Renato Salas Peña

Los ojos de Tiresias

Renato Salas Peña (Lima 1971). Se dedica a la Docencia universitaria. Ha publicado los poemarios: Desde El Colchón, Lima-Vitarte y Corsé.

Fundó el grupo cultural Cultivo-Arte.

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Sufre, profesor, sufre

TAGS Educación

Una de las visiones más poéticas que se me asoma es el profesor del Estado peruano introduciendo su tarjeta azul estampada con motivo Paracas y descubriendo que este mes nuevamente no alcanzará el Paraíso.

 

Desde los estoicos y su visión de la ataraxia como propuesta de vida creo que no hay nadie más cercano a esta filosofía que el maestro del Perú (aplíquese al ámbito sudamericano).

 

Esto me lleva a un nuevo concepto que anda girando en torno a la psicología educacional: La resiliencia que podría ser resumida como la capacidad para afrontar la adversidad y lograr adaptarse a las tragedias, traumas o estrés severo.

 

Desde que tengo uso de la razón y la uso, mi memoria selectiva ha estampado imágenes de marchas, huelgas de hambre de verdad, represión, paros indefinidos, sueldos sin cobrar, horas no pagadas,  horarios extraoficiales, labores no escolares y un etcétera largo como nuestra historia republicana. De aquí parto, el docente necesariamente tiene que llevar en las andas de su espalda esa resiliencia que al parecer, la quieren introducir como parte base de su hoja de vida. Es el docente, el abanderado de esa lucha contra el infortunio, la mala suerte de ser profesor en un país que destina solamente el 4% del PBI y se encarga de establecer políticas educativas que duran lo que duran dos hielos en un guiski on the rock (claro, los que deciden las políticas jamás se pararon en un aula).

 

El docente resiliente (hasta rima) sí existe, y eso es un hecho. Mi patria y mis colegas son el claro ejemplo de la resiliencia; a pesar de los sueldos poco atractivos, la tarea agotadora del solo llegar a la escuela y el resultante desprecio social hacia la profesión, ellos han construido de la nada: en arenales inhóspitos, en selvas enmarañadas, en cerros inaccesibles, verdaderas escuelas (que trabajen de la mano con la comunidad). Escuelas abiertas a la sociedad y para la sociedad: ese es el verdadero fin de la educación, educar para la libertad.

 

Entonces, qué exigimos, cómo exigimos, cuándo exigimos, cuánto exigimos. Esa resiliencia imagino que debe de tener un tope, ese punto donde todo se viene abajo, y lo ya avanzado en temas educación puede ser virado de manera negativa. ¿Por qué los maestros, siento, son los más presionados en las agendas gubernamentales? Claro, solo la Educación es el camino de salida a nuestro subdesarrollo, y lógico, el maestro se la tiene que bancar, él es el encargado de sacar adelante una escuela que lucha contra la desnutrición, la  falta de materiales, la ausencia de servicios básicos, pero, allí está la resiliencia del maestro peruano, él sí debe ser capaz (el resto de profesionales en el Perú queda excluido de tan digna labor) de aplicar este nuevo concepto y de sufrir, pero envuelto en esa sonrisa que apunta siempre hacia el futuro.

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