Teatro María Guerrero

El 'Refugio' donde nada es lo que parece

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Llega 'Refugio', la última obra de Miguel del Arco, donde se reflexiona sobre el efecto que tiene la presencia de una persona externa dentro de un grupo familiar, abordado desde una temática actual como es la de los refugiados.

"El anhelo del corazón siempre inventa mil ficciones que lo arropen", esta frase de Alcestes, protagonista del Misántropo, fue el punto de partida que tomó Del Arco para este Refugio que estará en cartel del Teatro María Guerrero de la mano del Centro Dramático Nacional hasta el 11 de junio. La invención de cada uno mediante el lenguaje, reinventarse a uno mismo simplemente para justificar nuestra propia existencia. Este contexto, unido a la retórica de la política, a una familia donde el padre es un político corrupto y donde acogen a un refugiado que funciona como ese elemento externo que no se comunica con los demás, ni tampoco quiere hacerlo.

 

Un drama crudo que, aunque en la primera parte, podremos encontrar algunos golpes característicos de esta tragicomedia que ha logrado acuñar Del Arco, se va oscureciendo conforme a su desarrollo. Sienta Teorema de Pasolini como base de esta estructura familiar perturbada por un elemento externo, en este caso, identificado con Farid (Raúl Prieto) un refugiado acogido por esta familia española. Un núcleo familiar compuesto por un padre político corrupto (Israel Elejalde), una hija (Macarena Sanz) revolucionaria que entra en conflicto con su padre constantemente, un hijo (Hugo de la Vega) ajeno a todo y, en ocasiones, violento. También hay una esposa (Beatriz Argüello) cantante de ópera que ha perdido la voz y que se aísla de la realidad voluntariamente, y una abuela (Carmen Arévalo) en conflicto con el padre de la familia que intenta ayudar a su hija.

Elenco de Refugio (de izquierda a derecha): Carmen Arévalo, Macarena Sanz, Israel Elejalde, Raúl Prieto (arriba), Beatriz Argüello, Hugo de la Vega y María Morales.

El desembarco de Farid en esta familia donde le es imposible comunicarse, y donde los tormentos interiores, el recuerdo de su mujer fallecida en la migración que actúa como conciencia y cargo de culpa, interpretada por María Morales, le perturban. La respuesta es el silencio, un silencio que se ve corrompido por los miembros de la familia que utilizan esto como refugio. Tal y como dice Raúl Prieto, al final su personaje sirve de refugio más que como refugiado. Se plantea la paradoja creada por el autor que sienta su base en este lenguaje que inventamos acorde a lo que esperamos por la otra persona. Un completo desconocido se convierte en ese paño de lágrimas del conjunto de la familia.

 

"El refugio pueden ser estas palabras que sirven para justificar muchas cosas que hacemos"

"Siempre confío en la capacidad del ser humano de volverse a reinventar", esto, según el autor es lo que lleva a plantear una temática tan actual y tan tremenda como es la corrupción y el drama de los refugiados. Una sociedad que parece que no va a cambiar a pesar del descontento y la caída de la clase política. Sin embargo, esta no es la función principal de la obra, sino que pretende reflexionar sobre este refugio, sobre ese lenguaje que nos sirve para crearnos y convencernos a nosotros mismos. "El refugio puede ser estas palabras que sirven para autoconvencernos o justificar muchas cosas que hacemos, o ese refugio que se le ofrece a Farid en un país supuestamente civilizado que al final se transforma en cárcel, porque no sabe cómo empezar", realmente no siempre lo es, sino que sirve para encerrarnos en nosotros mismos.

 

De esta forma, la escenografía creada por Paco Azorín, sirve para plantear esto. Un cubo de vidrio que a la vez expone, acoge y encierra a los miembros de la familia junto a Farid. Una cárcel que a su vez es alegóricamente refugio y que sirve de filtro transparente para poder conocer lo que se alberga dentro de cada uno de los personajes. Además, se adapta a las situaciones y las relaciones sociales, abriéndose, cerrándose y moviéndose en distintas posiciones. También la música, de la mano de Amaya, la cantante de ópera que perdió la voz, identifica esas palabras que no se pueden expresar. 

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Escena de la obra Refugio, dentro de la escenografía de Paco Azorín

La dificultad para interpretar una temática tan candente y tan sensible ha llevado a Raúl Prieto a enfrentarse a una situación que, según el actor, dejamos a un lado desde Europa. "Esto se convierte en un torbellino de emociones, e incluso a un bloqueo al comienzo de la obra, por tener que enfrentarme a algo tan lejano y tener que mirarlo de cara". La dificultad para el actor que interpreta a Farid de enfrentarse a un personaje real que está presente día a día en el Mediterráneo huyendo de su país. Una realidad tan lejana, pero a su vez tan cercana a la nuestra, a la que nos tenemos que enfrentar.

 

Una realidad más próxima es la de la corrupción, que también se refleja en el papel de Israel Elejalde, a pesar de no tener ningún signo político marcado es el máximo exponente en la obra de esta retórica corrupta del lenguaje. Algo que contrasta tanto con sus hijos, como con su mujer y, por supuesto, con Farid, al que acoge para lavar su imagen.

 

 

Una obra que no deja indiferente a nadie, en la que el silencio juega un papel fundamental y donde, como declara el autor, "nada es lo que parece". Lo que parece refugio es cárcel y lo que parece silencio, en realidad, son palabras.

Marina Prats

Marina Prats

Marina Prats es periodista y experta en comunicación cultural.

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