¿El fin de este género?

Contra las "defensas" de la poesía

Los cañones de Navarone (Foto: Sony Pictures)

Los cañones de Navarone (Foto: Sony Pictures)

Es difícil no encontrar en la obra de un poeta consagrado, sea cual sea la lengua en la que escriba o el país en el que haya nacido, un título en defensa de la poesía. Casi siempre es ése, precisamente, el título de la obra: En defensa de la poesía. Y con tanto ahínco se han dado a esta tarea los poetas, con tal abigarrada pasión, que al final ha surgido un nuevo género dedicado por entero al auxilio de la poesía. Un rápido vistazo por este neo-género sirve para percatarse de que, según los autores, la poesía ido siempre renqueante por las estanterías de las casas y las manos de los lectores; que se dejaron de quemar a poetas, para quemar poemas y que, por pereza o por la capacidad de reproducción que tiene el poeta, se ha acabado condenándoles al ostracismo público.
            
Poco o nada de esto es enteramente cierto. Si algo muestra la historia es que el poeta, aunque literato puede que poco leído, siempre ha gozado de un prestigio que la sociedad le concede por su hacer.  Si algo muestra la historia es que nunca como ahora la poesía había tenido tanta difusión y lo poetas, tanta facilidad para publicar sus obras y darlas a conocer. Y aunque esto debe hacer que el lector esté más alerta, es sin duda la demostración de que el género sigue como siempre: con sus pocos lectores enfebrecidos y con el aplauso generalizado de buena parte de la sociedad que, aunque quizá no lectora de poesía, percibe en el poema una acción importante, trascendente. Es por esto por lo que los poetas y sus creaciones traspasan las tapas de sus libros y se hacen disco de música, obra de teatro y hasta candidatura política. 
Las ´defensas´ de la poesía revelan desesperación; ecos de claudicación
          
Sin embargo, no es en la justificación de esas defensas en donde está el quid. Sino en lo que revelan: desesperación. Una posición trágica de la pluma ante su propio devenir; de su deslizarse en páginas que van quedando preñadas de ecos de claudicación. Es por este pesimismo dramático, que tan poético puede resultar, por lo que surgen esas defensas, que en verdad no son; que en verdad son hálitos para el propio artista, bálsamos y oxígeno para su cabizbaja visión. Tienen más de justificación y ánimo personal que de amparo de un género. Y si así se presentaran esas obras, este artículo no tendría sentido, pues nada más común en el artista que la frustración. Sin embargo, como no es así, tiene sentido el título de este texto. Si apiláramos los libros que pretenden ser defensas, no sería destartalo pensar que la poesía ha vivido siempre con todos los cañones de Navarone peinándole la nuca; en una amenaza constante de ser destruida por quién sabe. Y los poetas, en este cuadro, serían montaraces que desenvuelven su arte al abrigo de la noche para que nadie los vea. ¿Merece este pesimismo refutación?
            
Lo evidente es que la poesía es importante para el mundo, la humanidad la necesita, aunque no toda la lea. Si no fuera así, habría desaparecido; sería para nosotros algo parecido a tantos y tantos ritos de los que hoy no quedan apenas vestigios; algo de sociedades arcaicas. Pero aquí está; en este siglo XXI tan afanosamente entregado a lo práctico, igual que estuvo en el anterior mientras se desangraba por dos guerra mundiales, y en el anterior, y en el anterior… Si ha logrado recorrer todos los siglos de la historia, ¿necesita defensa alguna?
            
El fin de este género, sin embargo, no debe darse por mero afán destructivo. Podría ser un final por sustitución y en vez de llenar páginas prestando la pluma al amparo de la poesía, podrían rebosarse por celebrarla, sencillamente. Hay más motivos para esto, sin duda. Su mera presencia en nuestro tiempo es ya uno que justifica todos los libros que puedan escribirse; pero además habría que celebrar a los poetascómo sus creaciones son camino de conocimiento, de arrobamiento, de fervor; cómo siglos después sigue hoy leyéndose a San Juancómo hay aún poetas que persisten en su embelesamiento… Basta ya dedefender la poesía; celebrémosla. Los motivos para hacerlo son incontables. 
 
A.Petit

A.Petit

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