Tercer centenario de su nacimiento

El Museo del Prado se acuerda de Carlos III

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'Carlos III, el cazador' es una de las obras clave de Francisco de Goya recientemente restaurada y que será la protagonista de una instalación especial.
Carlos III, cazador (1786). Goya. / Museo del Prado

Entre su extenso legado, Carlos III dejó como orden expuesta la creación de un museo referente a nivel nacional: el Museo del Prado. Aunque en sus inicios fue constituido como Gabinete de Ciencias Naturales. No obstante, fue su nieto, Fernando VII, quien ordenó que en el edificio diseñado por Juan de Villanueva se creará el Real Museo de Pinturas y Esculturas.

 

Por tanto, era más necesidad que homenaje que el Prado recordará a Carlos III en el tercer centenario de su nacimiento. Aunque la pinacoteca madrileña ha estado presente en las numerosas exposiciones que se han hecho sobre el “el mejor alcalde de Madrid” en la capital a través de la cesión de obras, le ha querido dedicar una instalación especial.

 

Carlos III, cazador de Francisco de Goya. Relaciones y divergencias es el título de la instalación que el museo dedica a Carlos III. Y es que gira en torno a la famosa obra de Goya sobre el monarca ilustrado, restaurada recientemente y que se presenta por primera vez al público en su máximo esplendor.

 

El lienzo de Goya no ha tenido el mismo protagonismo que otros del artista en el Prado, al considerase una copia y obra menor. Tras su reciente restauración, la técnica de Goya en Carlos III, cazador evidencia un retrato pintado ante el modelo por la precisión, variedad y riqueza de las pinceladas, los matices de color y las exquisitas transparencias que transmiten poderosamente la personalidad del rey.

 

 

Además, su procedencia directa de la colección real apoya que fuera éste uno de los primeros retratos del monarca pintados por Goya. Así, técnica y procedencia desvirtúan ahora la idea establecida desde antiguo y recogida hasta en la bibliografía más reciente de que Goya no lo hizo del natural y de que siguió el modelo acuñado por Antón Rafael Mengs en su excepcional retrato de hacia 1765, como podrá constatarse en esta muestra.

 

La figura del rey se une en esta instalación a varias medallas que revelan la elaboración de su efigie dinástica, desde el período italiano hasta el reinado español, y a un grupo de pinturas y estampas que le muestran desde el prometedor heredero que era ya desde su infancia hasta la creación del retrato oficial por Mengs o la interpretación final de Goya. Este último, con su visión del rey como cazador, hace entroncar al monarca con sus antecesores de la casa de Austria, especialmente con los retratos de Felipe IV, del infante don Fernando y del príncipe Baltasar Carlos como cazadores de Velázquez. Sin embargo, la transformación que Goya impone a la imagen regia es portentosa por su nuevo y penetrante naturalismo, por la cercanía al espectador/súbdito y por la inclusión de su figura en un paisaje áspero que no deja resquicio al convencionalismo del agradable bosque de verde vegetación y poblado de ciervos de retratos de artistas anteriores, incluido Mengs. En Goya, el amplio paisaje visto desde arriba, abrupto, seco, recorrido por un breve riachuelo en cascada y cerrado al fondo por altas montañas, abren el camino a una nueva interpretación de la realeza poco antes del estallido, en 1789, de la Revolución Francesa.

 

De esta manera, era de especial obligación que el Prado recordará a quien fue su fundador indirecto. Ya de paso, también para reconocer la genialidad obra de uno de los artistas más importantes de la Historia del Arte en España: Francisco de Goya.

Redacción

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