Análisis XXI

Jacinto Benavente y el teatro de su tiempo

Jacinto Benavente, en una foto de archivo.

Jacinto Benavente, en una foto de archivo.

Tal día como hoy se conmemora la muerte de uno de nuestros dramaturgos más reconocidos, académico de honor de la Real Academia Española y premiado con el Nobel de Literatura en 1922.
 
Hace ya más de 50 años que nos dejó, pero su legado sigue brillando con fuerza. Jacinto Benavente es sin duda una de las figuras claves para entender el desarrollo del teatro español en la primera mitad del siglo XX. Fue un hombre polifacético, no solo por las múltiples actividades que desempeñó a lo largo de su vida (entre otras cosas, se dedicó al periodismo y a la política), sino también por la gran versatilidad que demostró con su pluma. A lo largo de su carrera como dramaturgo cultivó todos los géneros teatrales: tragedia, comedia, drama y sainete. Aparte también escribió un libro de poesía y varios cuentos infantiles.
 
Definió la II República como "la tercera dictadura" que le ha tocado vivir

 
Nació en Madrid, en el seno de una familia acomodada el día 12 de agosto de 1966. Cursó estudios de derecho en la Universidad Central de Madrid, pero no llegó a terminarlos, ya que a la muerte de su padre recibió una cuantiosa herencia que empeñó para viajar por Europa. Esto explicaría el conocimiento que Benavente tuvo de las costumbres y el teatro inglés e italiano, lo que demuestra con el uso exquisito de la ironía, propia de Oscar Wilde, y la adaptación que hará en 1907 de la commedia dell´arte en su obra cumbre: Los intereses creados. Es principalmente por su labor de difusión de las corrientes dramatúrgicas extranjeras por lo que la obra de Benavente es reconocida y se estudia hoy día.
 
Después de la guerra, algunas de sus obras fueron censuradas, sobre todo durante los primeros años del franquismo, por haber sido uno de los cofundadores de la Asociación Amigos de la Unión Soviética. Resulta realmente paradójico que uno de los fundadores de tal asociación tuviese inscrito en su tarjeta “Jacinto Benavente: un burgués inquieto”.
 
También se mostró muy crítico durante los primeros años de la Segunda República española, a la que llega a definir en 1931 como “la tercera dictadura” que le ha tocado vivir.
 
Por estas y otras muchas cuestiones comprobamos que Benavente es un escritor difícil de encasillar de una posición definida, ni en cuanto a las opiniones políticas ni en cuanto a las ideas estéticas. Algunos críticos lo consideran un autor cercano al modernismo de finales del XIX, por ese sentimiento afín al espíritu de la bohemia decadente. Nadie puede dudar de que la displicencia y el paternalismo que Benavente muestra para con los vicios de las clases acomodadas españolas le hacen estar en la órbita del dandismo finisecular. Sin embargo, también muestra sus preocupaciones por la clase campesina humilde en obras como La malquerida o Señora Ama, en donde plasma sus preocupaciones regeneracionistas y sociales, muy en la línea de los autores de la Generación del 98. No hay que olvidar tampoco que autores como Azorín o Unamuno le granjearon buenas críticas cuando sus obras apenas eran conocidas.
 
Si bien la obra dramática de Jacinto Benavente ha sido y es hoy día objeto de estudio, aunque se haya sometido a duras críticas por parte de autores como Pérez Ayala o Torrente Ballester, no podemos decir lo mismo de su obra periodística como crítico de teatro. La historiografía literaria de nuestro país ha guardado un extraño silencio en torno a los numerosísimos artículos que Benavente escribió (más de 500 sobre teatro especializado), en los que plasmó su idea de lo que tenía que ser el arte dramático. En concreto, el objeto de sus críticas eran las obras que seguían la estela del melodrama de Echegaray. Frente a un teatro excesivamente afectado y cargado de profundidad postromántica, la comedia benaventina propone el realismo, la naturalidad y la verosimilitud. Con estos ingredientes, si bien Benavente no llegó a revolucionar el teatro español, sí que consiguió producir un gran número de obras (hasta 172 en total) con la que cosechó un gran éxito en las taquillas, revitalizando económicamente un género que entonces se consideraba ruinoso por los gastos que producía.
 
Afirmó que el arte dramático es un negocio que tiene que satisfacer la demanda del público
A finales del siglo XIX el teatro español había entrado en un colapso. Será durante las tres primeras décadas del siglo XX cuando las obras de teatro van a tener una gran difusión. Pese a que el teatro era un negocio que había de hacer frente a muchos costes, se van a abrir nuevos teatros más baratos, por lo que se empieza a captar a mayor número de espectadores. También se van a representar mayor número de obras al día con el surgimiento de los llamados “teatros por horas”, en los cuales podían tener lugar hasta cinco representaciones en un mismo día. Este conjunto de circunstancias van a hacer que el teatro español de desarrolle de una forma totalmente particular, y que la demanda de dramaturgos aumente más que en épocas anteriores. Comienza a verse la profesión de autor dramaturgo como una salida factible por parte de la población con estudios y desempleada, lo que conllevó a una devaluación de su reputación como literato e intelectual. Jacinto Benavente entró en lidia con esta clase de escritores que comienzan en el mundo del teatro sin una formación humanística con el propósito de ganar fama y hacer dinero. Sin embargo, tampoco hay que considerar que esa proliferación de autores dramaturgos tuviera solamente consecuencias negativas, sino que esta situación también ayudó a revitalizar el teatro como género literario.
 
Pero lo que más caracteriza la visión del teatro de Benavente frente a otros contemporáneos suyos es su realismo. Benavente entiende que el arte dramático es un negocio que tiene que satisfacer la demanda del público, pero que no por ello ha de desentenderse del lirismo y la calidad. Él entendía que un teatro sin público jamás podría salir adelante, por lo que habría que intentar conciliar el gusto del espectador normal con el gusto del crítico de teatro para lograr el éxito, ideas que en el fondo no tienen nada de revolucionarias y que ya encontramos en Lope de Vega. Pero era precisamente esa exigencia del público, que cada vez más va al teatro y que quiere ver cosas nuevas, la que acababa por hacer del autor de teatro un ser inseguro y agobiado, en el que la responsabilidad de un fracaso podía truncar su carrera en cualquier momento.
 
Sin embargo, la obra de Benavente gozó de gran éxito a lo largo de toda su vida, tanto por parte del público como por parte de la crítica. En 1912 ingresó en la Real Academia Española, y en 1922 ganó el Premio Nobel de Literatura. También se le premió en los últimos años de su vida con la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio y con la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. Murió en Galapagar el 14 de julio de 1954 con 87 años. 
Álvaro Arias

Álvaro Arias

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