EN VANO has detenido el paso
para adentrarte en la anunciación del nuevo día
que encarnan dos gorriones con su trino.
Sabes muy bien que nada más
podrá entregarte su inaprensible canto,
porque la limpidez
y la pureza de su música
están creadas en la fuga de memoria,
ese lastre que confunde
el recuerdo con su imagen
y ensucia la mirada de los hombres
con la indecencia de lo ido y lo voraz.
Te detienes a oír, pero la nada escuchas.
Un amasijo informe de sonidos.
Emprende de nuevo la marcha. No te obstines.
Adopta, en un descuido del silencio,
una actitud aciaga y condesciende
con cualquier metafísica. No te busques
en las cosas: cruza
la intemperie callado y que te abismen
los mandatos de una vocación desesperada.