“Pero lo que más les subyugó fue el trato que daba a sus hijos. En efecto, congregó en Osca, una ciudad grande, a los más nobles entre los pueblos y les puso maestros de enseñanzas griegas y romanas; de hecho los retenía como rehenes, pero de palabra los educaba para hacerles participar en el gobierno y el poder cuando se hicieran hombres”.
El fragmento corresponde a la Vida de Sertorio, de la gran obra Vidas paralelas de Plutarco. Quinto Sertorio (122-72 a.C.) fue un militar romano que tuvo que huir de su amada Roma, por temor a encontrar la muerte a manos de los partidarios de Sila; el hombre que se alzó con el poder absoluto en Roma durante la década de los años 80 del siglo I a.C. Se trasladó a la península ibérica. Allí halló un buen lugar (él y todos los amenazados por Sila) para establecerse.
Sertorio, en última instancia, romanizó, pero de una manera sigilosa y elegante
No dejó su suerte al azar. Sertorio estuvo en Iberia como tribuno militar (inicio del cursus honorum) y demostró valentía frente a los pueblos indígenas. Uno de los episodios más curiosos en la época de tribuno fue la matanza de Isturgui. Después de un ataque a las unidades romanas, Sertorio ordenó a sus soldados vestirse con ropas indígenas, para devolver el golpe. Los romanos, ataviados con prendas nativas, llegaron a la mencionada ciudad (de dónde eran los atacantes de la emboscada), engañando a todos sus habitantes. Una vez dentro, la gran mayoría de varones íberos fueron asesinados, el resto vendidos como esclavos.
A pesar de ese sanguinario capítulo, los pueblos de la península ibérica (especialmente los lusitanos) vieron en Sertorio alguien distinto al resto de autoridades romanas. No todos lo aceptaron, claro está, pero creó una red de aliados indígenas nada desdeñable. Al huir de Roma, trajo con él a un grupo de leales servidores, para organizar un contrapeso al Senado romano (cuando Sila se marchó del poder, continuó la aversión a Sertorio). Para constituir una alternativa a Roma debía tener aliados entre los íberos. Por ello, procuró granjearse su admiración y respeto. Empleó alguna que otra triquiñuela.
Quinto Sertorio en Huesca.
El caso de la cervatilla albina es un claro ejemplo de ello. Un campesino le regaló una cría de ciervo muy blanca, muy particular. El animal conectó rápidamente con Sertorio. Se convirtió en su mascota. Su dueño vio en ella el reflejo mismo de Diana (diosa romana de la caza) y no dudó en utilizarlo para conmover a los íberos. Si los espías romanos detectaban movimientos del enemigo les imponía escrupuloso silencio, para después revelarlo como un mensaje de la divinidad en sueños, a los indígenas. Contaba a los nativos la aparición onírica de su mascota, avisándola de peligros o aventurando victorias, que ya eran reales, pero el pueblo no sabía aún.
Retomando el fragmento que ha introducido nuestro relato, Sertorio estableció una academia cultural en la actual Huesca, para formar a los hijos de los cabecillas nativos. Sin una explicación más profunda, podríamos imaginar una situación tierna, pero debemos leer atentamente el fragmento de Plutarco, subrayando el término “subyugar” y el posterior “rehenes”.
Plutarco nos arrebata la inocencia desde el primer momento. Sertorio, en última instancia, romanizó, pero de una manera sigilosa y elegante. Educar a los hijos de la clase pudiente, permitiría tener controladas las generaciones futuras. La romanización no acaba con la victoria de las legiones en el campo de batalla. Más bien, empezaba con el final de la batalla, con la introducción de la cultura romana.
“La mejor victoria es vencer sin combatir”, nos lo recuerda el avezado Sun Tzu (el arte de la guerra). Un combate entre soldados no soluciona las diferencias que puedan existir entre los dos bandos combatientes más que por unos meses u años. Proporcionar un nuevo marco cultural fue mucho mejor que la presencia constante de soldados (Sertorio alejó sus guarniciones militares de las zonas pobladas). El pensamiento grecorromano penetró inexorablemente en la mente de los futuros jefes tribales de Hispania, ¿el populacho analfabeto opondría resistencia?
En un momento de furia, Sertorio mató a un gran número de jóvenes que estudiaban en Huesca (Osca en latín), pero fue ya al final de su vida, turbado por las constantes presiones emocionales procedentes de Roma. La muerte de su madre le afectó mucho, estaban muy unidos en su infancia.
El plan de congraciarse con los indígenas no fue su perdición. Como muchos grandes hombres en la historia de Roma, el enemigo residía en casa, en sus propias filas. Uno de sus máximos colaboradores, Marco Perpenna, tramó una conspiración contra Sertorio. Durante los años 73 y 72 a.C. hubo un cerco importante de las legiones senatoriales a las posiciones sertorianas. Perpenna y los demás conspiradores se temían lo peor. Mataron a Sertorio en el transcurso de un banquete. Durante la posterior negociación con Pompeyo Magno (enviado del Senado para acabar con los rebeldes), la mayoría fueron condenados a muerte.