Fernando Alonso Barahona

Razones para el Siglo XXI

Fernando Alonso Barahona (Madrid, noviembre 1961). Abogado y escritor. Jurado de premios nacionales de literatura y teatro. Colaborador en numerosas revistas de cine y pensamiento así como en obras colectivas. Ha publicado 40 libros. Biografías de cine (Charlton Heston, John Wayne, Cecil B De Mille, Anthony Mann, Rafael Gil...) , ensayos (Antropología del cine, Historia del terror a través del cine, Políticamente incorrecto...) historia (Perón o el espíritu del pueblo, McCarthy o la historia ignorada del cine, La derecha del siglo XXI...), novela (La restauración, Círculo de mujeres, Retrato de ella...) poesía (El rapto de la diosa) y teatro (Tres poemas de mujer).

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Ben-Hur: cine eterno

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De no existir la película de William Wyler, el nuevo Ben-Hur sería una película interesante, con mensajes positivos y factura aceptable.

El estreno –con un importante fracaso en la taquilla norteamericana– de una nueva versión del clásico Ben-Hur invita a recorrer la apasionante historia de esta novela de los tiempos de Cristo escrita por el general Lew Wallace (1827- 1905) y que para siempre ha quedado y permanecerá en la memoria de las gentes encarnado en el mítico Charlton Heston (1923-2008).

 

La obra se publicó en 1880: Ben-Hur: A tale of the Christ (Ben-Hur, una historia del Cristo). Wallace era un hombre de vida agitada: combatiente en la guerra de Secesión, estuvo en la corte que juzgó a los asesinos de Lincoln y llegó a ser gobernador de Nuevo México en los tiempos de Billy el Niño. Wallace era un aficionado a la literatura pero nunca habría escrito una novela.

 

El impulso fue un encuentro con un agnóstico radical, Robert Ingersoll. Al conocer a Ingersoll, el general Wallace, que siempre había sido bastante indiferente a los temas religiosos, sintió la necesidad de investigar el cristianismo por su cuenta y tras escribir Ben-Hur se convirtió en creyente.

 

La versión de 1927 de Fred Niblo con Ramón Novarro en el papel protagonista y en los estertores del cine mudo resultó un notable éxito. Se trataba de una superproducción con varias escenas rodadas en un primitivo color de la época. En esta película, Judá es un hombre rico dispuesto a financiar la guerra contra Roma y ayudar al Mesías a echar a los romanos. Su madre y hermana, y el mago Baltasar, insisten en que es mejor rezar y tener fe. Al final, Judá entiende y la película acaba con su declaración de fe: "Él no está muerto; vivirá por siempre en los corazones de los hombres".

 

 

El rodaje no pudo ser más accidentado: comenzó en 1921 con rodajes en exteriores, concretamente en Egipto e Italia, donde se enfrentaron a constantes problemas: dificultades con la construcción de decorados, huelgas entre los trabajadores, peticiones de aumentos salariales por parte de los extras, etc.

 

La famosa escena de la carrera de cuadrigas, rodada en una sola toma con más de 40 cámaras para la que se gastaron 60.960 metros de película, 4.000 extras (entre ellos, sin aparecer en los créditos, estrellas del momento como el director Clarence Brown, Joan Crawford, Douglas Fairbanks, Harold Lloyd, Marion Daves, Clark Gable, Mary Pickford o Gary Cooper) y otros tantos miles de muñecos articulados marcan los puntos álgidos de la película, especialmente esta última, auténtico clímax de una cinta que decae un poco tras este momento cumbre.

 

Sin embargo, aquella versión palideció ante el monumental Ben-Hur (1959) de William Wyler: 11 Oscar, una de las películas más taquilleras de toda la historia del cine y una obra maestra destinada a perdurar en la memoria de todas las generaciones de espectadores. Incluso en 2015 se volvió a reponer en salas de cine después de las lujosas ediciones en DVD conmemorando su 50 aniversario en 2009.

 

Ben-Hur conoció otra versión en dibujos animados, una estimable producción de Agammenon Films (Fraser Heston), 2003, con Charlton prestando la voz a su célebre personaje. La historia sigue fielmente la de 1959 acentuando los aspectos más específicamente cristianos. Se ve con agrado y nostalgia.

 

 

Después se rodó una miniserie de TV que no dejó huella. Una producción europea –con participación española– dirigida por Steve Shill en 2010. Joseph Morgan fue Judah y en el reparto nombres españoles como Lucía Jiménez y Simón Andreu. En la nueva versión de Ben-Hur nos encontramos con algunos añadidos ausentes en otras versiones. Por ejemplo, conocemos más datos de la infancia de Judah y Messala, el padre de éste y su verdadero origen. Hijo de una esclava comprada a los 13 años sólo para satisfacer sus apetitos sexuales, fallecida años después dejando huérfano al joven romano que arrastra el estigma de hijo ilegítimo por los confines del imperio. Si en otras versiones Messala es arrogante, cruel, mezquino, aquí es débil e inestable.

 

Y ahora en 2016 llega una producción de 100 millones de euros que tampoco va a dejar huella según las noticias que llegan de su estreno americano.

 

Los cinéfilos recuerdan con agrado la película muda, pero el gran clásico es, sin duda, el espectacular trabajo de Wyler en 1959 con el gran Charlton Heston en uno de esos personajes icono que le garantizan un lugar en el Olimpo del cine (junto al Moisés de Los Diez Mandamientos, 1956, El Cid, 1961 o el astronauta de El planeta de los simios, 1968.

 

Récord de público, Récord de Oscar

 

Muchas historias y anécdotas se han contado de esta historia de los tiempos de Cristo, de la carrera de cuadrigas –la escena de acción más impactante del Séptimo Arte– y de su gigantesco éxito comercial. Wyler, además, fue capaz de integrar el drama humano en la epopeya, logrando una historia conmovedora, con secuencias inolvidables como el instante en el que Cristo ofrece agua a Judah, Ben-Hur ante la mirada de odio de los soldados romanos, o la impresionante escena del interior de las galeras, todo un ejemplo de dinamismo y planificación cinematográfica. Y por supuesto la inolvidable y fabulosa carrera de cuadrigas.

 

Rodar la escena de la carrera, de nueve minutos de duración, llevó cinco semanas repartidas a lo largo de tres meses. Costó en total un millón de dólares y se recorrieron 320 kilómetros sobre los carros hasta completarla. Andrew Marton y Yakima Canutt, los directores de la segunda unidad, filmaron toda la carrera con especialistas, montaron la secuencia y se la enseñaron al productor Sam Zimbalist, a Wyler y a Heston para que vieran el aspecto de la escena y pudieran decidir donde se insertarían los planos cortos de los dos protagonistas. Como espectadores se contrató a 7.000 extras. Los diarios de Charlton Heston recogen con detalle las impresiones anotadas día a día por el actor. Entre ellas la trágica de la muerte de Zimbalist antes del final del montaje y la gloriosa noche de los Oscar de Hollywood.

 

 

Entre las curiosidades de la película cabe resaltar que el judío Judá hiciese tan buena amistad con el jeque árabe que le aporta los caballos. Una amistad árabe-israelí que en la vida real era difícil entonces más que ahora: la película se prohibió en varios países árabes. Otro detalle es la presencia de la bellísima Haya Harareet en papel de Esther, la amada de Ben-Hur. Actriz israelí de corta carrera en el cine llegaría a ser oficial del ejercito de su país. Pero hay dos historias que merece la pena recordar y desmitificar:


La elección del protagonista 

 

Ben-Hur se planeaba desde 1956 con un guión original de Karl Tunberg adaptado de la novela de Lew Wallace, ya filmada en 1925 por Fred Niblo. William Wyler aceptó tras algunas dudas y enseguida comenzó la carrera para elegir al actor protagonista. Como iba a rodarse en Italia se presentó la candidatura de Cesare Danova, un actor entonces emergente, y pronto comenzaron a circular otros candidatos: Marlon Brando, Rock Hudson, Kirk Douglas y docenas de nombres más o menos conocidos que se sometieron a las pruebas de rigor.
 
Herman Citron, el agente de Charlton Heston, logró que el papel de Mesala –el antagonista– le fuera casi reservado a Heston. Pero la elección aún no era firme. Un día de principios de 1958 Cecil B. De Mille, el viejo pionero y maestro, autor de Los Diez Mandamientos, aún en triunfo en todo el mundo, habló con el actor. Le preguntó por Ben-Hur. Heston le dijo que tal vez pudiera intervenir dando vida a Mesala. De Mille frunció el ceño y le respondió: "Tú debes ser Ben-Hur. Si quieres hablo con Willy Wyler, aunque a los directores nos gusta elegir nosotros mismos a los actores y tal vez se enfade... Pero tú debes ser Ben-Hur". 

Pocos días después, Wyler llamó al protagonista de Los Diez Mandamientos y le dijo: "Chuck, el papel de Judah Ben-Hur es tuyo". Ello dejó libre a Messala que fue ofrecido a Stewart Granger, éste vaciló y cuando quiso aceptar el papel ya había sido asignado a Stephen Boyd.

 

Homosexualidad: una leyenda urbana

 

La grandeza del cine clásico permite que cada espectador viva su propia película y construya su propia interpretación de ella. Pero la leyenda urbana y la realidad histórica sobre la relación de Mesala y Ben-Hur y la participación de Gore Vidal es la siguiente. 

Una escena clave era la del reencuentro de los dos viejos amigos tras años de lejanía. Un encuentro, una amistad, que pronto se convertiría en odio mortal. Wyler repasaba la escena sin que le convenciera el guión original. Se llamó entonces al novelista Gore Vidal, un tanto provocador. Fue Vidal el que propuso un cambio insólito. La raíz de la relación entre los dos amigos se remontaría a su juventud: Mesala se habría sentido entonces atraído por Judah en una pulsión homosexual, y habría sido el rechazo del pretendido amante el que propició la cadena de odio.
 
A Wyler no le gustó la solución y Gore Vidal fue despedido a los tres o cuatro días de trabajo. Se recurrió entonces al poeta y escritor inglés Christopher Fry, que fue el autor final de la reescritura de esta escena y de muchas otras en el guión original, aunque los créditos solo reconocieron al primitivo Karl Tunberg. 

Gore Vidal contaría después que medio guión de Ben-Hur era suyo, y que la escena en cuestión se había rodado tal y como el la escribió. Nada de ello es cierto. Charlton Heston anotó un diario exhaustivo de aquel rodaje y registra de manera exacta el día en el que Vidal apareció, la negativa de Wyler y el posterior despido. El propio director corroboraría años después las anotaciones de Heston. 

 

El nuevo Ben-Hur

 

La primera pregunta acerca del nuevo Ben-Hur es su propio sentido. ¿Cómo realizar un remake de una película mítica que cuenta con un protagonista icónico –Charlton Heston– y además cuenta con todos los ingredientes del cine espectacular?

 

El productor Sean Daniel explica dónde están las novedades del remake: «Ben-Hur no ha sido solamente un filme, sino un fenómeno. El nuestro es una nueva adaptación del libro de Walle de 1880. El coguionista John Ridley ha puesto al centro las relaciones de la familia, la fuerza de la fe y sobre todo el perdón, mientras que el original se centraba en la venganza».

 

 

Por su parte, el director Timut Bekmambetov, nacido en Kazajistán y nacionalizado ruso (Guardianes de la noche, Wanted), insiste también en la nueva visión que se da en Ben-Hur, centrada en valores: «En muchos sentidos, todavía hoy vivimos en ciertas ideas del imperio romano que hacen mover al mundo, como el poder, la avaricia, el ansia de éxito; demasiados se hacen llevar completamente por la ambición y la competición, mientras pocos comprenden que los valores fundamentales son la colaboración y el perdón».

 

El nuevo papel de Judah Ben-Hur lo realiza Jack Huston, nieto del director John Huston. Se pone en la piel de este personaje: un príncipe judío falsamente acusado de traición por su hermano adoptivo Messala (Toby Kebbell), oficial del ejército romano, y sucesivamente despojado de su título, separado de su familia y de la mujer que ama (Nzanin Boniadi). Ben-Hur tiene que vivir como esclavo e iniciará un viaje para regresar a su patria y lograr su venganza sobre el hermano traidor.

 

El guión de esta nueva versión trata de profundizar en particular en la amistad juvenil entre Ben-Hur y Messala, dos grandes amigos que han crecido en Jerusalén aún no dominada todavía por el imperio romano y que estarán destinados a ser dos rivales.

 

Otra novedad es la ampliación del personaje de Cristo (Rodrigo Santoro), aunque en la versión de Wyler bastaba con la espalda y las manos del Hijo del Hombre para presentar el paralelismo entre las vidas de Judah y Jesús con dos momentos culminantes: la escena en la que Jesús le da agua al esclavo Judah y la escena final de la crucifixión en la que Judah le devuelve ese mismo agua limpiando el rostro del Hijo de Dios en el Calvario.

 

Sin embargo, el fracaso ha sido considerable al igual que sucedió con la pálida nueva versión de El Álamo de 2004 (con Billy Bob Thornton en la imposible tarea de emular a John Wayne en su obra maestra de 1960) la igualmente plana Dioses y reyes (2014) de Ridley Scott con Christian Bale en el papel de Moisés, notables director y actor pero muy lejos de creer la propia historia que contaban. El resultado, un fiasco a años luz del clásico Los Diez Mandamientos (1956) de Cecil B de Mille con Charlton Heston y Yul Brynner.

 

El nuevo Ben-Hur es menos descreído que el film de Scott, el personaje de Cristo está bien tratado, pero la película no encuentra su lugar exacto vacilando entre el drama intimista, el espectáculo épico o el cine religioso. Y es ese desequilibrio el que termina arruinando sus buenas intenciones y sus aciertos parciales. Si Wyler era un excelso director de actores, Bekmanmetov no lo es en absoluto e incluso el habitualmente brillante Morgan Freeman bordea el ridículo en más de un instante.

 

     

La otra gran razón del fracaso es, desde luego, la comparativa. Charlton Heston logró identificarse como Judah Ben-Hur para siempre. De tal modo que una nueva versión tan solo podría tomar un punto de vista distinto: los años de juventud, la historia después del término de la novela, la profundización en historias colaterales... Pero tratar de hacer repetir a Jack Huston, pese a su entusiasmo, las mismas escenas que al mítico Heston conduce a la frustración. En ningún momento un espectador puede aceptar a otro Ben-Hur que no sea Charlton Heston.

 

Por otro lado, el nuevo Ben-Hur demuestra la pérdida general de calidad del cine contemporáneo respecto al clásico con esa cámara nerviosa del nuevo director que es incapaz de penetrar en la psicología de los personajes. Y eso que la película actual pretende acercarse al drama humano soslayando el tono épico clásico de la historia. Una épica en cualquier caso que no se percibe humana como en aquellas obras maestras (El Cid, Los Diez Mandamientos, Los Vikingos, Espartaco, El Alamo, Salomón y la reina de Saba…) sino aderezada con efectos especiales, ordenador y un estilo artificialmente moderno. La fotografía, la música, el vestuario… en todo la nueva versión palidece ante la clásica.

 

De no existir la película de William Wyler, el nuevo Ben-Hur sería una película interesante, con mensajes positivos y factura aceptable. Pero lo mismo que no se puede juzgar desde cero una nueva versión de El entierro del Conde Orgaz, La montaña mágica o Vértigo, tampoco podemos dejar a un lado el Ben-Hur de Heston que inevitablemente aplasta al de 2016. Al final uno siente la conclusión de que contemplar en el esplendor de una moderna sala de cine la película de 1959 sería una experiencia intelectual y artística muy superior a la de la visión del film nuevo. Ahí reside la clave de todo.

 

Ben-Hur (1959) es, sin duda, una película eterna.