2ª parte

Seres sociales: manifestación

Bueno y malo es interpretación desde el punto de vista de cada cual. Justo es lo que corresponde a cada uno como categoría universal.
Basilio Silva, Fish and chips (Campaign Maria Lizaso Summer). ©

El daño es un perjuicio que alguien sufre. El origen puede ser una causa natural —algo esencial (la muerte, la enfermedad) o material (una avalancha, un terremoto)—; el devenir de la existencia, el azar (un accidente) un acto deliberado por parte de otro individuo (un atraco, una guerra, una mentira…); una interpretación personal (un juicio, una crítica, una opinión…). Cuando el daño material es deliberado estamos ante el mal. Puede producirse por una violencia emocional o física por una mentira o  por un juicio. Lo que nos interesa, ahora, es el daño causado deliberadamente por otro ser humano pero debemos conocer su contexto.

Basilio Silva, The Gauchita Girl. ©

Lo justo y lo bueno son categorías diferentes. Bueno y malo es interpretación desde el punto de vista de cada cual. Justo es lo que corresponde a cada uno como categoría universal. Coloquialmente, se ha denominado bueno a quien actúa con justicia, pero buena es, para mí, la persona que me beneficia. Una sentencia justa puede causar un perjuicio al condenado y este la consideraría mala, no obstante ser justa. Existen actos asépticos, no sujetos a valoración ética o legal, como comer, pasear… y hechos fortuitos que pueden tener consecuencias legales pero no morales, como un accidente en el que aunque haya daños no interesa su estudio para definir la naturaleza humana porque no existe intención de causar un mal.

Basilio Silva, Adorada hermana. ©

El mal se produce cuando se origina un daño a un tercero para obtener un beneficio aunque se acaba por entender el mal como cualquier perjuicio que se sufre. El mal procede de la razón, es el daño deliberado a un tercero tras calcular las ventajas que se obtendrán. La maldad es la satisfacción con el sufrimiento que se provoca y no consiste exclusivamente en causar un daño físico. La maldad es el interés por el ejercicio del mal. La indiferencia ante el padecimiento de los demás se llama crueldad y pueden ser crueles tanto el malo como el malvado o no serlo ninguno de ellos. La maldad puede no ser cruel lo que ocurre cuando se causa un pequeño daño, como robar un caramelo a un niño o explotarle un globo. En estos casos en los que el perjuicio no es grande, lo que se revela es la miseria porque  todo acto de maldad o malo es miserable ya que implica un dominio sobre la persona a la que se daña y aprovecharse de una posición de superioridad para perjudicar a un tercero es en sí miserable. Y es miserable hasta la satisfacción con el fracaso ajeno, algo más corriente de lo que se quiere suponer, que proporciona la sensación de superioridad. La miseria hace referencia a la moralidad de quien actúa; la crueldad, al sufrimiento de la víctima; el mal, al beneficio material del actor a costa de los derechos ajenos; y la maldad a la satisfacción emocional del malvado. Esta clasificación de los actos dañinos del actor se hace desde el punto de vista espiritual o ético; material o físico; racional o legal; y del interés personal. Y es indiferente el tipo de actos que se realicen que, como ya hemos dicho, pueden ser la violencia física o verbal, la mentira y la censura.

Basilio Silva, Shepherdesses. ©

En esas circunstancias creadas por los hombres sociales, la apariencia sirve tanto para el individuo como para la verdad. Y, así, cualquier cosa puede convertirse en una teoría del arte o del mundo o de la conducta humana; la primera ocurrencia se la considera interpretación psicológica, no es necesario ni tener el título. La psicología es, por cierto, la ciencia más susceptible de caer en el error porque cree poder conocer, a través de la conducta del hombre, el alma humana,  pero, por ciencia, se aceptan sus conclusiones como verdades y todo el mundo la emplea de forma impertinente, como si poseyera suficiente capacidad de interpretación de los actos, para descalificar a sus enemigos.

Basilio Silva, Bloody Summer Kalaka. ©

La verdad es desmerecida en el mundo social en donde, fruto de la actuación del ser humano, solo se impone quien recurre a la fuerza. Cuando la verdad triunfa, debemos buscar la causa en la utilidad para algo o para alguien: alguien que pretenda triunfar en el mundo social puede recurrir a la verdad; la verdad es un instrumento de la guerra social. La verdad no puede ser presentada como conocimiento, eso es una ingenuidad. El mismo conocimiento debe poseer una fuerza para imponerse y, en la sociedad, la fuerza la dan el cargo y el título. Defender el conocimiento puede ser peligroso porque supone enfrentarse al poder de quienes defienden el error y no les interesa la verdad porque reconocerla supondría una merma de su poder y de su prestigio.

Basilio Silva, Visage Models. ©

Cada vez que se impone una verdad, una creencia o una opinión debemos buscar la razón de su triunfo en la destrucción de un valor que daba fuerza a determinado grupo. Nunca se impone una verdad, lo que se impone es una voluntad a otra voluntad ‒la voluntad de un nuevo grupo‒  y un principio se impone a otro principio.  En la sociedad, hay una guerra por el poder. El triunfo de una idea supone una ventaja para sus defensores, lo mismo que una victoria en una batalla.

 

Entonces, cuando el grupo de poder posee fuerza suficiente para defenderse del atacante, rechaza la verdad porque cuestiona su estatus. Cuando el grupo atacante posee más fuerza que el grupo en el poder, impone su criterio, ya se trate de una verdad o de una falsedad que reemplaza a una verdad. La verdad, como decimos, carece de valor en el mundo social, si acaso, es un medio, y solo interesa intrínsecamente a los teóricos.

 

En esa lucha por el poder hay una supuesta lucha por la independencia del individuo, si bien, quien alcanza el poder vuelve a establecer imposiciones que coartan la libertad que decía perseguir. La fuerza solo busca dominar.

Basilio Silva, Jacky. ©

Socialmente, el mundo está en calma pues la sociedad persigue la violencia física, por lo que la fuerza se ejerce de forma sutil y en privado. El mundo social es un mundo aparente en el que hasta el más perjudicado se muestra como si estuviera libre de esas presiones y amenazas. La vida social es representación, es apariencia, el hombre social es un actor en una obra de teatro en la que se le ha asignado un papel y está obligado a representarle, crea o no en su personaje.

Basilio Silva, S/T. ©

La sociedad trasmite a los ciudadanos la existencia de un orden jerárquico al que atenerse, y la aspiración de dominio de unos y la obligación de sumisión de otros, por el desarrollo de los hechos, por la costumbre. Ese orden no se cuestiona porque se tiene por circunstancia de nuestra existencia pero, visto como resultado de lucha de fuerzas, solo es la situación impuesta por los vencedores que ponen a los ciudadanos en una vía y les colocan orejeras que reciben como regalos que les facilitan la subsistencia y les ordena la vida en común. Como se ha observado, en las mayores dictaduras es donde más se respeta al gobernante, se teme su desaparición porque el ciudadano depende emocionalmente de esa figura paterna. Cuanta mayor libertad existe, menor es la dependencia del hombre respecto de las instituciones y de figuras paternas. Donde haya dependencia del estado, habrá dictadura.

Basilio Silva, The Gauchita Girl. ©

La admiración hacia los hombres prepotentes pudiera entenderse en el caso de quinceañeras cargadas de hormonas que la naturaleza les proporciona para dejarse poseer y fecundar por los machos más fuertes y que acaban casadas con un ser dominante, posiblemente, maltratador. Pero la admiración que adquiere el prepotente en la sociedad, tanto en las instituciones como en la vida personal, es consecuencia del respeto a la jerarquía social implantada desde hace milenios en la conciencia pública. El hombre con un cargo más elevado tiene derecho a imponerse a los demás. Diríase que los demás hombres debieran dejarse poseer socialmente. Lástima que acaben jugando ese juego. La admiración hacia las ventajas materiales y sociales de la posición alcanzada por el poderoso lleva al hombre vulgar a admirar, y no solo temer, al hombre que ostenta ese puesto y le rinde pleitesía esperando, además, obtener alguna ventaja por ese respeto bien a través de la relación con ese ser bien a través de sus conocidos.  Aunque, en cada situación concreta, sea imposible el enfrentamiento o la exposición de la situación, el hombre que se percate de este juego debe evitar repetir los encuentros con los hombres prepotentes. La ciencia dice que quien actúa de esta forma sufre del complejo de Dios o del Mesías que es la forma culta de referir lo que se conoce de toda la vida como el engreído y, más coloquialmente, el engreído de mierda y, aunque pudiéramos habernos ahorrado la referencia escatológica, quizás, mantenerla sea la única forma de hacerle sentir al engreído lo que demuestra, con su conducta, de su carácter y acabe por trasformar su sentimiento de superioridad en uno de vergüenza y decida resolver ese pequeño problema con el que tanto daño causa a los demás.

Basilio Silva, Supergirls. ©

Se llama psicópata a quien le cuesta mostrar empatía o culpa y se excede en su conducta. Pero parece que hay varias formas de dejar de percibir el dolor ajeno, y no una exclusivamente: Un defecto innato o una causa sobrevenida, como una enfermedad, un accidente, una agresión o un trauma, es decir, un dolor emocional.

 

Pero existe, junto a estas causas negativas mencionadas, la causa positiva, mucho más frecuente y, en modo alguno, exclusiva de los psicópatas, al contrario, al alcance de cualquiera. La causa positiva es una ventaja personal que hace olvidar el perjuicio que genera a un tercero un acto propio, es lo opuesto al trauma y es lo que les ocurre a los políticos, a los terroristas y, en general, a todos los hombres poderosos, incluida la vecina del cuarto, con poder para destripar a cualquiera;  es decir, la causa positiva la contempla todo hombre pequeño, todo hombre social; recuérdese, por ejemplo, el caso de la venta de preferentes a jubilados. Un hombre pequeño es el que no prospera por méritos personales y prospera destruyendo a otros o apoyando al poderoso. Un narcotraficante puede tener el respaldo de los políticos, de la comunidad y de los miembros de su banda, pero no por ello es un gran hombre.

Basilio Silva, Supergirls. ©

La tendencia del hombre es la de causar daño, el mal proporciona satisfacción, ya sabemos que solo a los hombres miserables, pero busquen con lupa a quien no posea algún ápice de maldad. Y, por cierto, aclaremos que el miserable no es quien comete actos horrendos, es quien se satisface con el sufrimiento ajeno, así que la simple contemplación del sufrimiento puede ser muestra de la maldad del observador, y la censura puede ser un acto más miserable que aquello que se censura. Lo que determina la condición de un individuo es el sentido que tienen para él los actos y no el tipo de  acto. El deleite con el sufrimiento ajeno ya le dejó bien claro Nietszche en su Genealogía de la moral y no es necesario insistir en la verdad del hecho. El desarrollo social ha llevado a una evolución o perfeccionamiento del sufrimiento. Antiguamente era el sufrimiento físico el que proporcionaba placer. Hoy, el daño físico no es de recibo pero el hombre no ha mudado su naturaleza, ha mudado su manifestación y, ante la imposibilidad de ejercer violencia física, recurre a la razón y la emplea para producir acoso moral, escolar, laboral, la humillación en el trabajo, el descrédito personal, la burla y la mentira. Pero esa violencia que negábamos existiera se produce allí donde no hay una autoridad ante la que reclamar por el daño sufrido y, así, la sociedad se mantiene en un aparente orden solo porque las fuerzas de seguridad logran hacer que se respete.

Basilio Silva, S/T. ©

Hay una forma habitual de justificar el mal y disimular la maldad que es la de recurrir al cumplimiento de las leyes. Las leyes establecen como delitos hechos concretos y deben demostrarse. Lo que no se puede demostrar no ha ocurrido y un acto no legislado no constituye delito. Al haber una norma positiva a la que atenerse, se deja de valorar la norma moral y existe una justificación para el mal recurriendo a una astucia que es preciso poner de manifiesto: Se niega la existencia del mundo real como si hubiera quedado aplastado por el mundo social. El derecho positivo, producto de la aplicación de la razón en el mundo social caracterizado por su manifestación física, hace innecesaria, en ese mundo social al que hemos reducido la existencia humana para reducir al hombre y poder dominarle con más facilidad, la consideración del mundo espiritual y de sus valores. La moral ya no es una norma porque el mundo real del que emanaba ha desaparecido.

Mario Rodríguez Guerras

Español, economista. Ha publicado diversos artículos en revistas digitales. Parte para sus escritos de una teoría del arte fundada en principios racionales que es capaz de explicar toda la historia del arte como una evolución predeterminada del pensamiento que genera las formas artísticas.

Comentarios