Ángela P.

El ambigú

El ambigú es la colaboración de Ángela P. en Ritmos 21. Un lugar al que ir en los entreactos. Una pequeña muestra de su visión personal sobre los temas más variopintos.

Ángela escribe el blog Pero qué broma es ésta. Lectora voraz, es autora del libro Relatos al ácido. Aficionada al teatro, al cine y a la música, a veces se calza las zapatillas de correr para compensar sus excesos gastronómicos.

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Diario de viaje

15 días en Perú. Primera etapa: Lima, Cuzco y Valle Sagrado

Fotos: Ángela P.

TAGS TurismoPerú
La historia de Perú (oficialmente la República del Perú) golpea al viajero en el instante mismo de poner un pie en el país, desde los incas, pasando por Pizarro y el Virreinato español, la Independencia, el descubrimiento de Machu Picchu y el reconocimiento mundial de su gastronomía.

Lima, Cuzco, Machu Picchu, Puno y el Lago Titicaca, atravesando el altiplano andino hasta llegar a Arequipa. Todo el itinerario se presenta emocionante, intenso, interesante e increíblemente variado.

 

Organizar un viaje de tantos días, con diferentes paradas, siempre requiere tiempo y planificación. Pero, en el caso de Perú la cosa se complica especialmente si se tiene la intención de hacer el Camino Inca (o algunas de las rutas alternativas que llevan a Machu Picchu). La Lonely Planet recomienda reservar con seis meses de antelación, al menos, para julio y agosto.

 

En nuestro caso, comenzamos a preparar el viaje en el mes de abril (para agosto) y no encontramos sitio para el Camino Inca, por lo que nos decantamos por otra de las opciones disponibles: El Salkantay Trek (pero ya llegaremos a eso).

 

La maleta fue complicada, combinado ropa “de aventura” con outfits que no parecieran el resultado de un arrebato consumista en Decathlon (cosa que, de hecho, ocurrió). Además, nos quedábamos una semana más en Colombia, en concreto en Cartagena de Indias, donde el clima es totalmente distinto.

 

Primera etapa: Lima, Cuzco y Valle Sagrado

 

Lima

Volamos con Iberia desde Madrid al aeropuerto internacional Jorge Chávez de Lima. Nos alojamos en Ibis Larco Miraflores, situado (obvio) en Miraflores, uno de los barrios más seguros de Lima junto con San Isidro, y donde se hospedan la mayoría de los viajeros. El hotel es un Ibis normal y corriente sin especial encanto, pero cómodo y económico.

 

Una vez allí, pedimos que nos consiguieran un taxi (los propios peruanos recomiendan encarecidamente pedir los taxis desde el hotel o usar servicios como Uber en lugar de tomarlos directamente en la calle) y recorrimos, bajo el encapotado cielo limeño, el centro colonial de la ciudad, haciendo la ruta a pie que sugiere la Lonely Planet y que comienza en la plaza de San Martín para terminar, de nuevo, cerca del punto de partida, tomando un pisco sour en El Bolivarcito, el bar del Gran Hotel Bolívar. En la catedral de Lima fuimos tras la pista de la vida (y restos mortales) de Francisco Pizarro, figura controvertida y un tanto bipolar, denostado y aclamado. Incluso busqué sin éxito su estatua (réplica de la de la plaza Mayor de Trujillo) que antes se erguía en la plaza de Armas y en la actualidad se encuentra en el parque de la Muralla.

Tumba de Pizarro

 

Para comer, un tanto achispados por el pisco sour (doble, conocido como “la catedral”), nos reunimos con un amigo, entonces residente en Lima, en uno de sus restaurantes preferidos, el Cosme, situado en el barrio de San Isidro. Deliciosos los langostinos apaltados, el arroz Cosme y la carrillera 360.

 

Tras la comida volvimos al hotel a descansar y, no sé si fue cosa del jet lag o las bebidas, pero amanecimos 24 horas más tarde.

Plaza de Armas y catedral de Cuzco.

Cuzco

Desde Lima tomamos un vuelo hasta Cuzco (o Cusco). Antigua capital del Imperio inca, en esta preciosa ciudad conviven las ruinas incas con impresionantes catedrales e iglesias coloniales (construidas incluso sobre antiguos templos, como es el caso del impactante Coricancha - Santo Domingo).

 

Nos quedamos en JW Marriot El Convento (después de todo, se trataba de nuestro viaje de novios y nos merecíamos unos días de amor y lujo), un hotel maravilloso en el centro cuyo edificio tiene su propia historia y con uno de los mejores bufés de desayuno que he tenido el privilegio de conocer en mi humilde vida viajera.

 

En Cuzco, el visitante puede verse afectado por el mal de altura, por lo que se recomienda aclimatarse durante unos días antes de pasar a la siguiente fase natural del viaje: El camino hasta Machu Picchu. Para contrarrestar el sorochi se pueden comprar unas pastillitas en cualquier farmacia, tomar mate de coca, o, simplemente, seguir el sabio consejo de los locales: “Come poquito y camina despacito”.

Coricancha

Imprescindibles dentro de la ciudad son la plaza de Armas, la catedral (donde uno comienza a prendarse, irremediablemente de la muy original y entrañable escuela cuzqueña), la bonita iglesia de la Compañía de Jesús, que rivaliza casi con la catedral, y Coricancha, un antiguo templo inca reconvertido en iglesia colonial y priorato de Santo Domingo, notable combinación de arquitectura religiosa inca y colonial. Un poco más alejado, se encuentra el encantador barrio de San Blas, el de los artistas.

 

Cuzco es también un buen lugar para disfrutar de la rica gastronomía peruana, con especialidades como el cuy (conejillo de indias) o el choclo con queso que venden por la calle. Se puede comer además en uno de los Chicha de Gastón Acurio (conviene reservar). Muy recomendable también el Cicciolina (una buena ocasión para probar el cuy, pero un poco camuflado, pidiendo su espectacular causa con cuy) y el japonés Kintaro. Mejor cenar ligero, puesto que el empacho acrecienta el malestar provocado por la altura.

Puesto de comida exhibiendo cuy en todo su esplendor.

 

Excursión desde Cuzco. Valle Sagrado: Písac, Ollantaytambo, Chinchero

Entrada al Valle Sagrado.

Desde Cuzco, es frecuente que el viajero realice una excursión por el Valle Sagrado, el valle del río Urubamba.

 

Contratamos nuestra excursión con la agencia Americana de Turismo. La guía era buenísima, licenciada en Historia y Turismo y nos condujo habilidosamente, mezclando datos con información útil y anécdotas, desde Písac, pasando por Ollantaytambo hasta llegar a la sorprendente Chinchero. En toda la zona y, en cierto modo, en todo el Perú, se fusionan la religión católica con la cultura ancestral, creando una especie de fe propia, un poco supersticiosa, combinando cruces con cerveza, por ejemplo, colocadas en armonía sobre las puertas de las viviendas para asegurarse de que "la alegría no falte en casa".

 

En Písac se puede visitar su mercado artesanal y las ruinas de la ciudadela inca, con sus terrazas. Indispensables son también las ruinas de Ollantaytambo, antigua fortaleza y centro ceremonial inca. Es aquí donde se encuentra la supuesta representación de Viracocha, el dios creador andino, horadada en la montaña.

Representación de Viracocha en Ollantaytambo.

Sin embargo, lo que más nos sorprendió de la excursión fue el interior de la iglesia de Chinchero, una maravilla de colores e iconografía, manifestación de la escuela cuzqueña, esa genialidad de mezcolanza de arte occidental y andino, a la vez majestuoso e ingenuo. En su interior, por suerte y por desgracia, no se pueden tomar fotografías. Nos dejó con ganas de más, pero desgraciadamente el tiempo es un bien escaso y no disponíamos del suficiente para hacer alguna de las rutas del barroco andino que se ofertan en las agencias y en los hoteles. Habrá que volver.

Chinchero con su iglesia al fondo.

De vuelta en Cuzco, descansamos, nos reunimos con el grupo y los guías con los que recorreríamos la ruta que nos llevaría hasta Machu Picchu a través de la “montaña salvaje” o Salkantay y pasamos un día más paseando por la ciudad y preparándonos, física, técnica y psicológicamente (especialmente esto último), para la gran aventura.

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