Entrevista al diputado Manuel Cruz

"Probablemente ha triunfado el miedo"

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Entrevista a Manuel Cruz, Catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona y diputado independiente del PSC-PSOE.

Manuel Cruz es Catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona. Autor de cerca de una treintena de títulos y compilador de casi una quincena de volúmenes colectivos, ha sido galardonado con los premios Anagrama de Ensayo 2005 por Las malas pasadas del pasado, el Espasa de Ensayo 2010 por Amo, luego existo, y el Jovellanos de Ensayo 2012 por Adiós, historia, adiós. En la actualidad es diputado independiente por el PSC-PSOE en el Congreso.

 

Ser sin tiempo propone pensar la mutación de la experiencia de la temporalidad presente en nuestra sociedad.

 

P: El título que propones, Ser sin tiempo, parece hacer una interpelación a Heidegger.

R: Decir que me planteo interpelar a Heidegger me suena insoportablemente presuntuoso. Si acaso diría que en mi libro he pretendido una reflexión acerca de la experiencia de la temporalidad que, aceptando la pertinencia y profundidad de la reflexión heideggeriana, intenta incorporar elementos que el autor de Ser y tiempo no estaba en condiciones de pensar y que, sin duda, hacen que vivamos dicha experiencia de una forma rigurosamente inédita.

 

P: ¿Renuncia la posmodernidad al Ser, o pensar el ser, en beneficio de esta histeria temporal?

"El instantaneismo en el que vivimos sumergidos no deja margen para nada"

R: La propia posmodernidad aceptaba que una determinada manera de pensar el Ser ya no era, definitivamente, el caso. Si tomamos como representante de la postmodernidad a Gianni Vattimo, en la práctica totalidad de sus obras reitera que la concepción heredada del Ser y su metafísica de la presencia han saltado por los aires. Probablemente ahora estemos en condiciones de afirmar que ese nuevo Ser débil que anunciaba el autor italiano está, incluso él, a punto de volatilizarse.

 

P: Algunos autores, por otra parte bastante mediáticos como Byung-Chul Han o Slavoj Zizek están empezando a denunciar que el exceso de positividad en el que vivimos, al revés, fomenta individuos más depresivos, ansiosos e hipocondriacos ¿Tiene algo de esto que ver con el concepto de tiempo en el que vivimos sumergidos y con la lógica productiva de la que hablas en tu libro?

R: Por supuesto. La idea de tiempo que manejábamos era el ámbito imaginario en el que nos era dado desplegar nuestras determinaciones y proyectos, que resultaban susceptibles de ser valorados y ponderados desde su final, a la vista de los resultados. El instantaneismo en el que vivimos sumergidos no deja margen para nada. No hay éxito concluyente ni triunfo alcanzado de una vez por todas. Nos ponemos en juego a cada momento, lo que fomenta una ansiedad que, en caso de derrota, deviene depresión.

P: La primera sección de Ser sin tiempo podría dar respuesta a la pregunta ¿Para qué filósofos? ¿Por qué hay que defender hoy más que nunca esta tarea del pensar?

R: Precisamente para recuperar el punto de distancia necesario para no abandonarnos, inermes y dóciles, al torrente de lo que sucede. Resulta llamativa la forma en la que, de un tiempo a esta parte, personas de muy diversas perspectivas ideológicas acepta, como si fuera la instancia indiscutible desde la que valorar los acontecimientos, el sentido común. ¡Cuando desde Sócrates lo que ha hecho la filosofía ha sido impugnarlo, precisamente para hacer más fuertes (empoderar se llama a eso hoy en día) y lúcidos a los individuos!

 

P: ¿Qué debe pensar la filosofía actual?

R: Lo que siempre ha pensado: lo que nos pasa.

 

P: Algunos pensadores se atrevieron al hilo del fin del Arte, la Poesía, o la Historia, a dar fin también a la Filosofía… y sabiendo donde arrancar todo ¿A qué se debe esta inercia por dar fin o muerte a estas disciplinas?, ¿sigue siendo productivo hablar de fines? ¿hay solución?

R: Una cosa es que la Filosofía, o el Arte, o la Poesía, se planteen su propia muerte, y otra cosa que desde fuera nos las quieran asesinar. Cuando, en el caso de la primera, se ha planteado su final ha sido, cómo no, por razones propiamente filosóficas que tal vez no sea ahora el caso reconstruir. Pero cuando se quiere acabar con ella precisamente para perpetuar el dominio de determinadas visiones del mundo, para impedir que haya lugar teórico alguno desde el que poner en cuestión el estado de cosas existente, entonces el asunto cosa debe merecernos un juicio inequívocamente negativo.

 

P: No cabe duda de que el mundo se está rindiendo al capitalismo, ¿podríamos decir que esta sociedad cansada se rinde a la comodidad?

R: Yo no culpabilizaría a la sociedad en su conjunto de algo que no ha podido escoger. La victoria del capitalismo, por lo que estamos viendo, no ha significado la universalización de un modo de vida confortable y feliz, sino el rampante aumento de las desigualdades, el debilitamiento de la democracia y otros males en la mente de todos.

 

P: ¿Debe el filósofo abocarse no ya a las estrategias retóricas que han estado presentes durante los miles de años de Historia, sino a estrategias mediáticas para conseguir un cambio en la sociedad?

R: Como es obvio, depende de lo que entendamos por estrategias mediáticas. Una cosa parece fuera de discusión: las formas de transmisión del conocimiento, la información y la opinión no son las mismas que las de antaño, y no tendría demasiado sentido que el filósofo le diera la espalda a todo esto, y se mantuviera, tozudo, en sus viejas prácticas. No hay que ser tan altivo: hay que ir a buscar a los lectores y a las personas interesadas en el pensamiento dondequiera que estén.

 

Habrá que estar atento, claro está, a que el medio no deforme el mensaje, riesgo ciertamente real. Pero no creo que sea buena estrategia que, para evitar ese riesgo, renunciemos a ser escuchados en esa nueva ágora que son los medios de comunicación.

 

P: A propósito de la reflexión del tiempo que propones ,¿hacia donde tiende esta autoproclamada posmodernidad?

R: No creo que la posmodernidad sea algo así como una entidad que se fija determinados objetivos o que apunta a determinados horizontes. Más bien creo que expresaba un estado de ánimo, perplejo y confundido, muy característico de finales del siglo pasado (de los años ochenta, para ser exactos), pero que hoy tiene severas dificultades para pensar adecuadamente lo que está ocurriendo. Los elogios del antes citado Vattimo al régimen iraní o a Hugo Chávez constituyen una buena prueba de ello.

 

P: Dados los últimos acontecimientos, y con un libro que traza un perfil bastante certero de la sociedad en la que vivimos, no puedo dejar de preguntarte, ¿qué ha pasado en EEUU?

R: Probablemente que ha triunfado el miedo.

 

P: Al hilo de la anterior pregunta, ¿cuál es la política que nos espera?, ¿es política o, en definitiva, mercado y consumo?

R: Nunca ha dejado de haber política. Uno de los factores que según multitud de analistas está en el origen de la situación actual, me refiero a la desregulación del flujo de capitales, es el resultado de una decisión política tomada por Margaret Thatcher y Ronald Reagan. De la misma manera, el discurso del nuevo presidente de los EE.UU. no implica la retirada de la política para dejar que el mercado campe a sus anchas, sino que expresa una decidida voluntad intervencionista.

 

P: Las redes sociales son un arma de doble filo, recogen la memoria, pero ¿hacen un buen uso de la misma? ¿Cuál es el modelo de conocimiento o sociedad que está tendiendo a crear este nuevo modo de relacionarse?

R: Es muy difícil determinarlo todavía. Las potencialidades de las redes sociales son enormes. Pero dichas potencialidades pueden adoptar diversos signos, no teniendo uno predeterminado esencialmente. En los orígenes de Internet eran muchos los que saludaban su aparición como el nacimiento de una nueva ágora global, y a lo que hemos asistido después ha sido a lo que, por utilizar la feliz expresión de Cass Sunstein, es más bien una ciberbalcanización (o un nuevo sectarismo, como se prefiera).

 

Lo propio cabría decir acerca de la pérdida de toda auctoritas en Internet, donde cualquier opinión vale lo mismo que otra (o sea, nada) y, por ello, se convierte en un espacio donde la estupidez, del brazo de la maldad, pueden campar libremente. Pero también ahí percibimos signos de cambio, y la aparición de la figura del prescriptor tal vez sea una forma, un punto vergonzante, de restablecer alguna forma de jerarquía en el conocimiento.

 

P: Este presentismo, esta oda y ansia al Carpe Diem al que todo el mundo tiende, este exceso de individualismo ¿acaso no crea ese miedo y rechazo al otro, a todo lo que se sale de nuestra experiencia? ¿cómo romper esta ceguera y aislamiento al que tiende el ser humano?

R: Pero ese miedo está basado en un engaño, en la consideración, por principio, del otro como rival o competidor, consideración que a su vez se desprende de una visión del mundo y de la vida como una lucha por el propio provecho o por el triunfo individual (ser el número uno). Es ese engaño el que hay que destruir, porque su destrucción es la condición de posibilidad de reencontrarnos los unos a los otros, e incluso nosotros con nosotros mismos.

Paula López Montero

Paula López Montero

Paula López Montero, Madrid, 1993. Crítica cultural, ensayista y escritora. Colabora en la crítica cinematográfica de la revista Cine Divergente, y ha apoyado proyectos emergentes como la red cultural Dafy, y promovido y organizado eventos poético-musicales en la capital. Es editora del suplemento de poesía Verso Blanco, de Ritmos 21.

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