Reportaje 21

Seres sociales: esencia (III)

MD Tanveer Rohan, Bank Of Ganga ©

El hombre vulgar no busca la verdad, busca su verdad y esa es la razón de que pueda actuar con principios diferentes y no perciba su propia contradicción.

Cada vez que se alaba al hombre bueno recuerdo la canción Sweet Betsy from Pike, uno de cuyos versos, dice Well, you are an angel but where are your wings (Si eres un ángel ¿Dónde están tus alas?). Según nos explica Nietzsche, el origen del término bueno sería el de noble con el que los indoeuropeos pretendían distinguirse de los pueblos conquistados, a quienes consideraban plebeyos, es decir, malos. Estos, serían términos en sentido estamental creados por los guerreros.

MD Tanveer Rohan, Mr Ram Nath ©

En cambio los términos bueno y malvado habrían sido creados por la casta sacerdotal y serían consecuencia de un resentimiento contra los que ahora se denominan malos que serían los buenos según el criterio del guerrero. Estos guerreros habrían establecido los conceptos a partir de sus acciones, especialmente, el cumplimiento de los contratos; por supuesto, solo tenían obligaciones para con sus iguales. Los signos del resentimiento sacerdotal se habrían establecido por el beneficio que los actos ajenos proporcionan a estos resentidos y, con ese significado, habría llegado hasta nosotros por influjo de la religión.

 

Ahora bien, no hubiera estado de más que aquel filósofo hubiera profundizado en el análisis psicológico de estos pueblos que trataban de tú a tú con los dioses y que sufrían, al menos en apariencia, ese complejo de superioridad en grado tan elevado.

MD Tanveer Rohan, Captive Soul ©

En nuestro tiempo, parecen coexistir ambos sentidos. Por una parte, se habría recuperado, o mantenido, un sentido estamental de los buenos. Así, los miembros de toda organización se sienten, frente a los individuos de grupos externos, como buenos.  Y, por otra parte, se habría mantenido el concepto de bueno por el que se cataloga de forma positiva a quien realiza acciones que benefician a los miembros de una sociedad u organización. Esta designación se hace en oposición a la de malo con la que se descalifica a quienes no realizan los actos que convienen a esa sociedad o grupo. Por lo tanto, realizando buenas acciones, uno se libra de ser calificado de malo por la sociedad. 

 

Estos grupos hasta han difundido la idea en la sociedad de que la aspiración de todo individuo y hasta su misma felicidad dependen de la entrega a los demás. Como se habrá entendido perfectamente, los demás solo son ellos. De esta forma tan astuta, se garantizan la colaboración de los componentes de la sociedad que, al haber perdido el sentido de su individualidad, habrían renunciado a sus aspiraciones personales y se habrían puesto al servicio de la sociedad, dicho en román palidino, al servicio de ellos. Entiéndese así la autoridad que ciertos cargos y la mayoría de los profesionales independientes pretenden tener sobre los no titulados y muy en particular sobre sus clientes. Ellos se estarían reservando el antiguo concepto de bueno por el cual considerarían vil e innoble a quien tienen enfrente.

MD Tanveer Rohan, Inside And Outside ©

Esta contradicción entre conceptos no se salva y no resiste un somero análisis pero, socialmente, constituye una imposición y la imposición social es de obligado cumplimiento para los miembros de la sociedad, que ya ni se molestan en cuestionar el valor de las normas porque quien las cuestiona es un hereje y es perseguido hasta que se le hace purgar sus culpas en la hoguera.

 

En cambio, en las esferas de poder, en donde se mantiene la lucha por detentarlo, el uso de estos conceptos es un uso interesado para defender sus posiciones y son conscientes de ello. En esa guerra, pues es una guerra, se sabe que los ataques que uno inicia puede imitarlos el oponente pero quienes han sido capaces de producir esa inversión de valores, como denomina Nietzsche al cambio del valor de los términos citados, se sienten capaces de continuar con esa tergiversación del sentido hasta donde sea necesario y por el tiempo que sea necesario. Mientras tanto, van ganando batallas y saben que el terreno ganado es un aval, frente a la sociedad a la que quieren dominar, del valor de su posición con lo que logran el respaldo de la sociedad para su lucha. Lo único que deben hacer es impedir que nadie piense.

MD Tanveer Rohan, Rush Hour ©

La sociedad está constituida de tal forma que se producen enfrentamientos entre sus miembros; la oposición entre los intereses de cada clan y los extraños supone una contradicción interna que debiera llevar a su destrucción pero, al ser una construcción artificial y forzada, la sociedad se mantiene en pie y los cambios estéticos no corrigen sus defectos estructurales aunque logran satisfacer, temporalmente, al grupo que adquiere fuerza en cada momento, lo cual proporciona la sensación de perfección, al adecuarse la forma social al pensamiento imperante del nuevo poderoso. Al adaptarse las costumbres al nuevo pensamiento, se produce la sensación de perfección y de progreso social, pero esa conclusión está originada más en la adaptación del hombre a nuevas circunstancias que a cambios absolutos. Lo que ocurre es que se realiza una interpretación perspectivista de la nueva situación y se confunde cambio con progreso, ya que ambos suponen una trasformación desde el estado anterior al nuevo,  y se valoran las nuevas normas con la nueva mentalidad sin entender que unas son consecuencia de la otra y, ésta, consecuencia de la preeminencia de un principio sobre otros a los que sucede (la preeminencia) con el mismo rigor con el que la noche sucede al día. La mejora en las condiciones de vida es debida a la acumulación de conocimientos y bienes y nada tiene que ver con un perfeccionamiento de la humanidad, que da saltos de vez en cuando, y, en cada uno de esos estados, no hace otra cosa que mostrarse en las diferentes circunstancias de su existencia aunque haya sido la propia humanidad la que las haya generado.

 

Nietzsche reprocha a los judíos la defensa de sus intereses, la liberación de la opresión que sufren, por medio de su astucia pero no reprocha el sometimiento de unos pueblos por otros a través de la fuerza considerando que es un derecho del fuerte ejercer su poder. Pero Nietzsche no ha entendido que los actos humanos son consecuencia de una evolución programada y que tanta justificación tiene la fuerza como la astucia ya que ambas son parte del mismo proceso. En un principio, era el hechicero el que dominaba a los hombres invocando a los espíritus; luego, los indoeuropeos recurrieron a la fuerza física del guerrero para someter a sus vecinos; y, finalmente, los judíos emplearon la razón del sacerdote no solo como liberación, también, como modo de ejercer el poder.

MD Tanveer Rohan, From Above ©

La vida social es suficientemente compleja porque en ella subsisten, no dos ni tres, sino hasta cuatro posiciones simultáneamente: Una esencia, una fuerza física, una fuerza legal y una interpretación. Vistas desde arriba, cada una de estas posiciones es tan justa o tan injusta como las demás pues todas ellas responden a la manifestación de algún principio; negar una es negarlas todas. Desde dentro de cada una de esas posiciones, el mundo solo tiene sentido con ese principio que niega el valor de otros. El hombre aplica un criterio u otro en función de la situación en la que se encuentre y no percibe, por esa subjetividad de la valoración, la contradicción existente entre sus conclusiones. Por eso, todo el mundo juzga y condena a los actos ajenos pero nunca los suyos, lo que explica por qué se ve la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio.

 

El hombre vulgar no busca la verdad, busca su verdad y esa es la razón de que pueda actuar con principios diferentes y no perciba su propia contradicción. El hombre elige otro principio desde el que poder interpretar sus actos convenientemente a sus intereses si, desde uno anterior, resulta perjudicado. Y debe ser por eso que el ser humano se denomina a sí mismo ser racional. No se persigue la universalidad, lo que la sociedad ha enseñado a perseguir es el interés particular que se opone a los derechos ajenos pues solo conculcando éstos se obtienen ventajas.

MD Tanveer Rohan, Inside Jiuxiang Cave ©

La manifestación de esas posiciones en la historia no es sucesiva, es simultánea, lo sucesivo es la valoración que el hombre hace de cada una de ellas, negando, en cada caso, valor a las demás posiciones por la incapacidad del hombre vulgar de percibir los diversos aspectos que presenta la existencia por lo que percibe y comprende el mundo de una forma parcial y siempre interesada, dando lugar a que, en cada tiempo, domine la sociedad un tipo humano concreto. De la misma forma, el conocimiento se encuentra regido, en cada momento, por un principio dando lugar a interpretaciones sucesivas que siempre parecen superar la concepción anterior pero nunca llegan a conocerlo todo.

 

Pero, en definitiva, la calificación de las acciones y todos los conceptos de bueno y malo, de bueno y malvado, del resentimiento, de culpa y de mala conciencia son producto de las relaciones sociales y el hombre no socializado no se encuentra sometido a ningún valor ya que la ley, la moral y la autoridad son consecuencia de la creación de una sociedad jerárquica, en la que se establecen niveles de poder y en la que los hombres participan por obligación, en lugar de haberse establecido la coexistencia en una organización concebida como mutualidad en la que sus miembros participaran para la mutua resolución de sus problemas.

MD Tanveer Rohan, Upobash ©

En la organización jerárquica, los puestos más altos no son ocupados por seres superiores libres de intereses personales; en todos los niveles, el hombre muestra su naturaleza pues el cargo no modifica la esencia del individuo solo se modifican las circunstancias y las situaciones de cada cual y, cuanto más alto es su nivel, libre de la presión de los que quedan por debajo, mayor posibilidad parece tener de satisfacer sus intereses personales a costa de los que pisa, porque el hombre es, como bien dice Nietzsche, un ser demasiado humano.

Mario Rodríguez Guerras

Español, economista. Ha publicado diversos artículos en revistas digitales. Parte para sus escritos de una teoría del arte fundada en principios racionales que es capaz de explicar toda la historia del arte como una evolución predeterminada del pensamiento que genera las formas artísticas.

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