La conquista de la ironía es el subtítulo de la espléndida biografía de Cervantes que Jordi Gracia publica en Taurus. Una más que notable aportación a la bibliografía cervantina, una biografía escrita con tono cercano y buen pulso narrativo, rigurosa aunque alejada de eruditos aparatos académicos, con la que Jordi Gracia consigue su propósito declarado de “inyectar el ritmo del relato en la biografía de un iluso escarmentado por la experiencia pero libre del rencor del desengaño”, del “escritor que conquista una mirada compleja e irónica sobre el mundo a partir del hombre que aprendió escribiendo a ser él mismo, siendo varios a la vez, sin miedo a ninguno de ellos ni excesiva reverencia al más desaforado ni al más cuerdo".
Gracia ha renunciado a “la ansiedad de narrar un Cervantes inobjetable y universal que no existe” y por eso ha procurado que este no sea su Cervantes particular, sino el Cervantes de Cervantes, porque “nadie ha sido más convincente sobre Cervantes que Cervantes mismo” y en consecuencia su biografía tiene “el punto de vista emplazado en la cabeza del escritor, como si dispusiésemos de una cámara subjetiva que lo atrapase en sus virajes y sus revueltas, en las rectas y en las curvas. La cámara subjetiva no fantasea pero sí usa la imaginación moral, que enfoca más lejos o más cerca, se detiene aquí o allí, sospecha, explora y pregunta, pero no ficcionaliza ni fantasea. Imagina, porque sin imaginación no hay biografía, y Cervantes fue tan real y genial como normal y corriente, tan jovial y burlón como estricto y comprometido, además de pasmosamente inteligente".
Ficha técnica |
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Título: | Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía |
Autor: | Jordi Gracia |
Editorial: | Taurus |
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Un autor que –explica Jordi Gracia- “en su obra habla poco en primera persona pero la literatura habla siempre de forma compleja e indirecta del yo del escritor. Y ese yo se viste y desnuda, se desviste y vuelve a vestirse a través de una ficción que nunca es neutra o plana o previsible sino creativa y reflexiva, original e intencionada".
Desde las penurias económicas y los primeros sustos con la justicia que conoció en su infancia en el ámbito familiar, pasando por los años formativos en el Estudio de la Villa con Juan López de Hoyos, la huida a Italia, los tercios españoles, de Nápoles a Lepanto, los baños de Argel o los reiterados intentos de fuga frustrada, se suceden en esta biografía de Cervantes, un vitalista con mala suerte, los laberintos domésticos y los conflictos administrativos y económicos, las rivalidades literarias y las peripecias editoriales, las adversidades personales y las infamias de Avellaneda y Lope o las prisas por rematar el Persiles.
Así explica Jordi Gracia ese cruce de vida y literatura cuando evoca los diez años de resignación de Cervantes en la década de los noventa: “La vida de Cervantes ha sido y seguirá siendo un contar y contar sin descanso, contar arrobas y fanegas, contar vecinos y deudas, contar maravedíes y contar sacos, contar trolas y contar con otros aunque nada debería hacer pensar que se ha quedado sin tiempo para contar historias por escrito, escucharlas a otros, pensarlas mientras cabalga de un sitio a otro y duerme una y otra vez en ventas, casas ajenas, posadas y lugares improvisados, enterándose de las mil y una maneras que esas gentes tienen de sobrevivir, de pasar el rato, de engañarlo y entretenerlo y hasta de matarlo".
Una biografía que pone muchas veces en primer plano la descripción del cambiante telón de fondo en el que se desarrolló la vida ajetreada -de Madrid a Nápoles, de Argel a Sevilla, de Esquivias a Valladolid, de Orán a Toledo, de Écija a Lisboa- de quien pasó gran parte de su existencia en camino. Un camino que recorre Cervantes incluso en esa cima de la prosa castellana que es el Prólogo del Persiles, que escribió cuando sentía próxima la muerte: Sucedió, pues, lector amantísimo, que, viniendo otros dos amigos y yo del famoso lugar de Esquivias, por mil causas famoso...
Gracia propone de esa manera al lector un recorrido por la biografía externa de Cervantes, pero también por su obra y sus contextos -vitales, históricos, sociales, culturales, estéticos, morales- y sobre todo por su mirada al mundo, que se perfila definitivamente en la escritura del Quijote. Una mirada cervantina –tolerante, sí, pero aguda siempre- a un mundo al revés en el que nada es lo que parece. Así lo resume el biógrafo: “La conquista de la ironía como núcleo estructural de la novela está poniéndose en marcha porque en Cervantes ha cuajado ya lo que lleva dentro Don Quijote”.
Ese proceso de conquista literaria de una nueva mirada en la que se suman la ironía, el humor y la inteligencia tiene un momento decisivo en las Novelas ejemplares, en las que Cervantes dio con el tono creíble y directo, oral y casi invisible que habría de ser la clave narrativa del Quijote y de su plenitud literaria, la culminación de un proceso de creación de un mundo propio en el que Cervantes reunió ejemplarmente experiencia e invención, idealismo e ironía, ficción y realidad.
Por eso subraya Jordi Gracia que Cervantes acaba haciendo de su literatura la expresión de un hombre "escarmentado sin rencor que dañe la voluble marea de cordialidad expectante y curiosa, más alegre que averiada, más jovial y burlona que amargada y esclerótica".
La conclusión más importante de esta biografía escrita en ese tono cercano al que me refería más arriba es que transmite la imagen de un Cervantes también cercano “que planea hacia nuestro tiempo”, porque “el Cervantes de sus mejores novelas /.../ parece vivir fuera de su tiempo para saltar al centro del nuestro, allí donde la ironía es la respuesta que los ideales y el buen sentido dan a las paradojas de la experiencia, donde el humor es condición de la inteligencia y la verdad es esquiva y es exacta al mismo tiempo: irónica y cervantina".
Un Cervantes en el que, a pesar de los desengaños y los golpes que le dio la vida, a pesar de esos desórdenes de la fortuna a los que Gracia dedica un capítulo, nunca hay acritud, porque en su madurez se ha liberado de sí mismo y con el Quijote le ha aportado a la novela una dimensión reflexiva en torno a la realidad y su condición poliédrica, una de las claves que permiten hablar de esa obra como la primera novela moderna.
La escribió quien, como decía Cernuda de Don Quijote, no se cansó nunca de vivir. Ni siquiera en esos días finales en que comenzaba así la dedicatoria del Persiles:
Ayer me dieron la Extremaunción y hoy escribo ésta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir.