Regina Navarro

El jardín del microcuento

Regina Navarro es periodista, especializada en periodismo cultural y lifestyle. Colaboradora habitual de Papel –el dominical del diario El Mundo– o la revista de Artes Escénicas Godot, explora el mundo de la micro-literatura desde el blog El jardín del microcuento, con el que busca el lado ficticio de la realidad. ¿O era la realidad dentro de la ficción?

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Coordenadas 4°26′22″S 56°50′25″O

TAGS Microcuento
Imagino que ellos ya llegaron, pero no he oído gritos. Habrá tenido una muerte rápida, por eso ha sido silenciosa.

Uno, dos, tres… Sendero eterno y pasos ligeros. Bueno, a ratos son pesados, demasiado cansinos y van a terminar por alcanzarnos. Las ramas me arañan, el barro se ha colado ya por todos los rincones de mi cuerpo. Piel. Pegajosa. Humedad. Y las arañas. Tienen el tamaño de mi palma abierta, son de colores y me dan miedo, mucho miedo porque sé que una de ellas podría matarme, dejarme bien muerto. No corres. ¿Qué te pasa? Me da miedo enredarme en una liana o pisar una serpiente. Pero corre, están ya demasiado cerca. Aún no sé quiénes nos persiguen. Ellos. ¿Ellos? Ellos. ¿Y ellos son…? De los que huimos. No entiendo que no lo comprenda. Si nos pillan estamos muertos, igual que si nos pica una araña, o nos muerde una serpiente, o una liana se nos enreda con fuerza en el cuello. Muertos, muertos, muertos. Y no corre. Ya no puedo más. Tengo los pies llenos de ampollas. Vete tú, que yo los espero. No creo que sean tan peligrosos. Lo son. Bueno, no importa, no sigo. Te llevo a hombros. No puedes conmigo. Que sí. Que no. Pero… Me quedo contigo. De eso nada, en realidad es que no quiero seguir escuchándote. Me metes prisa, no dejas de murmurar… Y hueles fatal, y estas pegajoso, y… ¿Por qué te empeñaste en que viniéramos a este sitio inmundo? Con lo bien que estaríamos en una playa, con la arena pegada a la piel, y no esta suciedad pegajosa de la que no lograremos deshacernos nunca. Pero yo pensaba… Yo pensaba, yo pensaba. Nunca piensas, no mientas. Pero… Que no, que te vayas y me dejes.

 

Pasos pesados. Ya no puedo más, las botas pesan demasiado. Tal vez si me las quitara… Sería una imprudencia caminar por aquí descalzo, pero a fin de cuentas no le importaría a nadie. Estoy solo. Imagino que ellos ya llegaron, pero no he oído gritos. Habrá tenido una muerte rápida, por eso ha sido silenciosa. ¿Tú crees? Seguro, vamos, ni lo dudes. Ellos suelen ser eficaces en su trabajo. Ya, pero no sabemos si su trabajo es matar. Claro que lo sabemos, son profesionales. Este tipo de acciones solo se les deja a los profesionales, o a la gente sin escrúpulos. Bueno, aunque sean profesionales creo que no tienen escrúpulos. Yo pienso que sí, lo que pasa es que le trabajo es el trabajo. Hay que tragar, hacer la vista gorda, ya sabes. Pues yo no podría. ¿Hacer la vista gorda con un asesinato? Me quito las botas y las dejo aquí. Así si estoy dando vueltas en círculo… Oye, ¿esa araña no la hemos adelantado antes? Me suenan sus ojos. Si todas son iguales… No, esta tiene un brillo especial. Sí, claro, el del amor. No digas tonterías, anda. Un brillo especial, dice. Un momento, ¿tú no te habías quedado allí porque no podías seguir? Es posible. ¿Entonces qué haces aquí? Define aquí. En este tramo exacto: coordenadas 4°26′22″S 56°50′25″O. Permanezco. Ya, pero te dejé atrás. O tal vez yo a ti. ¿Y si nunca te moviste? Ellos me habrían matado. ¿Y cómo sabes que no lo han hecho? Pues… estoy vivo. Mira, salto, bailo, acaricio esta araña de colores. ¿Y eso es, necesariamente, señal de estar vivo? Claro. Además, si fuese un fantasma no podría volver a ponerme las botas. Creo que las llevas puestas. Eso es imposible. Acabo de quitármelas y de dejarlas… Espera, es verdad, las llevo. ¡Me las has puesto! No… Que sí. Que no. Que sí. Sabes que no lo he hecho, no intentes engañarte. ¿Entonces? ¿Llegaron? Es posible. ¿Y nos dispararon? Es posible. ¿Y estamos muertos? Es posible. ¿O dormidos? Quién sabe.

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