¿De qué va Los asesinos del emperador?
18 de septiembre del año 96 d.C. Un plan perfecto. Un día diseñado para escribir la historia, pero cuando todo sale mal la historia ya no se escribe.. se improvisa: una guerra civil, el Coliseo, la guardia pretoriana, traiciones, y guerras de frontera, envenenamientos, delatores y poetas, combates en la arena, cristianos y martirios, ejecuciones sumarísimas, el último discípulo de Cristo y el Apocalipsis, el ascenso y caída de una dinastía imperial, locura y esperanza, la erupción de Vesubio, un puñado de gladiadores, la amistad inquebrantable, Marco Ulpio Trajano, el mito de las amazonas, una gladiadora, nueve emperadores, treinta y cinco años de la historia de Roma .. 18 de septiembre del 96 d.C. Un grupo de gladiadores dispuestos a todo avanza por las alcantarillas de Roma. Nada ni nadie puede detenerlos. Ni siquiera la historia.
18 de septiembre del año 96 d.C. Un plan perfecto. Un día diseñado para escribir la historia, pero cuando todo sale mal la historia ya no se escribe.. se improvisa: una guerra civil, el Coliseo, la guardia pretoriana, traiciones, y guerras de frontera, envenenamientos, delatores y poetas, combates en la arena, cristianos y martirios, ejecuciones sumarísimas, el último discípulo de Cristo y el Apocalipsis, el ascenso y caída de una dinastía imperial, locura y esperanza, la erupción de Vesubio, un puñado de gladiadores, la amistad inquebrantable, Marco Ulpio Trajano, el mito de las amazonas, una gladiadora, nueve emperadores, treinta y cinco años de la historia de Roma .. 18 de septiembre del 96 d.C. Un grupo de gladiadores dispuestos a todo avanza por las alcantarillas de Roma. Nada ni nadie puede detenerlos. Ni siquiera la historia.
¿Qué ha pasado aquí? ¿Se ha apagado la llama?
Santiago Posteguillo es un gran escritor. No obstante, lo que algunos llaman”chispa”, “brillo”, e incluso “flow” en el mundo de la música parece haberse agotado con el lanzamiento de su cuarto libro, y primero de la nueva trilogía de Trajano,Los asesinos del emperador. Tal vez sea que es un personaje un tanto desconocido en lo que al gran público se refiere, y eso haga que el bueno de Trajano haya perdido esa aura de leyenda que caracterizaba a Escipión, y sobre todo a Aníbal. O tal vez no.
Santiago Posteguillo es un gran escritor. No obstante, lo que algunos llaman”chispa”, “brillo”, e incluso “flow” en el mundo de la música parece haberse agotado con el lanzamiento de su cuarto libro, y primero de la nueva trilogía de Trajano,Los asesinos del emperador. Tal vez sea que es un personaje un tanto desconocido en lo que al gran público se refiere, y eso haga que el bueno de Trajano haya perdido esa aura de leyenda que caracterizaba a Escipión, y sobre todo a Aníbal. O tal vez no.
Lo que sí es cierto, es que 1200 páginas de Trajano, sin hablar casi nada de Trajano ha pasado factura. Posteguillo ha optado por una evolución lentísima del personaje. Incluso más lenta de lo esperado, dado que ya en la primera entrega de la trilogía de Escipión, también este pasaba muy desapercibido. Pero teníamos sin embargo otro personaje de igual talla que hacía las delicias del lector, es decir, Aníbal.
¿Dónde está Trajano?
¿Dónde está Trajano?
Trajano, por el contrario, aparece de refilón durante toda la novela. Y esto sería una decisión muy respetable, que ya funcionó con la anterior trilogía en el pasado, si no fuese porque ahora… ¿Quién se lleva el protagonismo de 1200 páginas? Está repartido entre personajes más envueltos en las sombras que en la realidad histórica: Un gladiador fruto de la total y completa imaginación del autor y un consejero imperial mencionado de pasada por los autores clásicos.
Es cierto que tiene que justificar sus actuación posteriores, pero la cuerda que tienen, el número de líneas dedicadas en exclusiva a estos personajes es criminal. El primero, vacío y atormentado, termina haciéndose una bola a la mente del lector de la que es difícil desprenderse sin hacer un esfuerzo por pasar esas páginas cuanto antes. Y es que el personaje del gladiador Marcio, sirve estupendamente para explicar cómo funcionaba el mundo de los gladiadores en el gran anfiteatro Flavio (posteriormente conocido como El Coliseo). No obstante, muy bien caracterizado en la Roma profunda: entre la mendicidad de los barrios populares como la Subura, los pasillos del Coliseo y las celdas del patio de entrenamiento. Pero está sobredimensionado y se le otorga un protagonismo mal elegido, que molesta porque es una invención completa y absoluta.
El otro personaje, el consejero imperial, Partenio también sobredimensionado. Nos sirve de guía para medir y dilucidar la mente enrevesada y perversa de Domiciano, al que ya llegaremos. Partenio es un consejero o chambelán, que sí es histórico, dado que lo menciona Suetonio, en La vida de los doce Césares. No obstante, no sabemos si será el celo por seguir a los autores antiguos e ignorar por completo la revisión que han hecho los historiadores actuales, o qué ha pasado. Lo que sabemos, es que Suetonio no para de llamar al César “el pérfido Domiciano”. ¿Fruto de una tirria particular del historiador clásico? Posiblemente, dado que todo el que se aproxime a la Roma antigua sabe que Suetonio es un Mariñas de la época, al que hay que leer, pero no fiarse ciegamente de lo que dice. Y es que… ¿Dónde está ese antagonismo al estupendo y del que poco o nada sabemos de Trajano, al que algunas mentes lúcidas de la novela, parecen volver la mirada cuando todo parece perdido? Pues debería estarlo en Domiciano, pero no lo está. O si lo está, encontramos a un malo de película.
Personajes planos
Personajes planos
¿Se acuerdan de esos malos malísimos de Hollywood de hace unos años? ¿Se acuerdan de esos personajes que son malos… porque disfrutan siéndolo? Esos personajes que gozan viendo las más terribles torturas, y que sonríen cuando le pinchan una pelota a un niño… Es decir, personajes planos. Se echan de menos aquellos antagonistas magníficos que tenía Escipión: Fabio Máximo o Catón por ejemplo. Ninguno era “malo” a secas. Tenían una profunda psicología interior que les hacía actuar contra los intereses de Escipión, pero eran complejos. No eran malvados per se. Y eso con Domiciano se nota.
El revisionismo moderno ha demostrado que Domiciano no fue tan malo como le pinta la historiografía clásica. De hecho, y aunque la novela indique lo contrario, la política económica de Domiciano fue muy positiva: Las monedasalcanzarían un valor al que no se llegaría en el futuro o decide parar la costosísima política expansionista del Imperio, como ya hizo el mismo Augusto. El mismo T. Mommsen, padre de la historiografía antigua considera que su reinado está marcado por un despotismo sombrío e inteligente, y los estudiosos de la época afirman que tan sólo unos pocos fueron los que se mostraron abiertamente hostiles con su reinado, y que fueron los mismos que exageraron las actuaciones de Domiciano posteriormente para ganarse el favor de la nueva dinastía de los antoninos.
Es decir, que ni Domiciano había sembrado un odio tal como dice Posteguillo, o si lo sembró convendría haber hecho una psicología más profunda de él, en vez de retratarle como un infame y vil individuo que disfruta con las perrerías que hace a sus detractores y firmando sentencias de muerte, así porque sí.
Trajano no es Escipión
Trajano no es Escipión
Tampoco las batallas son nada de lo que destacar en la novela. Todo lo contrario a la fórmula usada anteriormente: Batallas épicas que van desequilibrando la balanza poco a poco, acciones que realmente ponen los pelos de punta. No.Los asesinos del emperador no tiene nada de eso. Si acaso una sombra de lo que fueron aquéllas batallas o aquéllos retratos de la peligrosa Roma republicana al caer la noche, ni descripciones de las grandes domus patricias, ni siquiera del Palacio del emperador.
Se vuelven a echar de menos, los debates en el Senado. Si bien el Senado no es lo que era en la Roma republicana, y Posteguillo está muy acertado al darle un papel muy secundario en los tejemanejes imperiales, lo cierto es que sí que seguían debatiendo, había senadores de relieve en la política del Imperio, y Posteguillo no analiza las diferentes posiciones del Senado respecto al emperador. Por otro lado, tampoco se explica muy bien, lo que parece un apoyo generalizado del pueblo a Domiciano, aparte del típico Panem et circenses que decía Juvenal.
Quién sabe si no hay que coger la novela de buenas a primeras, sin tener en cuenta nada de lo leído de Posteguillo hasta entonces. Tal vez el error ha sido leerla con las expectativas que sembró Escipión y esperar algo similar. También es cierto que si hemos hecho hincapié en algunos de estas lagunas, tenemos que reconocerle una adecuada aportación a la literatura de calidad de la Roma imperial. En un periodo además, muy poco o nada transitado… Que es cierto, no es Escipión, pero aún así es un relato muy correcto.