Fernando Alonso Barahona

Razones para el Siglo XXI

Fernando Alonso Barahona (Madrid, noviembre 1961). Abogado y escritor. Jurado de premios nacionales de literatura y teatro. Colaborador en numerosas revistas de cine y pensamiento así como en obras colectivas. Ha publicado 40 libros. Biografías de cine (Charlton Heston, John Wayne, Cecil B De Mille, Anthony Mann, Rafael Gil...) , ensayos (Antropología del cine, Historia del terror a través del cine, Políticamente incorrecto...) historia (Perón o el espíritu del pueblo, McCarthy o la historia ignorada del cine, La derecha del siglo XXI...), novela (La restauración, Círculo de mujeres, Retrato de ella...) poesía (El rapto de la diosa) y teatro (Tres poemas de mujer).

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Emilio Romero o la tragicomedia de España

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Emilio Romero alternaba el periodismo y la influencia política con una agitada vida social.
Emilio Romero.

En 2017 se cumplen 100 años del nacimiento de Emilio Romero (1917-2003), periodista y maestro de periodistas, brillante, original e influyente, lo fue casi todo en la época de Franco manteniendo su gran actividad durante los años de la Transición. Seguramente ahora pocos le recuerden, y sin embargo pese a la injusta aseveración de Luis María Ansón “no queda nada de sus novelas ni de sus obras de teatro”, lo cierto es que el lector sin prejuicios descubrirá con sorpresa las trayectorias de un hombre personal e independiente, polifacético y que intentó estar en la vanguardia de su tiempo sin entregarse del todo al poder. Él mismo decía con su particular sorna: “yo no me vendo, si acaso me alquilo”. Para la historia del periodismo será el gran director del diario Pueblo, el órgano de los sindicatos del franquismo y en cuyas páginas se daba amparo a las ideas más contrapuestas dentro de lo posible. No en vano Juan Luis Cebrián, que hizo sus primeras armas en ese periódico recordaría tiempo después su experiencia con ajustadas palabras:  

 

“Al frente del órgano oficial de los sindicatos verticales, Emilio Romero hizo mucho por renovar y modernizar el diarismo de su época, en lo que contó con la inestimable ayuda de su redactor jefe de siempre, Jesús de la Serna. Abrió el periódico a las nuevas generaciones, fomentó el reporterismo de calle, se interesó por la renovación tecnológica de la empresa y propició una cierta disidencia dentro de un orden que permitió identificar a su periódico como portavoz de una singular izquierda obrerista del régimen”.

 

Esa sensación la tuve cuando cayó en mis manos un ejemplar de Tragicomedia de España (Unas memorias sin contemplaciones), editado por Planeta en 1986. En sus páginas abigarradas se suceden los recuerdos personales, las estampas de la España que le tocó vivir y el sarcasmo a veces dulce, a veces cruel con que recorre los vericuetos políticos, culturales y sociales de la época que le tocó vivir.

Emilio Romero (izquierda)



Emilio Romero nació en Arévalo (Ávila) en 1917, al que siempre habría de volver. Estudiaba Derecho y como universitario le sorprendió la Guerra Civil. Tenía tan solo 19 años y ya había elegido una opción política: el SEU, sindicatos universitario de la Falange. Y es que el joven aspirante a escritor se había quedado fascinado –como otros jóvenes de su generación– con la palabra, la figura y las propuestas envueltas en bellas expresiones de José Antonio Primo de Rivera.

 

La guerra marcó a su generación, y al joven Emilio Romero que fue detenido y llevado a fusilar salvándose de milagro al no acertar las balas a segar su vida y gozar después de la piedad de alguno de sus verdugos. En 1939, tras la victoria de Franco regresó a Madrid, contrajo matrimonio con María Josefa Montalvo y eligió el camino del periodismo.

 

La ruta hacia el éxito se reveló vertiginosa: en 1940 el Director General de Prensa, Don Juan Aparicio, le nombró director del periódico La Mañana de Lérida. Triunfó y en 1942 se le encomendó Información de Alicante. Su mentor Aparicio, le entrega en 1945 la jefatura de Orientación Política de la Prensa Española. Y es en 1946 cuando pasa a formar parte de Pueblo. Es editorialista político hasta que en 1952 el Delegado Nacional de Sindicatos, futuro ministro y buen amigo suyo, José Solís, le nombra director del periódico. En Pueblo permaneció hasta 1975. Año crucial en el que Romero acepta con sorpresa para algunos un cargo político complicado: Delegado Nacional de Prensa y Radio del Movimiento. Solo duraría un año. Luego ya en el posfranquismo le esperarían Informaciones y El Imparcial, aparte de colaboraciones en radio, TV, periódicos como ABC, El País (invitado por Cebrián) o las revistas Interviú y Época, fundada por Jaime Campmany.  

 

Sus años en Pueblo marcaron historia y le granjearon el título de maestro de periodistas. La popular serie de TV Cuéntame desarrolla en aquella redacción las primeras armas literarias del hijo periodista de los Alcántara y se narra su particular independencia y la pluralidad de la que llegó a hacer gala a la sombra del prestigio de su director, Emilio Romero a quien temían no pocos políticos en activo. Como escribiera Amilibia: La gran obra de Emilio Romero, uno de los primeros periodistas del franquismo, y sin duda el más influyente, ególatra y cínico, fue Pueblo, el popular diario de la organización sindical del régimen. Romero acuñó una frase que aún se utiliza en los corrillos profesionales: “e supo abrir camino a fórmulas periodísticas y nombres que dejarían huella, entre ellos “gentes de izquierdas”. En la caótica retorta de aquella redacción se hicieron “una banda de golfos y grandes periodistas”, que producirían “un inigualable escaparate de monstruos”.

 

Pero Emilio Romero alternaba el periodismo y la influencia política con una agitada vida social gracias no solo a su posición en Pueblo sino a sus obras literarias, novelas, teatro, ensayos. Y ello sin olvidar sus relaciones de todo tipo, desde la amistad con el mencionado José Solís a su estrecha relación durante años nada menos que con Juan Domingo Perón, el gran líder argentino exilado en España desde 1960 a 1973.

 

Y es que Romero como periodista recibió los premios de más prestigio: el "Mariano de Cavia", el "Luca de Tena", el "Jaime Balmes", el "Larra", el "César González Ruano" y el Premio Nacional de Periodismo. Como escritor fue galardonado con el Premio Planeta por su novela La paz empieza nunca; el Nacional de Literatura: Cartas a un Príncipe, el Ateneo de Sevilla por Tres chicas y un forastero y el Espejo de España por el ensayo Tragicomedia de España. No es mal bagaje sin duda.

 

El teatro fue su mayor altavoz tras el periodismo ya que era capaz de agitar las relaciones sociales con cada uno de sus estrenos. Entre ellos destacan Historias de media tarde (1964), Las ratas suben a la ciudad (1964), Las personas decentes me asustan (1964), Lola, su novio y yo (1966) o Verde doncella (1967).

 

El recuerdo de Emilio Romero merece el conocimiento de sus memorias, su particular relación con el poder político, la decadencia de los últimos años y sobre todo su pasión periodística a la vieja usanza: las letras y las noticias en la sangre y en el cerebro.

  

Y de su obra literaria y contradiciendo a Ansón, podemos rescatar La paz empieza nunca, novela de la guerra llevada al cine por León Klimovsky y la curiosa y adelantada a su tiempo, Verde doncella, filmada en 1968 nada menos que por Rafael Gil, uno de los grandes cineastas españoles del siglo XX.

 

 

Protagonizada por Sonia Bruno, Juanjo Menéndez y Antonio Garisa (en un reparto en el que también brillan Mary Paz Pondal, Julia Caba Alba o Manuel Alexandre), Verde doncella posee un argumento singular: una pareja de novios a punto de contraer matrimonio tiene numerosos problemas económicos para empezar su vida en común. Un día recibe una extraña propuesta: un hombre rico y sin escrúpulos les ofrece una propuesta: un millón de pesetas a cambio de pasar la noche de bodas con la mujer.

 

El aficionado al cine habrá creído ver el argumento de Una proposición indecente (1993) de Adrian Lynne. Y así es pero con un importante cambio que otorga a la obra de Romero filmada por Gil un sarcasmo y agudeza mucho mayores. En la versión posterior americana el millonario es un hombre atractivo como Robert Redford (ella es Demi Moore). La proposición indecente se viste entonces de cierto glamour. En cambio en la española el millonario que encarna genialmente Antonio Garisa es un hombre rijoso, un viejo verde y desencantado que sabe que la virtud se compra con dinero.

 

Verde doncella alcanza momentos turbadores; al principio todos se oponen radicalmente a la propuesta, pero después empiezan a imaginar las cosas que harían con un millón de pesetas… todo empieza a cambiar. Al fin y al cabo solo es una noche, y el premio va a ser mucho más duradero. En otra secuencia de agudo sarcasmo el millonario escapa de sus perseguidores echando billetes de Banco por el aire y provocando la indignidad y el caos entre la gente que se arremolina, pierde el control e incluso pelea por conseguir cuantos más billetes mejor.

 

Interesante y original sin duda. Emilio Romero.