Ángela P.

El ambigú

El ambigú es la colaboración de Ángela P. en Ritmos 21. Un lugar al que ir en los entreactos. Una pequeña muestra de su visión personal sobre los temas más variopintos.

Ángela escribe el blog Pero qué broma es ésta. Lectora voraz, es autora del libro Relatos al ácido. Aficionada al teatro, al cine y a la música, a veces se calza las zapatillas de correr para compensar sus excesos gastronómicos.

cerrar

Diario de viaje

15 días en Perú. Segunda etapa: Ruta de Salkantay hasta Machu Picchu

Salkantay Trek

Salkantay Trek

Fotografías: Ángela P.

TAGS TurismoPerú

Mañana empezamos el trekking de Salkantay para llegar a Machu Picchu. Supongo que, queriendo apurar al máximo, exprimir, explotar, nuestro último contacto con la “civilización”, hemos decidido hacer la colada. A mí, tener las cosas limpias (la ropa y a mí misma, básicamente), me proporciona mucha paz.

 

De mi diario de viaje.

 

Salkantay Trek

A principios de abril, cuando comenzamos a preparar el viaje, nos pusimos en contacto con varias de las numerosas agencias que organizan rutas hasta Machu Picchu. Algunas de ellas no nos merecieron mucha confianza, como aquella en que nos dijeron que no contaban con disponibilidad para el Camino Inca 4 días/3 noches, pero que podrían “conseguirnos espacios” si pagábamos un dinero extra. Sin embargo, al final resultó cierto que no quedaba ya sitio para hacer el Camino Inca, al menos “legítimamente” (si tienen pensado hacerlo, reserven con mucho tiempo); así que nos decantamos por otra de las opciones disponibles, el Salkantay Trek 4 días/3 noches, y por la agencia Alpaca Expeditions (sin duda, una gran elección, puesto que son grandes profesionales).

 

Un par de días antes de partir, nos reunimos con nuestros dos guías, David y Nino, y con nuestro grupo, formado por otras siete personas más. Allí nos dieron indicaciones (muchas de las cuales ya conocíamos, puesto que nos las habían adelantado por correo electrónico) respecto a la ropa y equipo que había que llevar. Nosotros llevábamos nuestros propios sacos de dormir (se pueden alquilar allí), pero pedimos los bastones, que finalmente resultaron de lo más útil.

Salkantay Trek.

Con la advertencia de que los porteadores sólo podían cargar con siete kilos por persona, guardamos nuestros bienes terrenales para los siguientes cuatro días en una bolsa de viaje que nos entregaron metidos, a su vez, en bolsas de plástico para protegerlos del agua. Yo llevaba cinco mudas, cuatro camisetas, unos pantalones (además de los puestos), cuatro pares de calcetines, un plumas, un forro polar, prendas interiores térmicas, linternas y algunos artículos de aseo. En la mochila de día, el pasaporte (indispensable para entrar en Machu Picchu donde, además, te ponen un sellito si lo pides), dinero, sombrero, gorro, guantes resistentes al agua, impermeable, crema solar, botella de aluminio, cacahuetes, chocolates, lentillas, gafas de sol y gafas de ver, el Kindle, un bolígrafo y una libreta que permaneció a buen recaudo en el bolsillo interior de la mochila durante todo nuestro periplo. Mi outfit de Barbie Aventura consistía en unos pantalones, camiseta, cortavientos y botas, todo ello muy apropiadamente de la marca Quechua.

 

Salkantay significa “montaña salvaje” en quechua. Siguiendo esta ruta se alcanza una altura máxima de unos 4.600 metros al llegar a Abra Salkantay y se ve bastante cerca el pico nevado de la montaña, a unos 6.260 metros de altura.

Abra Salkantay.

En conclusión, puedo decir que ir andando a Machu Picchu proporciona mucha satisfacción una vez que uno ya lo ha hecho. Es algo así como un camino que se disfruta retroactivamente.

 

Aunque nuestros guías, porteadores y cocineros eran excepcionales, nos mimaban y acampabas “a mesa puesta”, la ruta es exigente físicamente (dicen que más que el Inca Trail). El mal de altura puede golpearte y hacerte la experiencia mucho más penosa; los cambios de temperatura, e incluso de clima en sentido amplio, son bruscos e imprevisibles. Pasas frío, calor; subes por senderos totalmente escarpados, bajas por caminos estrechos, dejando un precipicio a tu izquierda, embarrados por la lluvia que cae, pertinaz, sobre uno mientras avanza como puede, tropieza, cae, se moja y se mancha.

 

En plena coherencia con el fragmento reproducido de mi diario de viaje, confieso que, lo que más me preocupaba antes de comenzar, era el no poder ducharme (ni lavarme el pelo) durante tres días. Qué puedo decir; cada uno tiene sus cosas. Para intentar paliar los efectos de la falta de higiene llevé un cargamento de toallitas higiénicas, jabón sin agua e incluso un champú en seco que, obviamente, jamás usé: Al final opté por hacer de tripas corazón y colocarme una bandana (también Quechua) en la cabeza.

 

A pesar de los pesares, creo que es una verdadera experiencia. Los paisajes son increíbles, la naturaleza (mutando ante nuestros ojos completamente con tan solo recorrer unos kilómetros) maravillosa, la gente excepcional, el esfuerzo proporciona una satisfacción del tipo “trabajo bien hecho” y, muy probablemente, uno pierda algún kilillo siempre que no se ponga tibio de chocolate (el delicioso chocolate de La Ibérica es una gran elección, pero ya desarrollaremos este tema más adelante).

Salkantay trek

La ruta, en fin, se divide en cuatro, aunque el último día simplemente se visita la ciudadela. Inicialmente estaba organizada para recorrer unos 16-17 kilómetros cada día. Sin embargo, el campamento en el que se dormía la segunda noche colapsó el invierno pasado, de manera que tuvieron que acortar el segundo día y alargar bastante el tercero. El primer día es en el que más se sube y más frío se pasa; el segundo día es bastante relajado y el tercero se hace largo, subiendo primero hasta Llactapata, desde donde, a lo lejos, se divisa Machu Picchu, bajando después hasta la estación hidroeléctrica y caminado a continuación, siguiendo las vías de tren, hasta Aguas Calientes. La bajada hasta la hidroeléctrica fue, sin duda, lo más duro para mí, con la lluvia cayendo salvajemente sobre nosotros, resbalando por un camino en cuesta, clavando como podía los bastones y tardando más de cuatro horas en hacer un recorrido que se suponía que debía de hacerse en dos. Por momentos llegué a pensar que la Pachamama me castigaba por no tomármela lo suficientemente en serio.

Camino hacia Aguas Calientes

Sin embargo, aún no me explico cómo, finalmente conseguimos llegar a Aguas Calientes, un pueblito que tiene pocos méritos más que ser la puerta de entrada a Machu Picchu. Aunque nuestro tour incluía el hotel de la última noche (en realidad sólo se duerme dos noches en tienda de campaña), nosotros pedimos que nos lo descontaran del precio y buscamos nuestro propio alojamiento: Nos quedamos en el Panorama B&B. En su baño, me di la que ha sido y será (estoy convencida), una de las mejores duchas de mi vida.

Machu Picchu.



 

Machu Picchu

El historiador estadounidense Hiram Bingham dio a conocer Machu Picchu al mundo tras ser conducido a la ciudad inca por unos locales en el año 1911. En realidad, Bingham estaba buscando Vilcabamba, la ciudad perdida de los incas, el lugar de los últimos cuatro incas, el último bastión. En su libro, La ciudad de los incas, Bingham relata su descubrimiento.

 

La ciudadela es del siglo XV y jamás fue descubierta por los españoles, de manera que realmente no sé sabe cuándo ni por qué se abandonó. Tampoco se conoce con certeza por qué ni para qué se construyó. En cualquier caso, es una joya de la ingeniería y desprende una especie de misticismo difícil de explicar, que se ve truncado de pronto por algún turista asiático y su cámara o por jóvenes haciéndose selfies o fotos en aparatosas posturas de yoga o saltando.

Machu Picchu

Una vez en Machu Picchu, además de visitar la ciudadela, se puede subir a la Montaña (de Machu Picchu) y a Huayna Picchu. Para ambos ascensos se necesitan boletos adicionales y conviene reservar los de Huayna Picchu con tiempo, puesto que el rumor es que desde arriba se toman las mejores fotos y la entrada está bastante demandada. Si se ha hecho el Camino Inca o alguna de sus variantes con alguna agencia, en mi opinión lo mejor es reservarlo con ellos, pidiéndolo expresamente.

Machu Picchu.

En caso de que el viajero prefiera llegar a Machu Picchu de manera algo menos pedestre, el tren de lujo Belmond Hiram Bingham le llevará, con todas las comodidades, de Cuzco a Machu Picchu en unas cuatro horas.

 

Tras pasar el día en Machu Picchu tomamos un tren (ordinario) hasta Cuzco y, en esa ocasión, nos alojamos en el Costa del Sol Ramada, no tan impresionante como el Marriot, pero también una buena opción.

 

Desde Cuzco tomaríamos nuestro propio tren de lujo hasta Puno. Pero esa es otra historia y debe ser contada en la siguiente etapa de este diario.

Comentarios