Amanda Pérez

El ambigú

El ambigú es la colaboración de Amanda Pérez en Ritmos 21. Un lugar al que ir en los entreactos. Una pequeña muestra de su visión personal sobre los temas más variopintos.

Amanda escribe el blog Pero qué broma es ésta. Lectora voraz, es autora del libro Relatos al ácido. Aficionada al teatro, al cine y a la música, a veces se calza las zapatillas de correr para compensar sus excesos gastronómicos.

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Poniendo un pie en Corea del Norte

Cintas de colores con mensajes. Imjingak. / Fotos: Amanda Pérez

"En ocasiones, mis alumnos ponían de manifiesto una ignorancia que me sorprendía. Uno de ellos me preguntó una vez si era cierto que todo el mundo hablaba coreano en el planeta. Había oído decir que la lengua coreana era tan superior que se hablaba también en Inglaterra, China y Estados Unidos. No supe qué decirle. Quizá me estaba poniendo a prueba, para ver si contradecía todo lo que había aprendido él hasta entonces y denunciarme por ello. O quizá era solo curiosidad". Sin ti no hay nosotros, Suki Kim.

 

Al final de la Segunda Guerra Mundial, tras la Guerra del Pacífico, la península de Corea se dividió en dos por el Paralelo 38. La zona del Norte quedó bajo la influencia de la antigua URSS y la del Sur bajo la influencia estadounidense. Aunque el Norte y el Sur no se ponen de acuerdo y cada uno de ellos sostiene que el ataque comenzó del otro lado, la versión más verosímil parece ser, (y esa es, obviamente, la oficial en el Sur) que el 25 de junio de 1950, Corea del Norte atacó Corea del Sur y comenzó así la Guerra de Corea, que duraría tres años, hasta el 27 de julio de 1953.

 

Tras el armisticio, la frontera de las dos Coreas se volvió a fijar cerca del Paralelo 38 y se creó una franja de dos kilómetros por cada lado desde la frontera (cuatro kilómetros en total) que pretende servir como “amortiguador” de las tensiones entre ambos países y que se conoce como la DMZ (Demilitarized Zone): La Zona Desmilitarizada.

 

Metafoto. Soldados surcoreanos visitando la DMZ.

Aunque, según parece, es posible visitarla desde Corea del Norte (con la salvedad de que, para ello, primero es necesario entrar en el país), lo usual es hacerlo desde el Sur. Existen diversos tours. En nuestro viaje, hicimos uno bastante completo que nos costó 130.000 wones por persona (unos 99 euros al cambio) y que comenzaba en torno a las 8 de la mañana (hora de recogida en el hotel) y terminaba sobre las 5 de la tarde (hora de regreso en Seúl) con comida incluida (un bulgogi con bastante grasa, pero sabroso).

 

En mi opinión, los mejores momentos del tour son la visita al Third Infiltration Tunnel y la visita a la JSA (Joint Security Area). Esta última es lo más emocionante de todo, hasta el punto de que considero que visitar la DMZ sin visitar la JSA (una opción más económica), no merece mucho la pena.

 

The Third Infiltration Tunnel es un túnel de unos 73 metros de profundidad. Según Corea del Sur, los norcoreanos lo construyeron para atacar Seúl, pretendiendo llegar directamente bajo tierra desde la frontera (que se encuentra a pocos kilómetros, unos 44). El túnel resulta un tanto estrecho y bajo (hay que colocarse un casco, puesto que golpearse la cabeza es de lo más común, lo digo por experiencia) y los propios guías advierten de que no es apto para personas que sufran de claustrofobia o que no se encuentren en relativa buena forma física (tras bajar, hay que subir, y eso supone enfrentarse a una buena cuesta).

 

La visita a la JSA permite poner, literalmente, un pie en Corea de Norte. A unos pocos metros se puede incluso vislumbrar algún soldado norcoreano. La JSA es neutral, pero está dividida, y se encuentra vigilada por personal militar de las Naciones Unidas en el Sur y por la fuerza militar de Corea del Norte (Korean People’s Army) en el Norte.

 

Antes de entrar en la JSA se les pide a los visitantes que lean y firmen una declaración en la que, básicamente, se les informa de que están entrando en un área “hostil” y que existe la posibilidad de que resulten heridos o muertos como resultado directo de una acción enemiga. Aunque preparados para eventos inesperados, ni las Naciones Unidas, ni los Estados Unidos de América, ni la República de Corea pueden garantizar la seguridad de los visitantes y no serán considerados responsables en el supuesto de que se produjera algún comportamiento hostil por parte del enemigo.

 

Nuestra guía nos explicó que los soldados que nos acompañaban (coreanos y americanos) estaban allí para protegernos, y que no nos preocupáramos porque ellos llevaban chalecos antibalas (lo cual resultó de lo más tranquilizador para nosotros).

 

Los visitantes reciben además instrucciones acerca de cómo han de comportarse en la JSA; entre otras cosas, está prohibido señalar con el dedo y hacer gestos, mofas o burlas que pudieran ser usadas por Corea del Norte como propaganda contra las Naciones Unidas.

 

Soldado estadounidense de la ONU en la JSA. En la foto se aprecia la línea de la frontera. El edificio del fondo pertenece ya a Corea del Norte.

Con la información que tenemos de Corea del Norte y dado que no existe una barrera física entre las dos Coreas en la JSA, lo primero que uno se plantea es si nunca, ningún soldado norcoreano, ha intentado cruzar corriendo la frontera por ese punto y escapar del país. Eso le preguntamos a un soldado estadounidense que nos explicó que hacía mucho tiempo que no ocurría, pero que ellos tenían instrucciones, en el supuesto de que pasara, de proteger al fugitivo. Según parece, lo más común es que los desertores crucen por otras zonas de la DMZ o que escapen por China. En las últimas semanas ha habido, además, en la prensa, varias noticias sobre deserciones por parte de diplomáticos y funcionarios norcoreanos que se encontraban en Europa.

 

Soldado surcoreano dentro de una de las casas azules, colocadas justo en el medio de la línea fronteriza; punto de encuentro entre las dos Coreas y cuyo interior se visita para “pisar la otra Corea”.

Un caso, curioso, sin embargo, es el de James Joseph Dresnok, uno de los seis soldados estadounidenses que desertaron tras la Guerra. En 1962, Dresnok cruzó un campo de minas a plena luz del día para entrar en Corea del Norte a través de la DMZ “buscando una nueva vida”. Sus hijos hacen estos días propaganda del régimen.

 

Antes de viajar a Corea, y con el objetivo de conocer un poco más del país, me propuse leer algún libro al respecto. Empecé, con la mejor de las disposiciones, un libro de una afamada escritora surcoreana, autora de bestsellers, con la esperanza de aprehender algo del modo de vida y de la cultura de allí; pero no era muy de mi gusto.

 

Sin embargo, leí dos libros sobre Corea del Norte muy recomendables: La novela gráfica Pyongyang, de Guy Delisle, de la editorial Astiberri; y Sin ti no hay nosotros, de Suki Kim, de la editorial Blackie Books.

 

Extracto de Pyongyang, de Guy Delisle. guydelisle.com.

En Pyongyang, Guy Delisle cuenta, en forma de historieta, su experiencia durante dos meses en Corea del Norte, trabajando en un estudio de animación.

 

Suki Kim, surcoreana residente en Estados Unidos, relata en Sin ti no hay nosotros cómo, entre julio y diciembre de 2011, se infiltró como profesora en un campus universitario de Pyongyang donde estudiaban los hijos de la élite del país, sus experiencias, impresiones y reflexiones.

 

Cuentan, por ejemplo, que solo las ONGs tienen coches y desplazamientos no controlados y que no hay alumbrado nocturno. Está prohibido introducir en el país teléfonos móviles (son confiscados en el aeropuerto y se devuelven al regresar) y revistas porno. No tienen acceso a Internet, obviamente. Lo habitual es que las mujeres se casen a los 27 años y los hombres a los 30. El servicio militar es obligatorio y dura, en el caso de los hombres, 10 años (los hijos de la élite están excluidos de esta obligación). Es común ver a ciudadanos (“voluntarios”) realizando trabajos, como cortar la hierba, pintar los guijarros que adornan la base de los árboles o barrer las carreteras. La base de la ideología y la política es el Juche, que significa “autosuficiencia”, sistema cuya formulación se atribuye a Kim Il Sung. Casi todos los libros, o hablan del Gran Líder, o se supone que han sido escritos por él. Los medios gubernamentales informan del Gran Líder casi en exclusiva, ensalzándolo y contando sus logros prodigiosos.

 

“He escrito este libro consciente de que irritará al régimen de la RDP de Corea, al presidente de la PUST y a mis antiguos compañeros. Aun cuando lamento causar enojo al presidente y a la facultad de la PUST, siento que tengo una obligación mayor, como escritora y como alguien profundamente preocupada por el futuro de Corea: la de contar sin adornos la realidad de la RDP de Corea, con la esperanza de que las vidas de los coreanos de a pie, incluidas las de mis queridos estudiantes, puedan mejorar algún día.” Sin ti no hay nosotros, Suki Kim.

 

Portada de Sin ti no hay nosotros, de Suki Kim.

 

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