El Museo del Prado deja atrás las pesadillas y los monstruos del Bosco. El pintor neerlandés fue el protagonista de la exposición más visitada de la pinacoteca madrileña y todo da a entender que hasta dentro de muchos años ese récord no volverá a ser superado. Pero el Prado vuelve a la inocencia artística con una exposición de retratos infantiles del Romanticismo.
La infancia descubierta. Retratos de niños en el Romanticismo español exhibe una selección de ocho retratos, datadas entre 1842 y 1855, elegidas de una multitud de obras infantiles que el museo madrileño tiene en su colección del periodo isabelino.
El Romanticismo, muy presente en la colección Museo del Prado, tuvo dos núcleos potentes en España: Madrid y Sevilla. En aquella época, entre los artistas se puso “de moda” los retratos a niños por la demanda que existía. Era un asunto predilecto para las pintores.
Retrato de niña en un paisaje. Carlos Luis de Ribera y Fieve. / Museo del Prado
En la Ilustración ya se pudo observar algunos tintes del valor que se estaba dando a la pintura en la infancia. Esto se debía a que se veían a los niños como un proyecto de futuro. Sin embargo, tras la llegada del Romanticismo, su puso en valor la infancia como edad, no solo como idea futurista. Para los artistas, los niños reflejaba la inocencia, la cercanía a la naturaleza y lo mejor del ser humano, todavía no contaminado por las malas intenciones.
La burguesía madrileña fue la principal cliente de este tipo de obras artísticas. Vicente López reproduce en Luisa de Prat y Gandiola, luego marquesa de Barbançon el modelo clasicista representando a la niña como mujer a pequeña escala pero evocando a su inocente naturaleza. Por su parte, Rafael Tegeo, en Niña sentada en un paisaje, se posiciona por la condición infantil de la retratada. Federico de Madrazo, que alude a los modelos históricos de Velázquez en el retrato de Federico Flórez Márquez, y Luis Ferrant, que recoge la tradición española del Siglo de Oro en Isabel Aragón Rey, por su parte, adaptan este estilo con maestría a las métodos académicos románticos.
Visita de la exposición. / Museo del Prado
Los casos de Carlos Luis de Ribera y de Joaquín Espalter son diferentes. Sus retratos están adaptados al modelo europeo, que apuesta más por los parques y el aire libre.
Sevilla fue el otro eje central del periodo isabelino y los retratos infantiles. Antonio María Esquivel y Valeriano Domínguez Bécquer bebieron mucho del ambiente dorado de Murillo, que se fijaba más en los pequeños detalles como los rostros o las manos de los niños.
La exposición, que podrá visitarse hasta el 15 de octubre de 2017, también servirá para presentar una nueva incorporación a la colección del Museo del Prado. Se trata de una obra apenas conocida de Antonio María Esquivel, denominada Raimundo Roberto y Fernando José, hijos de S.A.R. la infanta Josefa Fernanda de Borbón (1855). Esta nueva pieza romántica del Prado es un reflejo de los ideales liberales de aquella época, inspirada en la educación libre. Ahora, la pinacoteca madrileño aprovecha por la infancia romántica, aquella todavía no contaminada.