Reportaje

Lo que empezó y no acaba: la Feria del Libro de Madrid

Imagen de la primera edición de la Feria del Libro de Madrid.

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El ímpetu modernizador de los organizadores convive con algunas tradiciones de corta edad que forman parte ya de la idiosincrasia de la Feria del Libro de Madrid.

Aquel día España estaba pendiente de los más de 2.500 municipios en los que se iban a celebrar elecciones; el panorama político se presentaba inestable y en Cataluña el Gobierno bregaba con las huelgas de transportes y los múltiples disturbios que las acompañaban. La selección española se enfrentaba a Francia por quinta vez en la historia, en un partido que terminaría saldándose con un 1 a 0 a favor del los galos. Fuera de nuestras fronteras, en Berlín, Hitler con tan sólo dos meses de gobierno a sus espaldas se reunía con el líder de los nacional-socialistas austriacos para dar los primeros pasos hacia lo que más tarde se convertiría en el Anschluss; y en Washington, Roosevelt implantaba medidas desesperadas para lidiar con la crisis económica que había sumido en la pobreza a millones de americanos. Pero en Madrid –y con eso abrían los periódicos de la capital– era, por encima de todo, el 317 aniversario de la muerte del príncipe de nuestros ingenios: Don Miguel de Cervantes Saavedra.

 

El 23 de abril de 1933 la capital se engalanaba para festejar la Semana Cervantina, organizando eventos y conferencias para conmemorar la vida y obra de tan ilustre escritor patrio, pero de entre todos los eventos que se iniciaron aquel día, sólo uno de ellos ha llegado hasta nuestros días: La Feria del Libro. Fueron los jóvenes alumnos de la Cámara del Libro los que tuvieron la iniciativa de organizarla, junto con la ayuda del prestigioso editor Rafael Giménez Siles y varios compañeros de profesión. Por aquel entonces la Feria era una verdadera feria: la Banda Municipal acompañaba con su música las festivas jornadas en las que los madrileños se agolpaban con voracidad lectora junto a las 20 casetas decoradas por el pintor polaco Mariano Rawicz. Fueron instalados altavoces a lo largo de todo el Paseo de Recoletos y desde el palco situado frente a las iglesia de San Pascual, pronunciaban sus discursos las numerosas personalidades del mundo de la cultura y los escritores de moda.

 

“El libro es la prolongación de la familia”

 

Esta primera Feria del Libro fue inaugurada por el ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, y el alcalde de Madrid, Pedro Rico. Dijo éste: “el libro es la prolongación de la familia; y si se trata de un caso particular como el mío en que se carece de descendencia se llega a tomar un cariño similar al que se tendría a los hijos” y coronó el ministro socialista, con unas palabras premonitorias: “hoy la Cámara del Libro sale a vuestro encuentro, lectores; sale en vuestra busca y vuestra conquista: al declarar yo abierta la Semana del Libro le deseo pleno éxito en su campaña, seguro de que su éxito no significa para nadie dolor, sino una acentuación de la estela positiva de los hispanos en la Historia". Fueron muchos los escritores que acudieron al evento no sólo para elogiar ante el micrófono el valor del patrimonio literario español, sino también para firmar libros y conversar con sus lectores. Entre ellos se contaban Antonio Robles, Luis y Daniel Tapia o Dionisio Pérez, pero en esa jornada inaugural el éxito colosal fue para el escritor alemán Emil Ludwig, en Madrid por una conferencia que impartiría en el Ateneo, que firmó cerca de un centenar de ejemplares de su recientemente publicada obra El hijo del hombre.

 

Cartel de la cuarta edición

A pesar de que en esa primera Feria sólo asistieran 20 editoriales, el éxito fue extraordinario. Lograron en total unos beneficios netos de 43.399 pesetas, lo que constituyó un buen acicate para hacer de este evento una tradición. El éxito de 1933 fue un reclamo para otras editoriales que participarían en las posteriores ediciones.

 

Aunque como tal la Feria del Libro nació ese día 23 de abril, sus orígenes se remontan mucho más atrás. Sus raíces se encuentran en el siglo XV con las ferias de San Mateo y San Miguel establecidas por el rey Juan II. En estas primeras ferias los libros se exponían para su venta junto con cuadros, tapices e incluso aparejos de labranza. Con el paso de los siglos las ferias fueron haciéndose poco a poco más especializadas y así nació, por ejemplo, la Feria del Libro Antiguo. Pero las editoriales no encontraron en ninguna de ellas un verdadero escaparate para dar salida a los nuevos productos editoriales. Esta situación se solventó en 1933, en la primera de las 75 Ferias del Libro que han tenido lugar hasta este 2016.

 

A partir de su inauguración durante la II República, la Feria continuaría durante tres años más atrayendo cada vez a un mayor número de lectores y de editoriales interesadas en participar en este lucrativo acontecimiento. Se iba consolidando como tradición y comenzaban a salir los primeros catálogos oficiales al tiempo que los eventos para promocionarla se hacían más vistosos. Sin embargo en 1936 ante la inminencia de la guerra, se experimentó un notable descenso de las ventas. La situación política y social estaba más tensa que nunca y eso era caldo de cultivo para una guerra, no para la fiesta de la cultura. Deberían pasar ocho años más hasta que los madrileños pudieran volver a disfrutar de esa recién nacida tradición que tanto éxito y cariño había cosechado.

 

La posguerra entre libros

 

En 1944, con España adolecida por los rigores de la posguerra, con un gobierno y un sistema político nuevo y con un mundo inmerso en una cruenta guerra, renace en Madrid la Feria del Libro. Madrid, como España, había cambiado, pero la devoción de los madrileños por los clásicos de nuestra literatura seguía viva y el Instituto Nacional del Libro Español tomó la decisión de retomar la tradición. La Feria ahora se llamaba Feria Nacional del Libro Español; la calle ya no se llamaba Paseo de Recoletos, sino Paseo de Calvo Sotelo, y el gobierno hizo uso de su facultad censora para elaborar una lista de libros que, por su contenido, no podían ser expuestos en las casetas; pero nombres y prohibiciones aparte, la feria despertó de nuevo. Con 78 casetas y 5.500 libros en catálogo, esta esperada edición atrajo a 200.000 personas sólo en su primer día, según cuenta crónicas de la época. Al acto de reinauguración asistieron numerosas personalidades y dirigentes del régimen, así como embajadores de países como Francia y los ministros de China, Japón, Suiza y Egipto. Como no podía ser de otra forma, el ambiente feriante también se reanimó, si es que esto puede darse en un país lacerado por la posguerra, y en esta ocasión la música estuvo a cargo de la Sección Femenina, el Frente de Juventudes y la banda de la Policía Armada, entre otros.

 

Casetas de la Feria del Libro (1964). / Santos Yubero.

 

Durante la década siguiente el Gobierno tomó la decisión de desvincular la Feria del ámbito madrileño por lo que varias ediciones de los años 50 tuvieron lugar en Barcelona o en Sevilla. Pero esta iniciativa no obtuvo gran éxito y los beneficios de las editoriales se vieron notablemente reducidos. Por ello, acabó resolviéndose que la Feria regresase al lugar donde nació y en 1960 se instala en los Jardines del Buen Retiro.  Durante este período la Feria es utilizada como un eficaz instrumento para fomentar la lectura en un país en que se editaban muchos libros, pero pocos de ellos eran leídos. Por este motivo surgen a partir de este momento múltiples campañas de promoción de la lectura y de la Feria. Es precisamente en este momento cuando se empieza a impulsar por parte del Gobierno y las editoriales la venta de libros de bolsillo y aquellos archiconocidos libros “RTV” con un diseño insólito por austero, que han cogido polvo durante generaciones en las estanterías de todas las familias de este país.

 

Un Feria para la convivencia

 

Con la llegada de la democracia llegan a España numerosos escritores antes exiliados y la censura se disipa, dando pie a que aumente la diversidad de obras y de escritores. Esta primera Feria durante la transición fue bautizada como la “Feria de la Convivencia”, puede que a modo de advertencia, o quizás como emblema para una pretensión que aún estaba por llegar. Este hecho potenció el atractivo de la Feria e hizo aumentar la afluencia de lectores. A pesar de todo, en los años posteriores se atravesó una crisis de ventas por lo que se tomó la decisión de trasladarla a la Casa de Cristal de la Casa de Campo, pensando que de este modo la afluencia de compradores aumentaría. Sin embargo fueron pocos los que acudieron ese año a la cita, muchos optaron por quedarse en sus casas, nostálgicos de los paseos por la feria al aire libre, que es sin duda uno de sus mayores encantos. Ante el fracaso de esta iniciativa la Feria se trasladó de manera definitiva al Retiro. En 1982, la organización dejo de depender del Instituto Nacional del Libro para pasar a ser organizada por el Gremio de Libreros de Madrid junto con la colaboración del Gremio de Editores y Distribuidores. Es en este momento cuando fue rebautizada como Feria del Libro de Madrid.

 

Foto: Feria Libro de Madrid

 

Presente de tradición y modernización

 

Cada año la Feria se moderniza y adapta a las nuevas circunstancias, lo que hace que las ventas sigan siendo muy exitosas. Hace unos años por primera vez una mujer, Dolores Redondo, fue la encargada de realizar el pregón de apertura. Pero el ímpetu modernizador de los organizadores, convive con algunas tradiciones de corta edad que forman parte ya de la idiosincrasia de la Feria, como que desde hace 33 años sea inaugurada por un miembro de la Familia Real que aprovecha para comprar algún que otro libro y dar con ello mucho de que hablar a los periodistas. Este año ha sido la reina Leticia la encargada de realizar el paseo de apertura. Como curiosidad, optó por comprar las poesías completas de Nietszche, los Escritos de Kirkegard y la última novela gráfica de Alan Moore.

Santiago Taus

Santiago Taus

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