“Pero, ¿por qué no voy a ser
al mismo tiempo sueño y vida,
ser el médico y ser la herida,
Luis de Granada y Baudelaire?
¿Por qué te avergüenzas de mí
cuando me vuelvo Don Quijote?
¿Por qué no quieres que se note
cuando me ataca el frenesí?
La locura no me divierte,
pero es peor aún el tedio.
Seré si tú no hallas remedio,
Jekyll y Hyde hasta la muerte"
El Premio Nacional de Poesía otorgado a Luis Alberto de Cuenca (Madrid, diciembre 1950) por su obra Cuaderno de vacaciones supone el reconocimiento de un artista de la palabra, de un hombre renacentista capaz de construir mundos ficticios en versos que se antojan profundamente reales, y a la vez sumergirse en el ensayo, la traducción (en 1989 obtuvo el Premio Nacional por su traducción del Cantar de Valtario), el cine clásico americano (Howard Hawks a la cabeza), el género fantástico o el fascinante mundo del comic. Y todo ello salpicado con letras de canciones, recitales y presentaciones y su fecunda experiencia en la gestión política cultural. El gran poeta y creador de formas y lenguaje supo también bajar a la tierra de la administración para ser Director de la Biblioteca Nacional (1996-2000) y Secretario de Estado de Cultura (2000-2004).
Tuve la suerte de conocer a Luis Alberto de Cuenca en 1996 con ocasión de uno de los Jurados del Círculo de Escritores cinematográficos del que formamos parte. En 1998 accedió a participar en el proyecto cultural de La nave de Alceo que llevé a cabo en la Comunidad de Madrid (y en el que también colaboraron entre otros Juan Manuel de Prada, José Jiménez Lozano, Pedro Antonio Urbina, Isabel Redondo Alcaide, Javier Grima y Alejandro Sanz Peinado). Siempre generoso y prolífico, Luis Alberto presentó varios de mis libros (singularmente novelas como Retrato de ell,a y me hizo el honor de prologar en 2010 Círculo de mujeres. Me propuso para los Jurados de los Premios Nacionales de Literatura y Teatro entre 2003 y 2005 y colaboramos en libros conjuntos dedicados al recordado Paul Naschy, entre ellos La marca del hombre lobo, también con Juan Manuel de Prada siempre cerca y brillante.
Y los premios de Cultura Viva a lo largo de varios años nos permitieron gozar el cine y la literatura y descubrir nuevos valores literarios o premiar en el apartado de cine artistas del carisma y la independencia de Paul Naschy, Manuel Zarzo o Juan Pinzás.
En la obra poética de Luis Alberto de Cuenca podemos distinguir al menos tres etapas reconocibles; la primera llamada novísima con títulos como Elsinore y Los retratos. Una etapa corta en el tiempo (entre 1968 y 1972) pero que como ha escrito Javier Letrán, “sentará las bases de lo que será su obra posterior hasta hoy mismo, sobre todo en lo tocante a rasgos como el esteticismo, el culturalismo, el enmascaramiento y el eclecticismo”.
En 1978 la publicación del poemario Scholia supone un punto de inflexión y un auténtico puente entre la estética novísima de la juventud y la estética del clasicismo postmoderno de la madurez. Y será en 1985, tras La caja de plata, cuando Luis Alberto comience su etapa postmoderna y que se extiende hasta la renovación de sus últimos poemarios. En esta etapa, la más brillante de su obra, las influencias cinematográficas se funden con la estética culturalista, el mundo clásico, el sentido del humor y una original armonización de la cultura de elite y la popular. Ello permite que en el imaginario sugerente del poeta Howard Hawks introduzca sus imágenes modernas o Bogart declame un verso de Píndaro.
Se publican El otro sueño (1987), El hacha y la rosa (1993), Por fuertes y fronteras (1996), Fiebre alta (1999), Sin miedo ni esperanza (2002), diversas antologías entre ellas Los mundos y los días (2012), La mujer y el vampiro (2010), hasta llegar al Cuaderno de vacaciones, publicado en 2014.
Los rasgos más relevantes de esta poesía de madurez (con piezas maestras como Alicia vestida de Leia Organa, Political incorrectness, Collige virgo rosas, Voy a escribir un libro, Jekyll y Hyde, Bébetela, o Vive la vida) serían la narratividad (como en Campoamor y su mítico Tren expreso, los poemas cuentan historias emocionantes), el estilo coloquial que convive con referencias mitológicas o fílmicas (uno de los poemas se titula Horse soldiers, la película de 1959 de John Ford, con John Wayne y William Holden), los retazos autobiográficos, el sentido del humor, el eclecticismo cultural y un universo poético a menudo teñido de fantasía e imaginación.
Sin renunciar a la élite, Luis Alberto ha autodenominado su poesía como “de línea clara”, por eso es capaz de acariciar el corazón. Posee un maravilloso sentido musical, no en vano compuso canciones (la famosa Hola mi amor, yo soy tu lobo), en tanto que Loquillo pudo presentar uno de sus mejores trabajos musicales (Su nombre era el de todas las mujeres, 2011), con adaptaciones de varios poemas logrando una admirable simbiosis de música y verso.
Línea clara
Dicen que hablamos claro, y que la poesía
no es comunicación, sino conocimiento,
y que sólo conoce quien renuncia a este mundo
y a sus pompas y obras —la amistad, la ternura,
la decepción, el fraude, la alegría, el coraje,
el humor y la fe, la lealtad, la envidia,
la esperanza, el amor, todo lo que no sea
intelectual, abstruso, místico, filosófico
y, desde luego, mínimo, silencioso y profundo—.
Dicen que hablamos claro, y que nos repetimos
de lo claro que hablamos, y que la gente entiende
nuestros versos, incluso la gente que gobierna,
lo que trae consigo que tengamos acceso
al poder y a sus premios y condecoraciones,
ejerciendo un servil e injusto monopolio.
Dicen, y menudean sus fieras embestidas.
Defiéndenos, Tintín, que nos atacan.
El fantasma
Cómeme y, con mi cuerpo en tu boca,
hazte mucho más grande
o infinitamente más pequeña.
Envuélveme en tu pecho.
Bésame.
Pero nunca me digas la verdad.
Nunca me digas: «Estoy muerta.
no abrazas más que un sueño»
Bebétela
Dile cosas bonitas a tu novia:
«Tienes un cuerpo de reloj de arena
y un alma de película de Hawks.»
Díselo muy bajito, con tus labios
pegados a su oreja, sin que nadie
pueda escuchar lo que le estás diciendo
(a saber, que sus piernas son cohetes
dirigidos al centro de la tierra,
o que sus senos son la madriguera
de un cangrejo de mar, o que su espalda
es plata viva) . Y cuando se lo crea
y comience a licuarse entre tus brazos,
no dudes ni un segundo:
bébetela.