Lola Blasco, 1983. Quizá una de las mejores dramaturgas del siglo XXI. Licenciada en Dramaturgia por la Real Escuela Superior de Arte Dramático, formada en interpretación en el Estudio de Jorge Eines y con máster en Humanidades en la universidad Carlos III de Madrid. Premio Buero Vallejo por su obra Pieza Paisaje en un prólogo y un acto (2009). Ha publicado sus obras Foto Finis, Oración por un caballo (Fundamentos 2007 y 2008) y es además autora de las obras Los hijos de las nubes (2011), En defensa de un teatro político-revolucionario (2011), Un concierto de despedida (Acotaciones, 28) y Proyecto Milgram publicada por el Centro Dramático Nacional (2012).
Hablar de juventud, reconocimiento profesional y sentido en el mundo hoy en día parece casi imposible tratándose del universo económico en el que vivimos, pero cuando hablamos de Cultura, parece que se nos enciende la fe y todo parece diferente y en ocasiones aparecen personas que, como Lola, aportan una luz, una visión, una nueva forma de hacer Arte con mayúsculas, y de por supuesto renovar una disciplina eterna como es la Dramaturgia.
P: Actualmente tu línea de investigación es la confesión en la dramaturgia…¿Sigue teniendo hoy en día la confesión un matiz místico, cercano al sacramento religioso?
L: María Zambrano dice que “la confesión parte de sentirse enemistado” y yo comparto esta idea. La confesión parte de sentirse enemistado, ya sea con uno mismo, con la vida o con Dios. Es desde ese lugar desde donde me interesa como mecanismo. La confesión es un estado complejo en el que el agente (el que se confiesa) es a la vez víctima y verdugo de sí mismo. El que se confiesa se mueve por la libertad de ejercer la palabra, aún contra sí mismo, con la voluntad de que se produzca una mejora. Esa transformación, esa mejora, que se produce en el cuerpo de aquel que ejerce la palabra, de aquel que actúa como penitente, ha de servir de ejemplo al resto. Me parece sugestivo pensar en algunas muestras del teatro español de los últimos años desde esta perspectiva. Creo que algunas piezas de Angélica Liddell, Ana Vallés o Sara Molina podrían dar buena cuenta de lo que estoy diciendo.
No obstante, me parece importante no confundir la confesión con la dramaturgia en primera persona. Si en la dramaturgia en primera persona el fin está en uno mismo, para que se produzca una confesión verdadera el fin ha de estar puesto en los otros, en la sociedad. Por ello, en una confesión no va a tener tanta importancia la veracidad de los hechos retratados como la posibilidad de que todos puedan verse reflejados en dichos hechos, es decir, se va a primar el carácter íntimo de lo relatado (común a todos los seres humanos) frente a la anécdota privada carente de valor para el resto. La confesión surge de una profunda violencia hacia uno mismo, de un verdadero acto de deslealtad. Pero la deslealtad no es sólo para con uno, sino que también implica estar al margen de la “legalidad”. El que se confiesa establece un juicio tanto hacia sí como hacia el resto y eso, en muchas ocasiones, implica decir cosas que no casan con lo que piensa la mayoría. O decir cosas que la mayoría piensa pero jamás diría en público por temor a las consecuencias. En ese sentido, y tal y como entiendo la confesión en este momento, para mí estaría cerca de la figura del parresiastés. Como diría Foucault, el hecho de que un hablante diga algo peligroso, diferente de lo que cree la mayoría, es una fuerte indicación de que es un parresiastés.
En definitiva, me interesa la confesión en cuanto construcción y mejora de la identidad y en cuanto construcción y mejora del entorno. Respeto a aquellos que creen que alguien puede darles el perdón que necesitan, pero yo no creo en eso. Creo en el proceso constante y en aquello de que una vida sin examen no merece ser vivida. Y esto no tiene que ver con ninguna institución o iglesia.
"La confesión surge de una profunda violencia hacia uno mismo" | ||||
En definitiva, me interesa la confesión en cuanto construcción y mejora de la identidad y en cuanto construcción y mejora del entorno. Respeto a aquellos que creen que alguien puede darles el perdón que necesitan, pero yo no creo en eso. Creo en el proceso constante y en aquello de que una vida sin examen no merece ser vivida. Y esto no tiene que ver con ninguna institución o iglesia.
P: Influencias, inspiraciones…
L: Tantas… Adoro la literatura de Walser, de Sebald, de Coetzee, de Quignard… En mi escritura me siento influenciada por Kafka, Müller, Jelinek, Bernhard o Koltés. Pero siempre que me pierdo vuelvo a Melville, a Conrad, a Shakespeare. En cuanto a aquellos que despiertan mi mente hablaría de Benjamin, Adorno, Agamben y Zambrano. Y dejo ya esta lista porque me siento una traidora dejando fuera a tantos.
P: En Hijo de las Nubes, una de las obras más fascinantes, hablas desde una posición distanciada de la contingencia histórica, observadora del vacío, sobre la que recae el peso de las heridas pasadas, la Dictadura, la Democracia…Una visión nostálgica y de fondo el Sáhara…
L: En esa pieza pretendía señalar no sólo la mala colonización que hizo España en el terreno, sino de la peor descolonización que llevó a cabo. La situación de los saharauis es tremendamente injusta. Una sociedad decente no puede permitir la indignidad de sus pueblos y nosotros, como españoles, tenemos una responsabilidad con nuestros hermanos, los saharauis. Cuando me enteré de la matanza del Aaiún me di cuenta de lo poco que sabía de aquellos que habían tenido pasaporte español, como yo. Decidí viajar para dar testimonio. Al final fue un viaje a mis raíces. La escritura es mi herramienta, me considero obrera de la palabra, me parecía que no utilizar mi palabra para hablar de este tema era faltar a mi trabajo. Yo simplemente di cuenta de mi experiencia pues eso era cuanto podía hacer.
P: Últimamente en los círculos artísticos se debate mucho sobre la Alta cultura vs. La cultura popular ¿Qué opinas?
L: Pues supongo que es el eterno debate. Yo, si te soy sincera, querría poder llegar a todo el mundo. Cuando he visto que alguna persona se iba de una obra mía me ha generado mucha tristeza. A veces, si me ha pillado en el escenario, hasta los he despedido. Me gustaría llegar a todo el mundo, pero me niego a creer que el nivel de discurso al que nos tienen acostumbrados es el límite de las posibilidades de las personas que leen o ven lo que yo hago. Me interesa escoger la palabra que sea más sencilla para decir las cosas, cada vez persigo esto con más ahínco, pero no por ello rebajo el nivel conceptual de lo planteado: Todo es cuestión de costumbre y los que nos dedicamos a generar cultura tenemos también una responsabilidad en cuanto a qué costumbres queremos generar.
P: Vivimos tiempos en que la gente pide un cambio ¿la revolución es interior o exterior?
L: La revolución es interior y exterior al mismo tiempo. Para que la revolución exterior se produzca hay que creer en su posibilidad, pero también muchos creerán en otras posibilidades cuando vean un cambio externo. Lo importante es que si la gente pide un cambio es porque el cambio ya ha comenzado.
P: “El mar, nuestro mar está otra vez abierto, tal vez no haya habido jamás un mar tan abierto” (Lola Blasco, En defensa de un teatro político-revolucionario, 2011)…
L: Esa obra surge al hilo del 15M. Supongo que estaba triste e indignada. Como tantos otros. La obra planteaba el drama del exilio juvenil debido al desempleo. Para mí ese “bájense de la ballena” en la puerta del Sol, “bájense de la ballena que puede ceder” fue un momento histórico que tenía que atrapar con las uñas. Fue uno de esos momentos que en mi opinión dan cuenta de una época. La gente estaba en la calle, habían comprendido.
"Nuestra historia está manchada con la sangre de todos los que perecieron" | ||||
La frase que citas pertenece a Nietzsche, yo se la robé. La utilicé porque me parecía óptima en ese momento. El primer paso era comprender lo falso de los argumentos anteriores. Ahora el problema era cómo encontrar consuelo ante la rabia y la tristeza del que comprende que está desamparado sin caer en la violencia. Como seguir, en definitiva, resistiendo hasta que se produzca el cambio. Y la única solución que encontré fue mirar al pasado y traer a colación, redimir, a aquellos que antes sufrieron lo mismo. Para evitar que los errores se repitan generación tras generación. Y por eso en la obra se mencionan los barcos cargados de exiliados republicanos, y por eso en la obra se cita a Ovidio, sus Tristes, porque cuando uno tiene compañeros de fatigas, el camino se despeja, un poco…Para mí era importante en ese momento hablar de resistencia, hablar de Weiss de los espartaquistas, de Rosa de Luxemburgo, y parece que ahora llega el cambio, parece que el mar está abierto… (Yo, desgraciadamente, soy una idealista pese a todo, veremos qué pasa).
P: Quizá no todo el mundo esté preparado para la idea de Walter Benjamin de lo abierto…
L: ¿Y para qué estamos pre-parados? (Sé que no es la respuesta que querías pero no he podido evitar el chiste fácil) Creo que es importante mirar al pasado, concebirlo en la linea de Benjamin como un pasado abierto que nos interpela de forma directa negando el tiempo como algo progresivo, puesto que la historia la han hecho los vencedores, no los vencidos, y por tanto nuestra historia está manchada con la sangre de todos los que perecieron. Creo que existe la posibilidad de redención en el presente, y que el futuro está también ahora en nuestras manos. Comprender esto puede darnos una posibilidad. A veces imagino que nuestra sangre es una especie de USB en el que se almacena toda la información, la del pasado, la del futuro… La pregunta es ¿qué hacemos con esta información?
P: Desde la Ilustración hemos ido renunciando a la espiritualidad ¿es necesario recuperarla?
L: Depende lo que entendamos por espiritualidad. Ahora vivimos en un tiempo de fe, fanatismo y violencia. Y esto viene provocado, en parte, por la crisis económica. Para mí es importante que la razón ceda parte de su dominio a la emoción y al corazón. Quizás las personas no sepan qué es el bien, o no puedan ponerse de acuerdo sobre qué significa esto. Sin embargo creo que sí saben qué es el mal. Creo que todos podemos saberlo. Finalmente es muy sencillo. Se trata de pensar también con el corazón, con las emociones. Las matanzas se perpetúan por las razones, por la educación. El deseo de matar a alguien puede durar un tiempo limitado sin embargo a través de las razones se perpetua ese deseo, se justifica. Yo no buscaría fuera lo que tenemos dentro. No se trata de buscar lo que no veo, lo que no siento. Se trata de comprender la fragilidad de nuestros cuerpos, lo limitado de nuestro tiempo, de nuestra vida, en definitiva estar en nuestro presente. Se trata de comprender el dolor y el daño que la vida conlleva y de no querer hacérsela más difícil a los demás, a sabiendas. La compasión… Quizás esto sea espiritual, al menos suena espiritual, pero para mí tiene que ver con los cuerpos, no sé…
P: La espera también es un gran tema del que podríamos hablar…¿a qué espera el hombre?
L: Sinceramente no sé a qué espera el hombre pero sí sé lo único que al hombre le espera, así que si queremos hacer algo, ahora es el momento. Obviamente la idea del hombre, de la Humanidad, en un progreso constante no se sostiene desde ninguna perspectiva histórica.
P: Se sigue diciendo que en la élites y altos cargos la mujer sigue teniendo un papel muy restringido ¿Cómo observas esto en la cultura?
L: Los puestos en los altos cargo de cultura son muy escasos. Las mujeres suelen ocupar puestos intermedios, suelen ocuparse de ejecutar el trabajo, pero su acceso a los altos cargos es muy restringido. En realidad hacemos el trabajo sucio y cobramos menos, esto es así. Ayer me sugirieron firmar a partir de ahora mis obras con un seudónimo. Me sugirieron que me pusiera nombre de hombre y a ser posible extranjero, para ver qué pasaba. Me lo dijo una persona sensata. Igual lo pruebo y te lo cuento. Como mujer me siento muy condicionada en muchos aspectos de mi vida profesional. Todavía nos queda un camino largo para que la igualdad se haga efectiva.
P: Impartiendo clase en la Universidad Carlos III de Madrid ¿Cómo ves a las nuevas generaciones?
L: Yo no llevo muchos años dando clase como para tener una opinión sobre si han cambiado o no las cosas en los últimos tiempos. Desde mi experiencia sólo puedo decir que a veces me encuentro con alumnos a los que no les interesa nada lo que yo pueda decirles, lo cual me parece bastante razonable, sólo les interesa aprobar o no la asignatura, y lo entiendo. Me da lástima que desaprovechen la oportunidad que a mí me ha dado Kafka, Eliot, Plath, Ajmátova, Celan… Y luego tengo alumnos que sí, que aprovechan las clases. Y estos últimos tras unas cuantas lecturas empiezan a caminar mirando al suelo, arrastrando los pies. El primer tipo de alumno parece mucho más feliz que el segundo tipo de alumno. Pero sigo creyendo que a la larga las cosas serán mejores para el segundo tipo de alumno. Espero no equivocarme.
L: Yo no llevo muchos años dando clase como para tener una opinión sobre si han cambiado o no las cosas en los últimos tiempos. Desde mi experiencia sólo puedo decir que a veces me encuentro con alumnos a los que no les interesa nada lo que yo pueda decirles, lo cual me parece bastante razonable, sólo les interesa aprobar o no la asignatura, y lo entiendo. Me da lástima que desaprovechen la oportunidad que a mí me ha dado Kafka, Eliot, Plath, Ajmátova, Celan… Y luego tengo alumnos que sí, que aprovechan las clases. Y estos últimos tras unas cuantas lecturas empiezan a caminar mirando al suelo, arrastrando los pies. El primer tipo de alumno parece mucho más feliz que el segundo tipo de alumno. Pero sigo creyendo que a la larga las cosas serán mejores para el segundo tipo de alumno. Espero no equivocarme.