Razones para el Siglo XXI

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Fernando Alonso Barahona (Madrid, noviembre 1961). Abogado y escritor. Jurado de premios nacionales de literatura y teatro. Colaborador en numerosas revistas de cine y pensamiento así como en obras colectivas. Ha publicado 40 libros. Biografías de cine (Charlton Heston, John Wayne, Cecil B De Mille, Anthony Mann, Rafael Gil...) , ensayos (Antropología del cine, Historia del terror a través del cine, Políticamente incorrecto...) historia (Perón o el espíritu del pueblo, McCarthy o la historia ignorada del cine, La derecha del siglo XXI...), novela (La restauración, Círculo de mujeres, Retrato de ella...) poesía (El rapto de la diosa) y teatro (Tres poemas de mujer).

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Raphael: apoteosis sinphónica en Madrid

La combinación de edades, culturas, hombres y mujeres, jóvenes y maduros, cultos y del pueblo, que se dan en los conciertos de Raphael asombran hasta al más curtido.

Que Raphael se reinventa a cada temporada ya nadie lo duda, de ahí su longevidad y vigor artístico; ídolo de masas en los años sesenta y capaz de recorrer el mundo entero en 2014 y 2015 con nuevas generaciones de fans y admiradores. La combinación de edades, culturas, hombres y mujeres, jóvenes y maduros, cultos y del pueblo, que se dan en los conciertos de Raphael asombran hasta al más curtido. No en vano aquel Niño de Linares que revolucionó la música española –sin recurrir a la política– en la segunda mitad de los años sesenta, el protagonista de films populares y excelentes como Cuando tu no estás (1966) de Mario Camus, el actor de teatro en 2000 con su excepcional trabajo en Jekyll y Hyde se ha convertido en un mito de nuestro tiempo y desde luego en uno de los mejores artistas de la canción del siglo XX.
 
Pero 2015, con sus ya cumplidos 72 años, ha superado todos los records. Una película de primera categoría: Mi gran noche, dirigida por Álex de la Iglesia, y con compañeros de moda como Mario Casas o Santiago Segura, le ha devuelto al cine que tenía abandonado. El resultado: una de las más originales y divertidas obras españolas del año.
 
Y la gira mundial Sinphonico en la que Raphael interpreta sus joyas de la corona acompañado por una orquesta sinfónica es simplemente espectacular. Hace pocos años Raphael emprendió una gira en la que tan solo aparecían su voz y un piano, puro derroche de voz y talento. Ahora es toda una orquesta. 


Qué puede importar cuando es el propio Raphael el inconmensurable e imprescindible.
 
El espectáculo del Palacio de los Deportes de Madrid absolutamente lleno y con una gran presencia de público joven recibiendo a Raphael describe en una sola imagen la apoteosis del artista. El concierto se inicia con esa bella canción de Bunbury, Ahora, que parece una biografía del propio Raphael: “Todo lo que yo he amado es una canción, un teatro y a ti”.
 
Raphael da fe de sí mismo en Gracias a la vida -curiosamente biográfica pese a estar escrita hace muchos años-, Yo sigo siendo aquel y Qué sabe nadie y rompe el escenario con la pasión desgarrada de No puedo arrancarte de mí, Como yo te amo, Cuando tu no estás y la maravillosa En carne viva o la explosiva Mi gran noche y tantas otras que renacen en cada interpretación. ¿Acaso el ave Fenix? Aún más sin duda.
  
En el centro del concierto la gran orquesta de Málaga descansa un instante y Raphael interpreta varios temas sin más acompañamiento que una guitarra. El silencio de la noche estalla de repente en aplausos. Es la magia de la conexión, de una voz maravillosa y de un carisma inigualable que ha marcado la diferencia de Raphael, su distinción durante el más de medio siglo que lleva en los escenarios.
 
Y las canciones brotan del corazón y el alma ante un público de cualquier país que abarrota el teatro, la sala, la plaza de toros, el Teatro Real de Madrid o el Palacio de los Deportes: Desde aquel día, Frente al espejo, Estuve enamorado, Detenedla ya, Hablemos del amor, Volveré a nacer, Como yo te amo... tantas y tantas (y las que cada cual añadiría: Ave María, Balada de la trompeta, Sin un adiós, Le llaman Jesús, Tu cuerpo, mi refugio  y mi rincón...)  Cada una pequeña obra de teatro de cuatro minutos, un espectáculo fascinante de voz, música y creación. No falta la canción de Navidad con la hermosa Ven a mi casa por Navidad o la emblemática y mítica Canción del tamborilero. La combinación de ritmo y alegría (Maravilloso corazón, Escándalo) con los temas dramáticos y románticos (Tema de amor y la desgarrada y bella Payaso entre otras muchas) es perfecta y el público vive cada interpretación contemplando al artista en su escenario, aplaudido por miles de personas y engrandecido por la magia del arte, el misterio del talento. Un concierto de Raphael, aunque sea sinphonico es mucho más que música, es una apoteosis en la que uno entra desde el principio hasta su final.
 
La noche del 9 de diciembre en Madrid fue realmente excepcional, aunque tratándose de Raphael esta excepcionalidad se convierte en tópico. Ante un público que llena el recinto, ante un público intergeneracional que en este escenario se rejuvenece aún más que en un teatro,  con un despliegue de voz y de orquesta sinfónica, Raphael se crece, recorta su figura entre las luces y las sombras y se erige en mago de la función, en artista del día y de la noche, en puro espectáculo.
 
Las palabras se cortan para describir la simbiosis de teatro, música, carisma y puesta en escena. Simplemente hay que verlo y recrearlo. Con Yo soy aquel, el artista despide su recital, en 48 horas estará en Barcelona, después en más lugares de España, y en América, en Estados Unidos, en Rusia… hitos de una gira asombrosa que comenzó en julio y que se va a prolongar al menos hasta el 9 de septiembre de 2016 con un nuevo concierto en Madrid en el mismo Palacio de los Deportes.
 
Siempre y eterno, Raphael. Descubrir Sinphonico realmente merece la pena. 
 

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