Eugenio D'Ors en Principios de política de misión recogía en hermoso lenguaje algunas de estas ideas clave que tal vez debieran ser repetidas y aprendidas y practicadas en la medida de lo posible por los altos cargos de los partidos políticos, sobre todo cuando poseen responsabilidades de gobierno en cualquiera de las naciones: '"El espíritu debe redimir a la naturaleza"; "La cultura debe redimir a la nación"; "La condición óptima para la selección es la jerarquía mediante la excelencia y la igualdad de oportunidades"; "Cada hombre es un servidor. Cada servicio es una dignidad. Cada dignidad es un deber. Cada deber es una técnica"; "Todas las voces han de ser oídas"; "Toda misión ha de tener un carácter universal, no empequeñecedor, sino abierto al horizonte"; "No seguir la opinión pública, sino precederla"; "No servir a un señor que se pueda morir".
Eugeni D’Ors (1881-1954) sigue siendo hoy, casi sesenta y tres años después de su muerte en 1954, un nombre incómodo para la cultura catalana y para la española, tantas veces sometida a la corrección política. Su apoyo a la Mancomunitat de Prat de la Riba y su posterior identificación con la cultura en la era de Franco le han convertido en una figura casi marginada. En este sentido, destaca el monumental trabajo del historiador Javier Varela que recupera al intelectual, al Xenius por excelencia, en una biografía total Eugenio D’Ors 1881-1954, publicada por RBA. En sus páginas se redescubre la voz y la figura de un hombre independiente. Un hombre que fue nacionalista catalán, nacionalista español, sindicalista, monárquico y falangista.
Comenzó como periodista en La Veu de Catalunya, con un célebre Glosari que firmaba como Xenius. En aquellas letras D'Ors dibuja nada menos que el canon estético y vital de la Cataluña de los años veinte. Si Ortega y Gasset era la referencia incuestionable de la España castellana y Miguel de Unamuno combinaba la pasión quijotesca con la poesía y el pensamiento, Eugenio D'Ors se configuraba como la voz nueva de la España mediterránea, filosófica pero transida de belleza, de arte y estética.
Cuando cayó Prat de la Riva, en 1920, el escritor se marchó a Madrid y decidió no volver a escribir jamás en catalán. Tres años después reanudaría las glosas, ahora en el diario ABC y en castellano. En 1927 fue nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua y regresó a París como representante de España en el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual. La guerra le sorprendió en París, con tres hijos combatiendo en el bando nacional. Años antes de eso, D'Ors ya era considerado un traidor en Cataluña y un fascista en la capital. Cosas de la tolerancia de entonces.
En diciembre de 1936, María Teresa León se hizo cargo de la "evacuación" del Museo del Prado. En mes y medio, sin más criterio que el de su compañero Rafael Alberti, más de doscientos cuadros, Las Meninas de Velázquez y el Carlos V de Tiziano entre ellos, fueron enviados rumbo a Valencia.
En marzo del 1939, cuando aún no había acabado la guerra, D'Ors, con uniforme de Falange, es jefe nacional de Bellas Artes y secretario perpetuo del Instituto de España, organismo que agrupa a todas las academias. Además, era uno de los negociadores, junto a José María Sert, que debía conseguir que los miles de cuadros sacados de España y depositados en Ginebra sean devueltos. Eugenio D'Ors llevó con tino y prudencia la delicada gestión. Las Meninas están donde están gracias a D'Ors, que a partir de ese momento se haría cargo del estudio, difusión, descubrimiento y conservación del arte contemporáneo en España.
En 1939, con ocasión de estas gestiones, D'Ors charló ampliamente con Picasso que –al igual que Dalí– era amigo suyo. El artista le dijo: "Cómo una persona tan independiente como tú esta con esa gente". A lo que el escritor replicó: "Porque lo que tú llamas esa gente es la única que podía salvar España. Lo que de España tú y yo amamos".
La pasión por el arte le hizo dedicarle hermosas páginas a la pintura, al Parnaso literario y a la propia concepción de la belleza. Destacan de entre sus obras: Tres horas en el Museo del Prado (1922) y El valle de Josafat (1946). En el primero analiza con sensibilidad y agudeza una visita a un templo del arte como es El Prado. Se trata de la mejor guía de museo que jamás se haya realizado. En El valle de Josafat, el autor pasa revista a los principales escritores y artistas de su tiempo con agudo sentido crítico.
A menudo se considera a Eugenio D'Ors como un autor dedicado a la crítica de arte, pero su obra encierra una sólida teoría estética, una poética en sentido clásico. Su discípulo José Luis Aranguren lo supo ver claramente: toda estética es filosofía. La estética orsiana, a la que d'Ors denomina arbitraria, es una estética vital, llena de ética sin resultar moralizante, que apela al lector y al espectador del arte. Es una estética vivida. En ella, la Belleza no es un ideal separado de la vida, sino que es algo práctico, vivible.
Desde 1904, el proyecto renovador de Eugenio D'Ors se llamará Noucentisme y, precisamente, propondrá su reforma a través de la estética. Si el modernismo desgaja al hombre haciendo incompatibles naturaleza y libertad, la estética noucentista y el arbitrarismo sostienen que la voluntad impone orden en la naturaleza, conciliando ambas dimensiones. Es el arte quien permite, así pues, entender al ser humano de modo unitario, pues es en el arte donde se manifiesta la belleza. Keats lo supo expresar en versos admirables: "Belleza es verdad, verdad es belleza, es cuanto sabemos en la Tierra y cuanto necesitamos saber".
Con El secreto de la filosofía (1947) y La ciencia de la cultura (1964), el autor va a intentar sistematizar su pensamiento. Es desde el pensamiento estético desde donde hay que entender a Eugenio D'Ors. Las nociones clave sobre las que articula ambas síntesis de su pensamiento son precisamente nociones estéticas. Así, ángel, eón, seny, forma, figura, nimbo, funcionan en el pensamiento orsiano como categorías estéticas. Es de especial interés, su teoría sobre el "ángel" como la categoría estética y espiritual que de alguna manera sustancia el cuerpo con el alma.
Así Pablo D'Ors pudo escribir: "Eugeni Ors i Rovira definió su tarea literaria como combate por la luz, esto es, como una especie de ilustración católica. La misión del hombre de letras es, a su parecer, una empresa viril en la que se lucha, como Jacob con su ángel, por la luminosidad de la inteligencia. Un quehacer que no debe avanzar nada sin alguna reserva, insinuando la objeción ya en la afirmación misma y, protegiéndose, de este modo, de esa exuberancia fácil a la que conducen algunos hallazgos intelectuales. Este quehacer de ingenio metafísico podría ser definido como procedimiento socrático de la ironía. La aparición del ángel en el pensamiento de Xenius tiene mucho que ver con su alergia hacia todo lo vulgar y con su deseo de clasicismo".
Por su parte, El secreto de la filosofía pone de relieve que la filosofía orsiana es dialéctica, ironía en la más pura tradición socrática. Así lo pudo ver Gonzalo Fernández de la Mora en su ensayo sobre Filosofía española contemporánea, la filosofía como consciencia del carácter no definitivo del propio pensamiento, exactamente al contrario de lo pretendido por la Modernidad. Los límites no son algo extraño, extrínseco, sino que precisamente por ellos me defino. Y lo hago actuando, viviendo, trabajando y jugando, construyendo en suma la propia vida.
El gran mérito de La ciencia de la cultura es, por un lado, la sistematización de la labor de toda una vida, mostrando así que la filosofía orsiana es profundamente unitaria. Por otra parte, se expone patentemente la reacción del pensamiento orsiano contra el historicismo.
El gran descubrimiento de Eugenio D'Ors es la armonía de filosofía y vida. Para mostrar esa convergencia de las dimensiones de la realidad, utiliza la glosa, que busca el ángel. Quien lo alcanza es el seny, la razón figurativa, que descubre la belleza de las cosas y del ser humano: la filosofía del hombre que trabaja y juega. Hombre y mundo son unitarios y compatibles gracias a la belleza.
D'Ors combina de forma original el descubrimiento de la vida que formularía Ortega a partir de Meditaciones del Quijote, con la visión unamuniana de Vida de don Quijote y Sancho. Para Xenius, vida y pensamiento se unen en la belleza. Y vivir –bella metáfora– es gestar un ángel para alumbrarlo en la eternidad. Volver a D'Ors es retornar a los caminos artísticos de la belleza. A la superación de la dualidad juego/trabajo, pasión/jerarquía, arte/vida. Todo ello a través de la cultura. Merece la pena.
Ficha técnica |
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Título: | Eugenio D’Ors 1881-1954 |
Autor: | Javier Varela |
Editorial: | RBA |
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