una psicosis, para después considerar el momento presente (o la chorá platónica, el ser-ahí-dado de Heidegger o el hay de Levinas) como la única oportunidad de recuperar o de aclarar la solución a los problemas mentales graves: retomar el futuro para la consecución de una vida sana y saludable. Pasaremos posteriormente a enunciar qué hace que este momento presente, el decidirse o el trabajarse sea tan especial, para recuperar el futuro hacia un presente pre-existente con garantía de proyecto y memoria (Colina, Fernando - Sobre la locura. Cuatro Editorial).

 

Sin duda el enfoque de esta propuesta es existencialista, pues no se hace otra cosa que hacer del tiempo subjetivo un ahora más entre los otros "ahoras" posibles y simultáneos que se están dando en otras partes del universo y que quedan más allá de nuestra recepción sensorial heterogénea y mortal. Será un proyecto ambicioso, pues no sólo se trata de mejorar la vida de las personas, también se tratará de aunar el existencialismo (y la fenomenología) y la teoría general de los sistemas en una sola herramienta conceptual totalizante que reúna todos los elementos inter-conexos a estudiar en una sola unidad totalizada.

 

El empeño será duro y quizá errado, pero por el momento esta combinación funciona en terapia familiar, así que no dudo que esto pueda extenderse hasta el todo social en el que las partes se regulan en un único sentido constelar: el equilibrio entre el Ser cultural y la Nada o vacío de significatividad de la Naturaleza y la muerte.

 

Pero cuidado aquí, mientras la Nada no es humana y puede adquirir infinitas versiones hasta en su propia nulidad, el Ser no puede no ser humano cuando se habla de él, pues de lo contrario supondría la desaparición o inexistencia de la conciencia humana y su consiguiente puesto en el cosmos (Max Scheler). Luego habrá que hablar de esta sociedad mundial y multinacional desde el terruño o espacio que se ocupe: el planeta Tierra condicionado por el Antropoceno. Aquí está nuestro primer pensamiento de relaciones dialéctico: mientras la familia se desarrolla en el terruño hogareño, la Humanidad deviene en la Tierra en un único Dasein planetario sobre esta gravedad eternizada. Es decir, la familia y la Humanidad están compartiendo no solo cuantitativamente sino cualitativamente un mismo espacio (el planeta) a diferentes gradaciones conscientes y temporales que van desde el hogar parcelario hasta la superficie terráquea.

 

La cuestión ahora será, para terminar el presente texto, la pregunta por la técnica. Esta pregunta se ha vuelto planetaria (Jaspers, Karl - Origen y meta de la Historia. Revista de Occidente) y está unificando en un sólo interrogar por la Cosa tanto a la familia del enfermo como a la Humanidad del enfermo, de manera que es en la pregunta, en su manera de darse la técnica, cómo se consuma la metafísica (Heidegger, Martin - Conferencias y artículos) y su presupuesto de que hay un mundo suprasensible idealizado que posee principios universales desde su mera contemplación epocal y mental. La finalización de este texto consistirá en aunar, con la pregunta por la Técnica como solución, y el Sistema Planetario o Universal y la Fenomenología como objeto el resultado de un rendimiento teórico humanamente limitado pero inexplorado: la compresión óntica del ser humano desde una ontología superior a la subjetiva; o dicho con otras palabras, a la objetivación ontológica de la Humanidad en tanto que seres humanos con su propio peso existencial y vital en su ahora apriorísticamente sucesivo (Kant) pero imaginativamente simultáneo (es decir, la Humanidad y su cultura vistas desde los ojos de Dios). Así, con esta comprensión del Tiempo se concluye que ello es simultáneo en otras consciencias junto con la mía o aparte de la mía. Agradeceremos así una pregunta por la técnica que investigue o, mejor, interprete los epoché de todas las subjetividades humanas actuales en una sola capacidad argumentativa solidificada que justifique un cambio cultural y una aspiración o intentiva (juego de palabras entre "inventiva" y "tentativa") para cambiar el paradigma socio-cultural de exceso ilimitado sobre los límites planetarios finitos, que consiste en la auto-expansión del Capital. Será por medio de la pregunta por la técnica cómo se canalice esta ansiedad, multinacional, mundial y planetaria, por querer comprender qué está mal desde el "cómo" de la relación de los elementos individuados culturales que se totalizan en un Todo orgánico no holístico (no pensemos en la Teoría Gaia de James Lovelock y el misticismo que la sustenta), sino sistémico.

 

Por último, abordaremos qué es el tiempo bajo el pensamiento fenomenológico con aspiraciones sistémicas y totalizantes; esto es, considerar el tiempo cultural (y universal, aunque aquí, en estas líneas, no haya espacio para un desarrollo tan amplio) bajo el prisma de una tercera cultura que aúna al Sistema-Tiempo en un mismo conjunto, desde la familia a la cultura, desde el enajenado a la sociedad imperialista o desde el Todo orgánico revirtiendo en sus elementos junto con la actividad de aquellos encerrados en Él.

 

La técnica como herramienta para la modificación fenomenológica del sistema cultural

 

La técnica y sus investigaciones adyacentes no suponen un logro de progreso hacia una realidad menos dura y compleja. Tan sólo consiste en un adueñamiento del tiempo presente hacia una aclaración del Ser en un ser-ahí-dado cuyo resultado sea una simultaneidad de espacios dentro de una sucesión de tiempos lineales autoconscientes y humanos. Esto es, la técnica como descubrimiento y aclaración del Ser y del Tiempo en una sola consciencia epocal potencialmente simultánea (epocal quiere decir congelación del Tiempo y su análisis existencial sistémico) dentro de una subjetividad planetaria y solidificada que haga de la vida en la Tierra una razón por la que vivir y no una enajenación por la que morir. Vista así la simultaneidad de los espacios y los tiempos aclarados por la técnica, los cuales sólo pueden darse en la consciencia y receptividad sensorial humanas, se pasará a analizar para qué puede emplearse la herramienta conceptual desplegada sobre la pregunta por la técnica para la modificación democrática y multi-consciente del Ser hacia no sólo una moral justa, sino también hacia una justicia climática, animal, temporal y planetaria.

 

Un horizonte sistémico de moralidad

 

Podría decirse que la posmodernidad se caracteriza por una pérdida de la naturalidad y una construcción prescriptiva de realidades. Podría decirse que este Tiempo pertenece a los pueblos y estados estadounidenses como sus dueños desde 1950 y la pax americana, y que desde entonces el sistema neoliberal ha estado condicionado por una toma de decisiones privatizada y concentrada en el poder del Capital auto-expansionista euro-occidental. Esto hace desear a países en vías de desarrollo o periféricos (no nos engañemos, España es uno de ellos al menos en este aspecto) querer controlar no sólo su propia riqueza, sino intervenir en la de los otros. Pero claro, siempre hay dialéctica, para todos, pero los más aventajados ya conocen su porvenir (porque dentro del Tiempo-Capitalista el tiempo tan sólo se compra): la realización de un deseo o la adquisición de riqueza democrática cuando, de hecho, es en la frontera con otros Estados lo que impide la autenticidad del Capital. Y, sin embargo, las contradicciones persisten. Pues no sólo se trata de una defensa de la democracia económica internacional la que hacen los países centrales del neoliberalismo, sino también de una exhibición pretenciosa de imperialismo supuestamente democrático por encima de cualquier apariencia autoritaria. Pero se falla una vez más: los países periféricos son los que sufren este adelanto democrático, pues es sólo desde la riqueza cómo son escuchadas las élites por los países deseosos de imperio y su preceptos de cómo aspirar a la riqueza. Pero la riqueza está condicionada por el trabajo y la propiedad (Locke) y las energías que se hayan invertido en ella. Luego la incursión en la riqueza está condicionada siempre por la forma. Si la riqueza se globaliza, el sujeto que no la posee o no la vive, estará inmerso en una serie de pensamientos y deseos por alcanzar el mismo nivel simbólico de poder. Esta dinámica auto-expansiva de la metafísica del dinero nunca se consuma, pues siempre se desea por encima de la material mercancía.

 

El horizonte sistémico de moralidad que proponemos consiste en un momento espiritual que haga de las subjetividades una consciencia única para la consecución de una misma meta política, con tal de evitar desigualdades y amputaciones humanitarias. Evitar el hombre uni-dimensional y adentrarse en el hombre multi-natural será el objetivo de este texto. Pero cuidado, no se tratará de ver la naturaleza en una única versión, sino de conocerla desde el tiempo sucesivo y en devenir que vivimos, para alcanzar la comprensión última de nuestro Yo, tanto social como idealmente simultaneados. La idea es, en primer lugar, hacer una dialéctica del snobismo para, posteriormente, alcanzar la verdadera idea de lo que se desea: la profundidad humana y efímera, no eternizada, que queremos como especie y no como asociaciones fronterizas.

 

Así que, para empezar, haremos una articulación coherente de un proyecto de Fenomenología Sistémica. El primer paso será criticar el "Yo" occidental y acomodado.

 

Las lágrimas del snob

 

El romántico "Yo" genuino se pierde y se anhela con tal de querer ser uno más en el grupo. Será la forma del grupo lo que condicione la mímesis del individuo con su entorno social. Será en el trabajo con los otros y en la exterioridad íntima proyectada hacia el Otro lo que condicionará tanto el alma del individuo como su relación con el grupo.

 

Luego el enfoque fenomenológico se centrará en admitir que es en el Yo-para-el-Otro lo único que nos hace humanos y dispuestos a la apertura de un mundo barrado, hablado y de ingenua comunicación. La cuestión ahora está en disponernos para el Otro apropiadamente para enseñarle y para aprehenderlo en un tiempo limitado pero idealmente infinito que eduque el Otro al Yo en que hay más mundo que la impostura neoliberal.

  

Pero claro, este es el caso de un sujeto normativo, no dislocado ante la Nada. Ahora de lo que se trata es de encontrar al sujeto enfermado y de hacerle ver que su realidad dolorosa es disfrutable y provechosa desde  ahora mismo, desde lo que se está a punto de ser.

 

El sujeto enfermo, en un primer momento de desvinculación social, no sabe qué es su Yo en sociedad, lo olvida y emplea el tiempo en Nada, o mejor dicho, se pierde en la ansiedad. La ansiedad es, como dice Heidegger, la disposición fundamental ante la Nada. Lo que haremos con una terapia sistémica cultural es encontrar fenomenológicamente aquello que sí es bueno en la realidad del enfermo y de hacerle pensar que aquella naturalidad perdida no sólo no existe ni existirá, sino que tampoco es recomendable desearla. El buen terapeuta cultural hará de la filosofía una herramienta práctica para enseñarle a él que es en el entorno social nuevo y prístino, aparentemente virgen, lo que le hará retomar un rumbo de provecho y de trabajo subjetivo curativo ("o ver el futuro en tu mirada").

 

La buena disposición ante las cosas comienza con la ansiedad, eso es innegable, pero prosigue en un decidirse por algo, en un emplearse hacia algo, y de retirar toda aspiración ambiciosa y enloquecedora que no sepa enseñar que el auténtico camino vital es la vida en grupo (como simios súper-sociales que somos). El buen humanista hará de la vivencia del loco un análisis con el que sepa aislar aquel resorte de realidad doloroso y de centrarse en cómo sería una persona enfermada si la Verdad de su esencia se presentase. La presencia pues, no es un "algo" objetivable. La verdadera profundidad humana no reside en algo material ni definitivo, sino en una infinición que se pregunta por su existir (una conciencia es una ausencia, como diría Husserl). Será la cura, tal y como dijo una vez la amiga poeta Manuela Lebrusan Campone, la imagen de un pozo mirando al cielo. Será una aclaración del Ser hacia el mundo desde la tierra que lo sustenta, y no buscar la tierra desde el mundo al que asciende. En otras palabras, lo que hace un hombre o sujeto sano y cuerdo es disfrutar del momento desde su posición en la chorá hacia el salto de la decisión por disfrutar de lo que tiene, de la tierra que pisan sus pies y de mirar al cielo con ojos claros, no borrosos y con una mente fresca y secuenciada tanto en pensamientos como en vivencias.

 

La vivencia sana será el siguiente paso para admitir que queremos curarnos. El Ser-ahí-dado se encuentra en cada uno de nosotros como seres atravesados por el Universo, pues no somos otra cosa que trozos de Él dispuestos como mónadas en un espacio en expansión cuyo tiempo se curva...

 

Pero volvamos a la terapia cultural. Una vez que el ser humano enfermado vuelva a su nacimiento o enamoramiento vital por el Ser, pues el sano no quiere la muerte excepto en lo óntico, lo ontológico es siempre un legado, es siempre un linaje intencional entre generaciones y asociaciones. Esta diferencia ontológica entre Ser y Ente es fundamental en la fenomenología existencial para comprender al ser humano. El loco ha viciado su experiencia psíquica en un camino circular óntico.

 

Pero el problema de la circularidad no es sólo psíquica, sino también cultural. Por así decirlo ha sido inducida por el ideal neoliberal de auto-expansión constante del Capital individualizado, o el ideal individualizado de la cultura posmoderna. Esta circularidad la analiza clarificadoramente Fredric Jameson en sus escritos. Consiste en retomar una y otra vez la imagen de la cosa sobre la imagen misma y no, como resultaría natural, la cosa misma desde su imagen. Luego el tiempo presente se consuma en el contacto entre la cosa y su imagen (Juan Benet), en su manipulación, en su uso-a-la-mano. Esto es, el emplear la realidad, el transformarla en la verdadera vivencia del ser humano cuerdo, pues no se hace otra cosa que operar cognitivamente hacia la consecución de un fin o proyecto dejando un rastro mnemotécnico experienciado y consciente. De lo que se tratará es no sólo de aclarar el alma del enfermo sino de hacerle consciente de que esta realidad es imponderable o incanjeable con otras, y que lo único que tiene es el ahora para retomar la vida prístina no viciada en su enlazamiento cultural.

 

La cosa a la mano es la superación de la metafísica

 

Metafísicas hay siempre que no hay técnicas. La técnica de sí de Foucault consiste en cuidarse, según el ideal griego de paideia, en uno mismo para sí mismo. Magnánimamente consiste en un encuentro del Yo consigo mismo para resultar en una afirmatividad del Ser Humano sobre las resistencias objetuales que en todo momento pueden llevar al oscuro sendero de la codicia. "Confúndete conmigo, río de la Virtud, para poder llevar una vida duradera" pensaría un humilde trabajador en busca de su propia Verdad sin ninguna otra ambición. La resistencia a desvanecerse por encima del ahora y de dar proyectiva al Ser consiste siempre en una presencia técnica del cuidado de sí. El cuidado de sí es la permanencia en el presente pero inclinado hacia un futuro curvado no plano. El aplanamiento cultural del neoliberalismo que estamos sufriendo consiste en un estado del Yo que sólo se quiere a sí mismo, aventajándose sobre los Otros para poder conservar lo que ya tiene o lo que quiere. El quererse es legítimo, pero el no querer al Otro cuando él sirve en todos los aspectos para el contrato social que uno cumple es profundamente incongruente. La incongruencia comienza cuando somos parte de un Universo manipulable desde el ahora sistémico autoconsciente pero canalizado en un mismo Tiempo. Si no somos conscientes de que el tiempo es simultáneo en otras consciencias aparte de la mía no sólo estaremos negando la cura social, sino también la propia (matarte es suicidarme como diría Franz Hinkelammert).

 

La consistencia de un pensamiento complejo de totalidades reales comienza cuando uno se apercibe de que lo que siente y obtiene de su propio esfuerzo es innegablemente suyo, pero no hereditario para sí mismo, sino para el Otro que soporta la realidad del Yo en una dialéctica de las apariencias. "Al Otro le repugnas --pensaría Sartre-- por tu arrogante y ridícula existencia efímera de pensarte para ti mismo".

 

Donald Trump no es más que el último eslabón encadenado por las forjas de Reagan y Thatcher. El neoliberalismo egoísta se persona, pero el altruismo se espiritualiza en un tiempo concreto. El tiempo que vivimos exige mucho esfuerzo a cambio de muy poco, nada o de más esfuerzo. La idea de vivir bien respetándonos en nuestra finitud es lo que se defiende en este escrito. Pero esto no lo puede decir cualquiera, ni siquiera alguien que se considere un duro trabajador si está cegado o manipulado. El verdadero humanista primero piensa, después da significado a las cosas que piensa y después las ordena hacia una consecución inmaterial que funde al Yo y a los Otros en la comunidad misma.

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