Perfil: Tim Burton

El reflejo oscuro de un joven solitario

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Tim Burton como figura tenebrosa, a través de su cine. Las películas como reflejo y símbolo del propio director.

No todos los directores de cine dejan en sus personajes y películas un reflejo de lo que son o han sido ellos mismos. Tim Burton es Bitelchús, Eduardo Manostijeras, Víctor, Sombrero Loco e incluso un poco Joker. Poner al que para muchos es el padre del género gótico enfrente de sus creaciones, es poner un espejo en un Tim Burton acomplejado y con Asperger que pasó su infancia viendo películas de Vincent Price y leyendo libros de Edgar Alan Poe. Tenebrismo en vena para imaginar a aquel ser oscuro que, como Eduardo Manostijeras se ocultaba para no ser rechazado. Un cine creado por un outsider convertido en todo un mito que muestra en cada personaje un perfil de inadaptado diferente frente a una sociedad monótona y aburrida.

 

Influido directamente por las adaptaciones de Poe de Roger Corman, el hijo de Jean y Bill Burton, se jactaba con su hermano de humor sangriento, películas de fantasía, extraterrestres y serie B. Cóctel perfecto para un joven introvertido que un día decidió asustar a sus vecinos con un hacha y amenazarles de una invasión alienígena. Una imaginación desbordada y orientada hacia lo tétrico que siempre se ha relacionado con una gran habilidad para el dibujo y el diseño.

Tim Burton junto a Vincent Price en 1982

Formado en el Instituto de Artes de California, fue incorporado a la animación de Disney en los ochenta tras obtener una beca desde segundo curso. Fue entonces cuando decidió rodar su primer cortometraje propio, contando además con uno de sus ídolos: Vincent Price. Vincent es un corto donde además utiliza el stop-motion que había podido aprender de Ray Harryhausen y películas como Jasón y los argonautas. También en este mismo periodo, adaptó varias obras clásicas para series de Disney.

 

Dos años después, en 1984, creó otras de sus obras más representativas, primero como cortometraje y como largometraje en 2012, usando la misma técnica de animación. Frankenweenie, es el primer trabajo en la que ya comienza a mezclar elementos de otras películas clásicas del terror como es Frankenstein, cosa que se repetiría en otras producciones como en La novia cadáver. Durante la década de los ochenta, el joven Burton comenzó a despuntar y a dar el salto de la mera animación a la dirección y producción de largometrajes. El primero de ellos fue La Gran Aventura de Pee-Wee, una adaptación cinematográfica de un personaje televisivo que contó con la participación del actor Paul Rubens.

 

El despegue definitivo de su carrera fue, a pesar del potencial televisivo de este personaje, en algo que sí representaba la esencia de Burton: los inadaptados, lo tétrico y lo fantástico. Esta primera producción esencial de la filmografía burtoniana fue Bitelchús (1988) que contó además con la participación, por primera vez, de Michael Keaton, Alec Baldwin y Geena Davis. Integrando también un humor negro que continuaría como impronta del director.

 

Sin embargo, Burton realizó un parón en las producciones propias para adaptar la versión más taquillera de su filmografía: Batman. También de apariencia gótica y con Jack Nicholson en el papel del Joker y Michael Keaton como protagonista, se ha convertido en una referencia, tanto en la trayectoria del director como en los amantes del superhéroe. Este reconocimiento se repetiría con la siguiente entrega de la saga en 1992, Batman Returns, a pesar de las reticencias de Burton a dirigir una secuela.

Burton junto a Jack Nicholson y Michael Keaton durante el rodaje de Batman

La década de los 90 también comenzó de forma gloriosa para el director, quien estrenó en 1990 Eduardo Manostijeras. Una película que podría ser el estandarte de Burton y también su mero reflejo. De hecho, fue un boceto del joven director que recorría el vecindario hacha en mano, de ahí también la incapacidad del personaje de entablar relaciones con sus vecinos. Tras este filme le siguieron otras grandes piezas como Pesadilla antes de Navidad, una producción que inicialmente iba a ser una pieza literaria y de ilustración dedicada al público infantil. Al igual que Jack y el melocotón gigante o La novia cadáver.

 

A pesar de esto, las producciones más representativas de esta década para el director contaron con interpretación de carne y hueso, es decir, exceptuando Pesadillas antes de Navidad, no son de animación mediante stop-motion. Sleepy Hollow y Mars Attack también se han convertido en un prototipo de películas de Burton, aunque la figura del director no está tan directamente presente como sucede con Eduardo Manostijeras, sino que se centran más en la parte oscurantista y kistch, respectivamente, del director.

 

Del cielo al suelo: de Big Fish a Sombras Tenebrosas

En la década de los 2000, el éxito y la decadencia se mezclaron por partes iguales. Un Burton que continúa perdiendo éxito y credibilidad por parte del público y de la crítica frente al triunfo de La novia cadáver, Big Fish, o las adaptaciones de Alicia en el país de las maravillas y Charlie y la fábrica de chocolate. La especial relevancia de Big Fish para el director, que acaba de sufrir el fallecimiento de sus padres, sirvió para que la sensibilidad aflorase. Una película con menos elementos góticos y una paleta cromática que jugaba más allá del tenebrismo grisáceo y que recordaba a algunos fragmentos de Eduardo Manostijeras. 

 

Un cine tan personal que, en ocasiones desborda, Tim Burton ya ha conseguido romper con unos esquemas clásicos planteados por Hollywood y por la escuela expresionista alemana. Una figuración exagerada en los personajes, por ejemplo, en los ojos. Unos ojos que el propio director oculta en sus gafas oscuras. Un pelo desaliñado, como el del mismísimo Burton. Unos personajes en cuya interacción se ven plasmados sus lazos familiares, generalmente sus padres, aunque también la relación inexistente con su hermano Bill.

 

Un director que aún no es capaz de vender sus propias obras, que viste siempre de negro y despeinado. Con los pies en suelo, Burton es consciente de que toca fondo, no tanto de que ha llegado a besar el cielo del cine con sus películas. Sigue siendo ese joven marginado que no encaja ni en el kitsch ni en el gótico. Un limbo artístico, un vacío legal donde cualquier parecido con la fantasía, es pura coincidencia.

 

Marina Prats

Marina Prats

Marina Prats es periodista y experta en comunicación cultural.

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