“Nunca ha habido un momento como éste en la historia”. Así de crítico se muestra el filósofo Zygmunt Bauman sobre los nuevos comportamientos de la sociedad actual. Somos egoístas, vivimos consumiendo continuamente productos y servicios efímeros. No valoramos lo trascendental, lo “eterno”. El amor se ha convertido en algo líquido –como definiría el propio filósofo-. Vivimos en la “era de la individualización”.
Y de aquí damos el salto a asuntos políticos y sociales como el IVA cultural o la vigencia de la asignatura de filosofía en las aulas. ¿Pero qué relación directa tienen los nuevos hábitos sociales con la cultura o la filosofía? Para el filósofo posmoderno, la cultura y las artes aportan un gran valor a la sociedad actual, así como una gran capacidad para “articular y construir nuevos ecosistemas sociales”.
Entonces, ¿por qué nos ponen un IVA cultural al 21%? Una cuestión sin respuesta alguna. El escenario político actual parece también haberse sumado a los nuevos pensamientos sociales dejando a un lado la utilidad cualitativa de la cultura para cerrarse en los números, los datos. El Gobierno justificó la subida por la apocalíptica situación económica en la que se encontraba España. La solución no se encontraba en que el Estado gastase menos, sino en recaudar más. Por eso había que subirse el IVA a todos los sectores, incluido al cultural.
En los 30 años de democracia, la cultura ha estado ausente en las agendas de los partidos políticos. Solo cuando llega la campaña electoral se habla de ella. Ministerio de Cultura propio, Ley de Mecenazgo, bajada del IVA cultural… son algunas de las noticias que vemos durante estos días en los medios. Palabras que caerán al vacío tras las elecciones del 20-D, como ya sucedió en esta legislatura.
Y del IVA a la filosofía. La LOMCE recoge una disminución de la carga docente de la asignatura de Filosofía. Tal y como señala Paula Montero en su columna de opinión, esto es “un ejercicio de poder como apropiación de un futuro que pasa por el no cuestionamiento de nuestra realidad-identidad”. Concluye, en un alegato catastrofista, que “quitar la filosofía es quitar al ser humano su humanidad”.
La era mecanicista a la que vamos en camino deja atrás el ser humano como tal, convirtiéndonos en un animal más. Nos venden una felicidad consumista, fugaz, en la que pensar y debatir –pongámonos radicales- en temas como la muerte o la enfermedad está fuera de lugar.
Aldous Huxley, en su obra Un mundo feliz, predecía que en un futuro (puede que no muy lejano) nos alegraremos de la muerte de nuestros seres más queridos porque, al fin y al cabo, la tristeza será desplazada de los comportamientos sociales. Vamos en camino. Si no se lo creen, miren el Facebook de sus amigos.