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Junto a Lewis Carroll, George MacDonald (1824-1905) es el más importante autor de fairy tales de la época victoriana. Influenciado por Novalis, el autor escocés, injustamente olvidado hoy, ha sido, sin embargo, un hito en la literatura fantástica pues, además de por su propia genialidad, influyó en algunos de los escritores más importantes del género como J.R.R. Tolkien, Charles Williams o C.S. Lewis.
Es precisamente el autor de Las Crónicas de Narnia quien firma el prólogo a la obra Fantastes que ahora recupera la editorial Atalanta, en su colección Imaginatio vera. Una obra que Lewis comenzó a leer en una estación de tren, “unas horas después – dijo el escritor inglés – supe que había cruzado una gran frontera”. En la obra de MacDonald, y brillantemente en Fantastes, en concreto, se entrecruzan el trasfondo místico, jalonado con modernidades como hiciera Lewis Carrol, y un espíritu experimental e innovador que revolucionó el género.
Fantastes se publicó por primera vez en Londres en 1858, y fue reeditada en 1970. El romance feérico para hombres y mujeres, como reza el subtítulo, se centra en Anodos – ascenso en griego -, un joven que es arrastrado a un onírico mundo en el que se ve obligado a luchar por mantener su ideal de belleza femenina.
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La obra de MacDonald es un hito en la literatura fantástica de todos los tiempos | |
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La historia comienza una mañana en la que su protagonista, Anodos, despierta y se encuentra con que su habitación se ha transformado. Una puerta se ha abierto en la pared y conduce a un mundo feérico en el que entabla relación con todo tipo de seres –estatuas que cobran vida, árboles que hablan, gigantes, quimeras monstruosas, caballeros andantes–, de los cuales su mayor enemigo es su propia y omnipresente sombra.
En la mejor tradición literaria, y con elementos absolutamente innovadores, la obra es una historia de desarrollo y transformación personal; Anodos tiene que atravesar un misterioso paisaje que noes sino el paso de su alma por el reino de la muerte.
Estamos ante una historia de desarrollo y transformación personal cuyo protagonista ha de atravesar un paisaje misterioso que simboliza el paso de su propia alma por el reino de la muerte.
"Esa noche mi imaginación fue, en cierto sentido, bautizada; el resto de mí, como es natural, llevó más tiempo. Yo no tenía la menor idea de lo que había dejado entrar por la adquisición de Fantastes", escribió Lewis sobre la primera vez que leyó la obra de MacDonald.
