¿Para qué ser escriba de alguien mío
que impone que yo viva a su dictado?
Carlos Marzal es un poeta de la experiencia, aquel movimiento que gobernó la lírica de las dos últimas décadas del siglo XX. Su poesía, como refleja en el poema Ánima mía –versos que comienza este artículo-, indaga en la figura del yo, de lo personal, como algo que trasciende a lo más allá.
¿Qué es el yo? Pregunta que lanza el Premio Nacional de Poesía (2002) en el curso El yo de nunca acabar (Conversaciones literarias sobre la intimidad) de la Universidad Complutense. Para Marzal, el yo es el motor del arte en su concepto más amplio.
Marzal señala que en la literatura se escribe desde la propia conciencia de uno mismo, influenciado por sus condiciones vitales, sus tradiciones y sus costumbres. Una reflexión que se puede mirar desde diversas perspectivas, ya sea el filosófico, el poético o el del narrador de memorias.
La literatura madura al mismo tiempo que el escritor. El escritor destaca que la evolución de la escritura avanza a la vez que el poeta va cambiando y creciendo. Así, deja constancia de que en su época de juventud su poesía era hedonista frente a su actual momento, centrado en contar la aventura de uno mismo en relación a su experiencia personal.
También hay un yo en las redes sociales Marzal señala que las nuevas vías de comunicación social –agrupadas en el entorno digital- crean fenómenos episódicos que aparecen fugazmente como si fueran importantes, “cuando a veces no lo son, aunque si los poetas son buenos, quedarán”, advierte el poeta.
Carlos Marzal también tuvo palabras para recordar a Federico García Lorca, con motivo del 80 aniversario de su muerte. Para el poeta, no se puede ser lector ni escritor sin conocer la obra del autor de Poeta en Nueva York. Sin embargo, señala que el lector corre el “peligro” de verse contaminado por su obra.
