La pintura de Nigel Van Wieck

Así sería la pintura de Hopper en el siglo XXI

TAGS Arte contemporáneo
Van Wieck sigue una estética que nos recuerda a los cuadros de Hopper. Un Hopper devuelto a la actualidad plasmando la misma soledad pero con el toque contemporáneo que nos ofrecen las grandes ciudades.

Veinte años separan el fallecimiento de Edward Hopper del nacimiento de Nigel Van Wieck. La muerte del pintor americano, llegó al joven Van Wieck en plena época universitaria. El año en que nació el pintor Nigel Van Wieck, Hopper pintaba Summer Evening, una de sus estampas más reconocidas. Una escena veraniega donde una pareja, se incomunica, más que dialoga, en un porche de una casa de madera con la única iluminación de la luz blanca de la luna.

 

Una incomunicación, soledad e individualidad a la que el pintor norteamericano nos tiene acostumbrados. El hombre frente a la barra del bar de su Nighthawks, o el trabajador aislado de la sociedad en Despacho en una ciudad pequeña. Escenas cotidianas, que se presentan in media res. Entramos tarde y nos encontramos con una realidad de la que desconocemos la causa, lo que nos lleva a imaginar. Hopper centró su obra en la soledad del ser humano del siglo XX. Un hombre que se encierra en sí mismo, se desconecta de sus semejantes y está rodeado de paisajes tan bellos como melancólicos. 

Q Train de Nigel Van Wieck

La clara influencia de Hopper en Van Wieck, quien se trasladó a EEUU hace treinta años, devuelve al lobo solitario de comienzos del siglo XX, a la actualidad. Personajes aislados en una sociedad individualista e incomunicada. El pintor los presenta en un aislamiento dentro de vagones vacíos de metro, junto a su smartphone. Aislamiento tecnológico frente a los paisajes clásicos que también inundan sus cuadros, como jardines y playas de Florida, o ventanas indiscretas que captan la intimidad en el interior de un apartamento en el centro de Manhattan.

Without even look de Nigel Van Wieck

Los protagonistas de Nigel Van Wieck, no siguen un prototipo marcado, al igual que no lo hacían los de Hopper. Situados en lugares cotidianos evidencian sentimientos de soledad y melancolía en el justo instante de la desconexión con el entorno. La composición de sus obras invita al espectador a pasar a la escena, con una perspectiva que estratégica y sutil que nos convierte en voyeurs de su soledad. También destacan unos colores característicos de la pintura neoyorkina, un juego de luces y sombras que rompen con la superficie plana para convertirla en un escenario realista y cercano.

 

 

Escenas en movimiento, íntimas, dentro de la soledad del siglo XXI. Una resurrección que no ha llegado a morir nunca. El hombre melancólico del siglo XX sigue viviendo en la sociedad actual. Aunque ahora lleve un smartphone en la mano y auriculares, el hombre de la barra del bar, se sienta en el metro ajeno o simplemente permanece en una terraza ajeno a su alrededor. 

Dog Days de Nigel Van Wieck 
Marina Prats

Marina Prats

Marina Prats es periodista y experta en comunicación cultural.

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