Lucas Benet

Acontecimiento y Verdad

Alain Badiou tiene una consideración de los únicos cuatro acontecimientos que son verdaderos. El amor, la ciencia, el arte y la política son el único marco de posibilidad en que ocurren acontecimientos. El saber sólo puede ser simbolizado, sino no cuenta como tal. Para Badiou estos cuatro acontecimientos son el embudo del saber. De lo que tratará este blog será de los acontecimientos verdaderos (desde mis más modestas fuerzas) que acontezcan y su actualidad en el panorama de la cultura humana y mundial. 

 

Lucas Benet (Madrid, 1991) es posgraduado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid. Sus intereses están en el ensayo, el relato y la estampa literaria. Es cinéfilo desde una temprana edad y aprendiz de diversas técnicas artísticas como son el grabado y la escultura. Actualmente investiga sobre la performatividad (el acto de decir transformando o asentando una realidad) y sobre la posible combinación del pensamiento fenomenológico (Husserl y otros) con la Teoría de Sistemas de Ludvig Von Bertalanffy.

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La candidatura de Donald Trump como pseudoacontecimiento

Foto: Pixabay

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Un acontecimiento verdadero es un fenómeno que autentifica la experiencia del sujeto. Es un momento de la experiencia empírica y vivencial del sujeto que se manifiesta como algo que no se esperaba, como un accidente durante la consecución de un plan. Este plan es la ideología del sujeto como el transcurso de una experiencia cotidiana que es codificada según una determinada lectura ideológica. Luego, cuando algo no se espera, cuando algo resulta espontáneo y disloca la experiencia del sujeto y a la vez le constituye como sujeto más experienciado hablamos de sujeto que vive un acontecimiento verdadero. Este acontecimiento puede ser experimentado con o sin el sujeto, pero acaece sin necesitarlo. En el momento en que ocurre en la percepción, el acontecimiento se enmarca dentro de uno de los cuatro auténticos acontecimientos: el arte, la política, la ciencia o el amor.

 

Bien, llegados a este punto, podemos hablar de lo que supone el fenómeno Trump para el mundo entero. Este sujeto multimillonario y líder de una gran masa de seguidores racistas y nacionalistas estadounidenses supone un pseudoacontecimiento en la medida en que depende de sus seguidores-sujetos para poder constituirse como fenómeno. No es auténtico este fenómeno porque Trump no deja tanto a sus partidarios como a sus enemigos ideológicos la posibilidad de asegurar un tránsito o circuito ideológico hacia una Nada que les constituya como sujetos que experimentan un acontecimiento verdadero o una idea última y subjetiva como fin en sí mismo. Dicho con otra palabras, la autenticidad se consigue como experiencia envuelta en la ignorancia, una ignorancia que se ha de atravesar y que si se disfruta atravesándola llegamos a la culminación del esfuerzo (eidético): un momento para seguir disfrutando volviendo los sueños del sujeto ideológico concreto más reales de lo que fueron antes (por ejemplo, una oportunidad revolucionaria para cambiar un paradigma social).

 

 

Esto en Platón, por ejemplo, es el mundo de las ideas, lugar supra-corporal en el que se encuentra la Verdad sobre la finita mentira y por encima de las realidades materiales. De lo que se trata, durante un momento crítico como el que estamos viviendo (desorden ecológico y psicotización de las masas) es de disfrutar de este cambio y de convertirlo en la realidad dada a la que mejor podemos aspirar, por el momento.

 

Cuando un seguidor de Trump quiere experimentar esta verdad última que él propone, se cae en una contradicción: mientras uno se esfuerza por alcanzar mejores condiciones materiales (un entorno menos contaminado, liberación del país de los inmigrantes, menos tráfico de drogas y enfermedades) se piensa que se está alcanzado un nuevo estadio de la experiencia. Sin embargo, esto no ocurrirá puesto que así se justifica la única realidad que conocemos: la plataforma del capitalismo y la continuación de sus crisis periódicas.

 

Y esto se puede asegurar no sólo porque Donald Trump sea un multimillonario ansioso de crematística, sino también porque no hay intención alguna por su parte o por la de sus seguidores de modificar el paradigma socio-económico que nos realiza como sujetos. Es decir, que por encima de los sueños de sus futuros votantes hay un "algo" finito, definido y determinado que bloquea cualquier realización subjetiva. En cambio, cuando se presenta una oportunidad así, el contribuyente medio aspira a algo más de lo que tiene, a una Nada y la negación del doloroso mundo presente. Pero no, se cae en la cosificación.

 

Todos estos sueños de los KKK y de los neonazis de ciudades inmensas y abandonadas como la de Detroit no irán más allá de la realidad que están viviendo ahora mismo. Es decir, la cosificación será afirmada si D. Trump gana las elecciones presidenciales a la Casa Blanca. Y esto no sólo traerá una polarización de la sociedad en la que haya discriminación racial, xenofobia y miedo propagandístico. También habrá oscuros intereses privados y fines posmodernos con los que cualquier imperio capitalista pueda reconfigurar la realidad material a su antojo, tan sólo afirmando mentiras reconfortantes y olvidando hechos objetivos e incómodos.

 

 

Si no nos hacemos conscientes del peligro que estamos viviendo, podríamos caer fácilmente en el pensamiento posmoderno en el que todo vale (incluido un genocidio y sus justificaciones) y adoptar la postura snob y simétrica a la ideología nazi de la sociedad alemana de la década de 1930. Si queremos evitar un futuro sin las Naciones Unidas --organización que al menos denuncia y sanciona crímenes a la Humanidad-- deberíamos aspirar a algo más que a la mera cosificación y a la conversión de sujetos en medios para los fines de otros más fortalecidos.

 

Si no creamos un proyecto más solidificado para la izquierda, podríamos caer fácilmente en la polarización de la sociedad y en la deportación de pueblos enteros como si se tratara de extirpar una enfermedad de un cuerpo sano (y derechista). Y para empezar con este proyecto, deberíamos educar a nuestros gobernantes en el presente de su época y no convencerlos aún más de que su ideología sí funciona. Quizá el proyecto democrático de nuestros padres y abuelos esté fallando, pero al menos finjamos por un tiempo más que eso será la llave para la posible paz perpetua que un día soñó Kant: la consideración de un pueblo ajeno al nuestro como libre dentro de una conciencia unitaria y proyectiva.

 

Si no pensamos globalmente y no actuamos localmente podríamos empezar a observar los primeros síntomas de lo que sí es una sociedad posmoderna: la materialización de la falsa pseudo-imagen y el convencimiento de  que la Humanidad debe configurarse según el antojo de unos pocos, con amputaciones, degradación de ecosistemas y mucho sufrimiento implícito de por medio.

 

Así, para autentificar la experiencia debemos obligarnos a concebir el presente mundial como una oportunidad para hacernos conscientes del tiempo Antropocénico que vivimos. Es decir, de asegurarnos un lugar arraigado en el transcurrir de las eras geológicas sin que ello perjudique en exceso el estilo de vida de las masas (tan sólo para que se mejore su calidad, nada más). Lo que humildemente pido es transformar la realidad desde los parámetros que poseemos, y no por otro lado, de aferrarnos a ideales transhumistas como el sueños húmedo de la tecnociencia y la consecución de un futuro pre-programado. Películas como Star Wars o Mad Max son claros ejemplos de nuestra conciencia como civilización, pero no como especie auto-organizada. La auto-organización de la especie comienza disfrutando del presente con el Otro y de no esperar nada del "Yo" como agente manipulador, sino de paciente manipulante (como condición de posibilidad de manipular cuando sea preciso, de manera consciente y no automatizada). El camino es volver a enamorarse de la vida y de ser un principiante a pesar de los grises, arrugados y tupidos que estén nuestros tiempos.  

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