Balas de Plata

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Álvaro Petit Zarzalejos, es periodista y escritor. Fundador y editor de Ritmos 21 de información y análisis cultural, ha entrevistado a algunas de las personalidades más relevantes de la cultura española de los últimos años. Como escritor, ha publicado el poemario Once Noches y Nueve Besos (Ediciones Carena 2012) y Cuando los labios fueron alas (Ediciones Vitruvio).

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Memoria histórica

Plaza Salvador Dalí, en Madrid. Foto: Manuel M. Vicente

Vuelve a la actualidad la historia. Esta vez bajo intención de reformar el callejero de la ciudad de Madrid, al que, según parece, quieren cambiarle unas cuantas calles por estar dedicadas a personajes vinculados con el franquismo. Vuelve a la actualidad la historia, o una forma peculiar de tratar la historia. Los que nacimos en democracia y desprovistos nuestros cuerpos y nuestra memoria de las heridas de una guerra civil, no podemos sino estar de acuerdo con que quienes perdieron a sus seres queridos puedan recuperar sus restos y enterrarlos dignamente. De eso, dijeron, trata la memoria histórica, no de la patochada de cambiar calles, que es más un juego de política-artificio, en el que además, la concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid está demostrando su profunda incultura, queriendo, bajo el aserto de franquista, quitarle la calle a Dalí, Mihura y otros tantos. Muchos piden la dimisión de Celia Mayer, y lo hacen por diversas razones, sin embargo la principal de ellas debería ser su incapacidad para el puesto que ocupa, ya que si la única consideración que le merece Dali es su vida durante el franquismo, queda demostrado que no puede ser la responsable de Cultura en el Ayuntamiento. 

Vemos cómo hasta con los muertos se hacen distingos. Un muerto es un muerto. No hace falta recordar la copla manriqueña que habla del poder igualatorio de la muerte. Todos han de descansar para los restos de la manera más digna posible. Pero este hecho inapelable, se envilece cuando los muertos son de una guerra civil, una guerra en la que, como en cualquier otra, hubo vencedores y vencidos. Pero la memoria histórica es memoria, no resarcimiento. La memoria no puede dar más valor a un muerto que a otro. Porque muertos hubo en el Ebro, pero también en el Madrid republicano. Muertos hubo en ambos bandos, y aunque uno de ellos tuviera cuarenta años para dignificarlos, la colpla de Manrique sigue siendo válida.

No se trata de cunetas atoradas de cadáveres. No se trata ahora, años después de aquel trágico enfrentamiento, de intentar ganar una batalla contra la historia. Se trata de algo más humano y más sencillo: dar sepultura a los muertos, republicanos, y también nacionales, porque en Madrid podría hacerse toda una ruta de asesinatos viles perpetrados por comunistas y anarquistas en las chekas. O hacemos memoria histórica de verdad, o es mejor no hacer nada. Lo que en ningún caso es recomendable, es querer ganar hoy, con el beneficio de los años y la visceralidad de los sentimientos, una guerra que sucedió hace más de medio siglo y cuyas heridas no gangrenan hoy en la piel de los españoles. Y si esa es la intención, que cambien el nombre de la ley y en vez de Memoria Histórica la llamen de Venganza Histórica. 

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