Regina Navarro

El jardín del microcuento

Regina Navarro es periodista, especializada en periodismo cultural y lifestyle. Colaboradora habitual de Papel –el dominical del diario El Mundo– o la revista de Artes Escénicas Godot, explora el mundo de la micro-literatura desde el blog El jardín del microcuento, con el que busca el lado ficticio de la realidad. ¿O era la realidad dentro de la ficción?

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Todo aquello

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A veces me pregunto si de verdad hay un cielo. Si estás en él observando todos mis desvelos, si eres feliz en ese otro mundo paralelo y si, alguna vez, más pronto que tarde, podré volver a verte.

A veces te quedabas quieta, mirando por la ventana atardecer, viendo como las nubes se volvían de colores y como el sol perdía fuerza. Los de tus tierras llanas, decías, eran rosáceos y violetas, los de Madrid rojizos y anaranjados, porque en cada rincón, decías, el ocaso se proyectaba de un modo diferente. El tuyo fue frío, diría que en azules y grises, en esos tonos que congelan el espíritu e impregnan en el alma un dolor que nunca se va. En la mía sigue habiendo miedo y esa mezcla de sonambulismo melancólico que deja la soledad.

 

Desde que te fuiste, la mitad de la cama ha permanecido sin arrugas y con las sábanas frías; mis manos guarecidas en unos bolsillos demasiado amplios, demasiado inertes.

 

A veces te gustaba tumbarte en la cama, desnuda y con el pelo aún mojado, con algunas gotas de agua resbalando por tu ojos, colándose en tus labios. Luego te ponías con parsimonia el pijama, me dabas un beso en la mejilla y te ibas a tomar una manzanilla. Te ayudaba a dormir, decías, y por mucho que me empeñara en repetirte que eso sucedía com la tila, tu te empeñabas en decir que no, que era eso lo que a ti te funcionaba. Y puede que fuera verdad, porque luego dormías a mi lado como una niña. Hace ya tiempo que intenté que me funcionara pero, créeme, ni si quiera las pastillas me devuelven el sueño porque, aunque mis días se han vuelto eternos, las noches, a oscuras, me hacen sentir muy pequeño.

 

A veces me pregunto si de verdad hay un cielo. Si estás en él observando todos mis desvelos, si eres feliz en ese otro mundo paralelo y si, alguna vez, más pronto que tarde, podré volver a verte.

 

Me da miedo olvidarte. No a ti ni a tu esencia, sino esos pequeños detalles. Esa sonrisa que, por las mañanas, después de un intenso despertar, se dibujaba en tu cara. Si dejaré de recordar el olor de tu melena, la forma en que cantabas entre dientes o esa manera tan tuya de tocarte el pelo. Me da miedo dejarte y, cada vez que lo intento, termino abriendo el ordenador y viendo todas las fotos de antes de todo aquello.