El pasado 19 de febrero se estrenó la nueva serie de Judd Apatow para Netflix: Love; y se emitió completa la primera temporada, compuesta de diez episodios de 50 minutos de duración cada uno.
Judd Apatow es productor, además de guionista de algunos capítulos, de Girls, la popular serie de la HBO protagonizada por Lena Dunham, guionizada por Lena Dunham y en ocasiones consagrada al personaje interpretado por Lena Dunham, Hannah Horvath (y ésta será una de las pocas y sutiles críticas que me leerán de Girls).
Se desarrolla en Los Ángeles, ciudad que se me antoja inhóspita, solitaria y, especialmente, muy incómoda para una peatón vocacional como yo. Cuenta la historia de amor (más o menos) de Mickey, la chica guapa y molona que está pasando por una mala racha; y Gus, el nerd dulce y de buen corazón. O eso parece.
Lo cierto es que, como en Girls, ni los personajes son tan fácilmente catalogables ni el amor es cosa sencilla.
Recuerdo que, cuando empecé a ver Girls, pasé los tres primeros capítulos preguntándome continuamente por qué me estaba haciendo eso a mí misma y en varias ocasiones estuve a punto de abandonar. Hasta que llegué a la célebre y meritada escena final del capítulo tres, conocida a lo largo y ancho de Internet como la escena de Dancing On My Own. Desde entonces, me declaro fan incondicional de la serie y de Lena, y no sé si es exagerado considerarla “la voz de su generación”, pero en cualquier caso está claro que es una narradora con sentido del humor, con una sensibilidad especial y con mucho, mucho talento.
Lo que pasa con Girls es que es realista hasta el punto de que incomoda. Lo es más que la propia representación que nosotros mismos nos hacemos de la realidad, filtrada y retocada de manera inconsciente y por el bien de nuestra salud mental hasta devolvernos una imagen de nuestra vida con la que nos resulte posible lidiar. Girls nos enseña la vida de otros, a veces de forma descarnada y un poco cruel, y nos sorprendemos preguntándonos si nosotros en esas situaciones pareceremos tan ridículos y penosos.
Sin embargo Girls tiene también momentos hilarantes; frases míticas para apuntar, recordar y disparar arrebatadamente a la menor oportunidad. Capítulos que son pequeñas obras de arte, profundos pero para nada pretenciosos, que te cogen por sorpresa y te dejan mudo al terminar, como el genial One Man’s Trash o Beach House. Y es uno de los mejores ejemplos de frenemies que se pueda citar.
Love no es tan cáustica, es más ingenua, con personajes eminentemente bondadosos como Bertie, la amiga de Mickey. Aunque algo menos cruda, menos explícita, también es terrible a veces. El personaje de Gus, que al principio parece creado para resultar simpático, con sus ganas patológicas de agradar, su gusto por los Blu-ray con contenidos inéditos exclusivos y sus gafitas, sirve para demostrar que, en el amor, cualquiera es capaz de hacer daño.
“Anhelar y esperar y desear y querer amor. Esperar el amor me ha jodido la vida”, dice Mickey en el primer capítulo. “Nadie nunca te dice, ¡ey!, sólo para que lo sepas, ¡las relaciones son una mierda!” “Todavía sigo creyendo en esa puta mentira de que una relación evoluciona y mejora, ¿de dónde viene eso? ¡De las jodidas películas!”, dice Gus. “¿Quieres que sea sincero conmigo mismo?”, le pregunta Gus a su exnovia, Natalie, cuando esta le dice que le ha engañado con otro: “Quiero que te mueras. Quiero que cojas una enfermedad y mueras”.
Love es divertida y en ocasiones arranca una carcajada. La banda sonora es buena. Y Gillian Jacobs está estupenda en su papel (go, Mickey, go!).
Condena el nocivo tópico romántico de que dos personas muy dañadas pueden salvarse mutuamente, pero no les niega la posibilidad de la felicidad. Es realista, pero no funesta; es cruda, pero no despiadada. Cuenta la angustia y las pequeñas miserias de los comienzos de las relaciones, pero también muestra esos momentos preciosos que parece que compensan por todo lo demás.
Love mola. Y apuesto a que la segunda temporada será aún mejor.