Entrevista a Nicolás Maquiavelo

"Los hombres olvidan más pronto la muerte del padre que la pérdida del patrimonio"

Un tiempo como el nuestro es más fácil comprenderlo si se ha leído unos cuantos libros. Una política como la nuestra, se entiende mejor después de charlar con Maquiavelo. El uso de la mentira, de la fuerza, la condición del hombre... todo parece caber en la mente de este italiano, autor de uno de los libros de teoría política más leídos y estudiados de la historia.
Desde hace ya meses, cuando el doctor Stoicescu y yo desayunamos en la redacción, no oigo de su boca más que exabruptos. Los políticos esto, los políticos aquello… Mi hartura alcanzó niveles desorbitados. Intenté zafarme del compromiso de tomar un café con él, pero el doctor me esperaba en la puerta de mi despacho con su termo y dos tazas.
 
Un día, con la perorata acostumbra del doctor como sonido de fondo, se me ocurrió. Algo dijo nuestro científico, no recuerdo el qué, pero se me ocurrió: entrevistar a Nicolás de Maquiavelo. En cuanto le comenté la idea al doctor, se subió por las paredes. Hube de convencerle, ofreciéndole a cambio de su trabajo, una caja llena de cucarachas para su colección (espectacular, por cierto).
 
Tras un par de semanas de preparativos, la maquina estuvo lista. Iba a llevarme al siglo XVI, al año 1513.
 
*****
La máquina me dejó frente a San Casciano, en donde Maquiavelo está preso por orden de Lorenzo II de Medicis. Se le acusa, precisamente, de conspirar contra la gran familia florentina. La prisión es un cubo de piedra casi inexpugnable. Por suerte, hay pocos guardas ya que, como de costumbre, se está celebrando algún festejo en Florencia.
 
Consigo escabullirme de los soldados que custodian la puerta y llego hasta una fría galería, con puertas a sus lados. Poco a poco voy andando agachado, y susurrando el nombre de mi entrevistado. Sólo recibo silencio. Casi al final de la galería oigo una voz que me llama.
 
- ¿Es usted el señor Maquiavelo?
- Sí, yo soy.. ¿quién sois vos?, ¿os han mandado a matarme verdad?
- No, no señor. Verá, vengo desde el siglo XXI para poder hacerle una entrevista…
- ¿Quién le ha ordenado matarme? Dígamelo, le pagaré el doble
- Está usted un poco obsesionado ¿no? Le he dicho que vengo a entrevistarle
- Del siglo XXI, dice usted..
- Sí, así es.
- Bueno, lo mismo me da si es usted una alucinación provocada por esta prisión o realmente viene usted de ese siglo suyo… Adelante, comience.
- Cómo que comience, así, sin verle…
- Usted verá, le recuerdo que estamos en una prisión no en un Palacio
- Bueno, venga… - tomo un tronco que había por allí a modo de asiento y casi susurrando para no despertar al perro que custodiaba la galería, arranco la entrevista entre susurros
 
 
AP.Señor Maquiavelo, ¿qué cualidades debe tener, según usted, un buen gobernante?
NM.Todos los hombres, cuando se habla de ellos, y en particular de los príncipes por estar colocados a mayor altura, se distinguen con algunas cualidades que le acarrean censura o alabanza. Y así, el uno es tenido por liberal, el otro por miserable; uno es considerado dadivoso y otro rapaz..Todos confesarán que sería cosa muy loable que en un príncipe se encontraran todas las cualidades mencionadas, las que son tenidas por buenas: pero, como no se pueden tener todas, ni observarlas a la perfección porque la condición humana no lo consiente, el príncipe debe evitar las infamias que le lleven a perder su Estado.
 
AP.Ya. Pues no me ha aclarado usted mucho. ¿Podría concretar un poco?
NM.Por ejemplo, la liberalidad. Usada de modo que seas temido, perjudica; porque, si ésta se usa prudentemente y como se la debe usar, de manera que no lo sepan, no te acarreará infamia de su contrario; pero, para poder mantener entre los hombres el nombre de liberal es necesario no abstenerse de parece suntuoso hasta el hecho de que un príncipe consumirá en ello sus riquezas; y al fin, estará obligado a gravar extraordinariamente a sus súbditos y si de ello rectificara, caería en la infamia del miserable.
 
AP.¿Entonces qué debería hacer, ser un tacaño?
NM.Un príncipe, si es prudente, no debe preocuparse del calificativo de avaro, porque con el tiempo será considerado cada vez más liberal, cuando vean que son su moderación le bastan sus rentas, puede defenderse de cualquiera que le declare la guerra. Por este medio, ejerce la liberalidad con todos aquellos a quienes no quita nada, cuyo número es infinito, y la avaricia con todos aquellos a los que no da, que son pocos.

AP.¿Y qué me dice de la clemencia?, ¿debe ser un gobernante clemente?
NM.Todo príncipe desea ser tenido por clemente y no por cruel, sin embargo debe cuidar de no usar mal esta clemencia. No debe temer a la infamia aneja a la crueldad, a fin de tener a sus súbditos unidos y fieles: porque con poquísimos ejemplos será más clemente que aquellos que, por clemencia, dejan engendrarse desórdenes de los que nace asesinatos y rapiñas.
 
AP.Pero señor Maquiavelo, ¿no vale más ser amado que ser temido?
NM.La respuesta suele ser que se quiere ser ambas cosas, pero como es difícil conseguir ambas a la vez, es mucho más seguro ser temido primero. Mire, de los hombres, en general, se puede decir esto: que son ingratos, volubles simuladores y disimulados, que huyen de los peligros y están ansiosos de ganancias. 

 
AP.Hombre, tiene usted una visión muy negativa de la humanidad…
NM.A los hombres, mientras les haces bien, se son enteramente adictos, te ofrecen su sangre, su caudal, su vida y sus hijos, cuando la necesidad está cerca; pero cuando la necesidad desaparece se rebelan. Y si el príncipe se ha fundado por entero en la palabra de ellos, encontrándose desnudo de otros apoyos, decae. Los hombres tienen menos consideración en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer.
 
AP.Conclusión…
NM.El amor se retiene por el vínculo de la gratitud, el cual, debido a la perversidad de los hombres, es roto toda ocasión de propia utilidad; pero el temor se mantiene con un miedo al castigo que no abandona a los hombres nunca.
 
AP.¿Pero no generaría eso un odio hacia el gobernante?
NM.Se puede conseguir al mismo tiempo ser temido y no odiado, señor mío
 
AP.Pues como no me lo explique…
NM.Mire, se conseguirá si se abstiene de robar la hacienda de sus ciudadanos y súbditos (Nota del redactor: inevitablemente vuelven a mi cabeza tantas y tantas portadas de periódicos), y de robar a sus mujeres (N.d.R: repaso mentalmente y creo que a eso aún no hemos llegado); y cuando les sea indispensable derramar la sangre de alguien, hágalo cuando exista justificación conveniente y causa manifiesta; pero sobre todo, absténgase de tomar los bienes ajenos: porque los hombres olvidan más pronto la muerte del padre que la pérdida del patrimonio.
 
AP.Ya.. Bueno, y ¿cómo debe actuar un gobernante para ser amado?
NM.Querido amigo, ninguna otra cosa le genera a un príncipe mayor estimación que las grandes empresas y las acciones raras. Es también estimado un príncipe cuando es verdaderamente enemigo o amigo, es decir, cuando sin ninguna preocupación se declara a favor del uno contra el otro. Esta resolución es siempre más útil que la de permanecer neutral.
 
AP.En mi tiempo, señor Maquiavelo, estamos sufriendo una auténtica desgracia: segundos que meten la mano en la caja y son unos maleantes, sin que los primeros se enteren, o al menos eso dicen… ¿Qué tiene usted que decir?
NM.No es de poca importancia para un príncipe la lección de sus ministros, los cuales son buenos o no según la prudencia del príncipe. La primera conjetura que se hace sobre el talento de un príncipe es ver los hombres que tiene a su alrededor. Mire, hay tres tipos de ministros: unos entienden por sí mismos, los segundos disciernen lo que otros entienden y los terceros ni entienden ni por sí mismos ni por otros; los primeros son excelentísimos, los segundos excelentes y los tercero inútiles.
 
AP.Otra de las cosas que sufrimos en mi tiempo es de la mentira. Nuestros gobernantes no cumplen con sus promesas y creo que "guardar la fe dada" es para usted un tema capital ¿no?
NM.¡Cuán loable es en un príncipe mantener la fe jurada!, mas sin embargo, la experiencia de nuestros días, y por lo visto de los suyos, nos muestra príncipes que han hecho grandes cosas, y no obstante ha hecho poco caso de la buena fe y han sabido atraerse las mentes de los hombres…
 
AP.Claro, por eso le atribuyen a usted la frase: "el fin justifica los medios"
NM.No recuerdo haberla dicho, mi buen amigo. Y haga el favor de no cortarme cuando estoy hablando.
 
AP.Perdón, continúe…
NM.Como le decía, hay dos maneras de combatir: una con las leyes y otra con la fuerza; la primera es propia del hombre, la segunda lo es de los animales; pero como muchas veces la primera no basta, conviene recurrir a la segunda.
 
AP.¿A la de los animales?
NM.Sí, querido, a la de los animales. Y debiéndose parecer a los animales, el príncipe deberá entre ellos, imitar a la zorra y al león; porque el león no se defiende de las trampas y la zorra no se defiende de los lobos.
 
AP.Ya…
NM.Es necesario ser zorra para reconocer las trampas y león para destrozar a los lobos. Un príncipe no puede ni deber mantener fidelidad en las promesas cuando tal fidelidad redunda en prejuicio propio y cuando las razones que la hicieron prometer ya no existen.
 
AP.¿Y qué pasa con las personas?, ¿se las engaña y ya está?
NM.Mire, si los hombres fueran todos buenos, este precepto no sería bueno; pero, como son malos y no observarían su fe con respecto a ti, tú tampoco tienes que observarla con respecto a ellos.
 
AP.¿Todo vale con tal de conservar el poder?
NM.Para conservar el Estado, a veces hay que obrar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión. Es menester que el príncipe tenga el ánimo dispuesto a volverse según que los vientos de la fortuna y las variaciones de las cosas se lo exijan.
 
AP.Hacer el mal, vamos..
NM.No, no ha de apartarse del bien, al menos mientras pueda, sino que debe saber entra en el mal cuando hay necesidad.
 
- Pues ya hemos terminado…
- Muy bien, muchas gracias. Que le vaya bien
- ¿Cómo? No va a preguntarme nada sobre el futuro, sobre qué será de usted…
- No hay tiempo, me temo, mi querido amigo.
- Si aquí no hay nadie… pregunte sin miedo.
- A no ser que tenga un trozo de carne, le recomiendo que eche a correr. Adiós amigo, me ha encantado la charla.
 
En cuanto terminó de hablar, oí el ladrido del perro. Con la lengua fuera y los colmillos asomando, corría hacia mí. Como dijo Maquiavelo, eché a correr, lamentando los cigarros fumados y el poco ejercicio realizado. Al pegar la vuelta de la galería, y mezclándose con los ladridos del perro que cada vez sentía más cerca, empecé a oir las risa de Maquiavelo. Una risa profunda…Finalmente, logré teclear en mi móvil la señal para volver a mi tiempo. 
A.Petit (@apetitz)

A.Petit (@apetitz)

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