Entrevista a Luis Alberto de Cuenca

"La vida es un juego de espejos y espejismos. La poesía trata de imitarla"

Es un viejo rockero de la poesía. Para muchos, Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950), el mejor poeta español vivo. Para todos, sin duda, uno de los nombres que forman parte ya del olímpico grupo de poetas imprescindibles. De una cultura y educación exquisitas, tras su abundante saber, se encuentra un hombre afable, de conversación inconmensurable y con una gran capacidad para hacer sentirse amigo a quien está delante.

Además, y como curiosidad, es el primer entrevistado que repite pues, ya hace dos años, RitmosXXI.com pudo charlar con él largo y tendido en una entrevista que sigue siendo hoy, de las más leídas del periódico.
 
No necesita mayor presentación quien es un auténtico moderno príncipe de las letras. 

P. Una mirada poética sobre el mundo. ¿Cómo mira Luis Alberto de Cuenca el mundo después de tan amplia trayectoria literaria?
R. Lo miro con la misma expectación y curiosidad con que lo contemplaba hace medio siglo. Pero con cierta melancolía, por aquello de que se va acercando la hora de la despedida.
 
P. Un nuevo poemario: Cuaderno de vacaciones. En él se conjugan muchas de las temáticas e imaginarios que le han ido persiguiendo durante su carrera en pura sintonía de la mano del humor y la melancolía, de lo pop y lo culto. Parafraseando uno de sus versos ¿Existe algo, realmente, al margen / de las cuatro paredes de tu casa?
R. Dentro de esas cuatro paredes está el mundo, tu mundo, el de los miles y miles de libros que pueblan tus estanterías. El átomo y el universo se parecen. Tu casa es el átomo que prefigura el universo.
 
P. A propósito de otro de sus poemas que abre Cuaderno de vacaciones, Caverna perpetua: ¿Es la vida recuerdo y la muerte olvido?
R. Así es. La muerte es el olvido de lo más importante que tenemos, que es la existencia. Una existencia que trae consigo, en el caso de los seres humanos, la memoria, fuente de todo conocimiento.
 
P: Uno de los temas más recurrentes en su obra es el amor, acaso como vehículo para rozar lo sublime, el infinito anhelado por el ser humano. El amor en su obra como en la vida, va pasando por varias etapas, aunque magistralmente siempre cargado de nostalgia y cotidianidad. ¿Qué es el amor después de veintidós publicaciones y con una madurez excepcional?
R. Un invento de Safo y compañía, allá por los siglos VII-VI antes de Cristo, perfeccionado por los poetas elegíacos latinos, los trovadores provenzales y el Dolce Stil Novo. Denis de Rougemont lo dejó dicho en su magnífico libro El amor y Occidente. Un artificio cultural que se ha filtrado en nuestras entretelas hasta convertirse en la idea motriz del mundo, l’amor che move il sole e l’altre stelle (Paradiso, XXXIII, 145).
 
P. El espejo… haciendo un pequeño guiño a Pere Gimferrer, del que ha hablado en alguna ocasión como gran maestro, y conectándolo con una de sus últimas reflexiones sobre “la muerte como traspasar el espejo” ¿Es la poesía un juego de espejismos?
R. Es la vida lo que es un juego de espejos y espejismos. La poesía trata de imitarla.
 
P. Cuando la crítica, recolectora de significados ausentes, le encasilla dentro de la hipertextualidad, a mí me viene a la mente aquello que los postestructuralistas pusieron en tela de juicio: el lenguaje no es más que una agrupación de significados ajenos que hacemos propios (haciendo referencia a Barthes). ¿Es la poesía postmoderna, con la anunciada muerte de los grandes relatos, un ejercicio de hipertexto?
R. No sé mucho de esas cosas. Sí sé que la poesía postmoderna, como la premoderna, está tejida con los hilos con los que se tejen los sueños, si me permites la evocación del célebre pasaje de The Tempest.
 
P. Hablando de Postmodernidad… ¿dónde estamos, hacia dónde vamos?
R. En el caos, como siempre. La evolución humana es producto del azar. Leer el poema “Lo fatal” de Rubén Darío ilustra a la perfección lo que pienso al respecto.
 
Éramos postmodernos entonces (y subrayo
el prefijo). Asumiendo que íbamos de eso,
y que quizá algún día nos dé por regresar
a lo mismo, la cosa es que a los que quedamos
de aquella Edad de Oro nos ha dado, cumplidos
los sesenta, por ir de premodernos.

P. En esos brillantes versos, se pone en juego el ser postmoderno teñido de nostalgia y melancolía. ¿Acaso ese proyecto fallido de la Modernidad sigue rondando en lo más profundo del hombre, como si del sentido mismo de la vida se tratase?
R. Nunca me ha interesado el concepto de Modernidad. Prefiero esa palabra con prefijo, ya sea post o pre. Últimamente me encuentro más cómodo dentro del segundo de esos dos prefijos.
 
P. Me llama la atención y volviendo a aquella estrofa, esa contraposición postmodernos/premodernos. En una era llena de “post…”, los jóvenes andan perdidos entre los vaivenes y ecos de la quiebra de valores, ¿Cual sería el tema premoderno de Luis Alberto de Cuenca, para devolver el sentido o fe a la juventud?
R. La educación basada en el estudio de los clásicos, en la familiaridad con los mismos, empezando por la Epopeya de Gilgamesh, continuando por la literatura y el pensamiento grecolatinos, sin renunciar a los grandes clásicos modernos. En ellos está todo lo que puede devolvernos el equilibrio, la confianza, la serenidad.
 
P. Si se me permite, desde una visión centrista, de gran ciudad, de conexión entre diferencias y artes. ¿Cómo se ve la cultura desde el despacho madrileño del CSIC?
R. Como siempre. En las barricadas, formando parte de la resistencia, agobiada ante tanta mediocridad circundante, en el zulo privilegiado de la inteligencia y la sensibilidad.
 
P. Puede que sea constante en las últimas obras de autores postmodernos, esa desmitificación del mito, y desde un estudioso de las lenguas y literaturas clásicas, después de haber resquebrajado la estructura mítica… ¿Acaso la sociedad, la vida no necesita de mitos?
R. Labor inútil la de la desmitificación. Los mitos se transforman, no se destruyen. Dediqué un libro, titulado Necesidad del mito, a esos temas. El título lo dice todo.
 
P. Para concluir, no sin antes dar las gracias por toda una obra, ¿qué tienen en común Cine y Poesía?
R. El cine es literatura en imágenes, y la poesía es la quintaesencia de la literatura. Son, por tanto, familia consanguínea.

 
El poeta, el tiempo y la inspiración
 
 
P. ¿Qué es la poesía?
R. ¿Y tú me lo preguntas? La quintaesencia de la literatura.
 
P. ¿El poeta nace o se hace?
R. Nace. Pero luego tiene que aprovechar las virtualidades que confluyeron en su genoma para que naciese poeta.
 
P. ¿Puede existir poesía sin sentimiento, una poesía exenta?
R. No hay poesía sin emoción. Y la emoción deriva del sentimiento.
 
P. ¿Está todo inventado en la poesía?
R. Está todo inventado y, a la vez, todo por inventar. La poesía está siempre inventándose a sí misma en cada poeta.
 
P. ¿Es la poesía un exilio interior o la repatriación de uno mismo?
R. De exilio interior nada. Y tampoco repatriación de uno mismo (entre otras cosas porque no entiendo qué es eso). La poesía, y lo repito, es la quintaesencia de la literatura, y la literatura es un modo de crear belleza a través de la palabra.
 
P. ¿Cómo saber si un  poema es bueno o malo?
R. Si uno ha leído lo suficiente, acaba sabiéndolo. Leer es el único método que existe para distinguir lo bien hecho en poesía de lo mal hecho.
 
P. ¿Cree en la inspiración? ¿Qué es? ¿Viene sola o hay que llamarla?
R. Creo en la inspiración. Es un milagro y, por lo tanto, no puede uno llamarla y decir: “Ven, te necesito.” La inspiración ocurre. En el momento menos pensado. Cuando menos lo esperas. Ocurre.
 
P. ¿Por qué se recuerda a los poetas?
R. Decía Hölderlin que lo que permanece lo fundan los poetas (was bleibt stiften die Dichter). Estoy de acuerdo en eso con el loco de Hölderlin. Se los recuerda por eso.
 
 
 
Paula López Montero

Paula López Montero

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