M.R. James: una extraña presencia

Montague Rhodes James

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Cuando yo era niño, un amigo de mi familia, hombre ya entrado en años y de aspecto apacible, pero que en su juventud había vivido varios temporadas en la ciudad sueca de Gesunda, donde le sucedieron infinidad de aventuras relacionadas con las disputas entre dos empresas madereras en las que trabajó, primero como simple leñador  y después como supervisor de los productos facturados para la exportación, me refirió, una noche de invierno en la que hubo un corte general del fluido eléctrico y estábamos sentados ante el fluido vacilante de una velas, la siguiente historia que había escuchado en la población de Munkfors.

 

*****

 

Un leñador, que había sufrido un aparatoso accidente fue conducido a una casa de campo cercana desde donde llamaron a un doctor.

 

Sus compañeros lo acostaron en la cama de una habitación para huéspedes y, en compañía del dueño de la casa, bajaron al salón para esperar la médico que lo atendería.

 

Cuando el leñador, al que llamaremos Stieg, despertó, contemplo, entre el sopor que empañaba sus ojos, un gran cuadro colgado en la pared frente a su cama. Apenas comprendía su significado.

Stieg veía en el cuadro a un hombre, también tendido en una cama y cubierto por  una colcha de hilo rojo.

 

El rostro del hombre del cuadro apuntaba directamente a Stieg. Y este, aunque movía la posición de su cabeza en la almohada, no conseguía que los ojos del hombre del cuadro dejasen de mirarlo fijamente.

 

A pesar de que el estado febril de Stieg se estaba disparando y que sus párpados comenzaban a cerrarse, pudo intuir cómo una sombra en forma de zarpa, que parecía alargarse hacia abajo, asomaba por el ángulo superior izquierdo del cuadro.

 

Unos segundos después, Stieg sintió el dulce el dulce sabor de la sangre caliente.

 

Cuando los compañeros subieron a la habitación del leñador al oír un grito, descubrieron una mejilla de Stieg rasgada por espantosos arañazos. Su mano temblorosa señalaba un enorme espejo colgado ante él.    

 

*****

 

Les he referido esta historia, estimados lectores, porque hace unas noches tuve la ocasión de recordarla repasando un relato donde también ocurren ciertos asuntos relacionados con un desconcertante cuadro.

 

El cuento se titula El grabado, y es obra del memorable autor M. R. James.

 

El escritor y erudito británico Montague Rhodes James (1862-1936) pertenece, junto a Lovecraft, Maupassant, Derleth, Ashton Smith entre otros, a la escuela realista (o materialista) de la narrativa de terror, donde los elementos fantásticos se van introduciendo lentamente en el marco cotidiano de la vida de los personajes, y que muchas veces no se sabe si esos ecos terroríficos son reales o si solamente habitan en las mentes desquiciadas de los protagonistas.

 

En El grabado, nuestro hombre, el señor Williams, director de un museo de arte, adquiere un grabado, de apariencia vulgar, donde se distingue la  fachada de una  casa de campo con hileras de ventanas cerradas. En un ángulo se aprecian varios árboles y, en primer plano, una vasta extensión de hierba. Todo muy rutinario. Pero una noche en la que Williams, en compañía de un amigo, ultima una partida de naipes, ocurre algo inesperado. El acompañante de juego de muestro protagonista observa, en el poco interesante grabado de principios del siglo XIX, la silueta de una persona y la luz de la luna, motivos que hacía unas horas no figuraban en el cuadro.

 

Y así, en días sucesivos, los atemorizados ojos de Williams y de sus amistades veían cómo aquella figura del grabado gateaba hacia la casa, iluminada por una luna menguante. Después se abría una ventana y ya ninguna forma humana se destacaba en la pradera. Solo la casa, los árboles, la luna y unas nubes que, desde la parte superior del grabado, iban cubriendo el cielo.

   

Mientras Williams y sus colegas se afanaban en buscar en los diccionarios catastrales la casa del grabado, dentro de este, el hombre saltaba la ventana abierta y corría por la hierba con un niño atrapado entre sus brazos.

 

Al final, el comienzo: una débil sombra en el ángulo inferior derecho del grabado y, ante los ojos del señor Williams, la casa, las ventanas cerradas, la hierba y los árboles.

 

Con el tiempo, en una guía catastral, nuestro director de museo, descubre una fantástica explicación de los pasados eventos.

 

El caserón perteneció a la familia Francis, extinguida hacía varias décadas. El padre, Arthur Francis, era un grabador que tenía como obsesión arrojar de sus tierras a los cazadores furtivos. Después de unas batidas, solo quedaba por los alrededores un único cazador, llamado Gawdy, quien, una noche, disparó contra un guarda, hiriéndolo mortalmente. Fue capturado y condenado a la horca, no sin antes jurar venganza.

 

Cuando el hijo de Francis fue secuestrado, las autoridades pensaron que fue obra de un antiguo camarada de Gawdy que quiso vengarle. Días más tarde, Arthur Francis fue hallado muerto mientras finalizaba el grabado de su casa.

 

Bastantes años después. El director de arte Williams y sus amigos, mirando el insólito grabado, comentan: “Es como si el viejo Gawdy hubiera vuelto de la tumba para para ejecutar su venganza prometida”.

 

*Luis Ángel Lobato es escritor. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Valladolid.

 

Ha publicado hasta el momento los siguientes poemarios:

-Galería de la Fiebre. Fundación Jorge Guillén (Colección Cortalaire), Valladolid, 1992.

-Pabellones de Invierno. Diputación Provincial de Granada (Colección Genil de Literatura), Granada, 1997. Prólogo de Jesús Torbado. 

-Regreso al Tiempo. L. F. Ediciones (El Árbol Espiral), Béjar, 2002. Prólogo de Gustavo Martín Garzo.

-Lámparas. Ediciones Tansonville, Valladolid, 2010. 

-Dónde estabas el día del fin del mundo. Editorial Cálamo, Palencia, 2014.

-Brillante. Playa de Ákaba, Madrid, 2016.   

-Unos ojos en la travesía. Playa de Ákaba, Madrid, 2017. Prólogo de Gustavo Martín Garzo. 

Luis Ángel Lobato

Luis Ángel Lobato

Luis Ángel Lobato (Medina de Rioseco, Valladolid) es filólogo y escritor. Ha publicado los poemarios Galería de la fiebre, Pabellones de invierno, Regreso al tiempo, Lámparas, Dónde estabas el día del fin del mundo y Brillante.

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