Agua de mar para la quieta orilla
y el duro roquedal. Ola y marea.
Luz que incida, celebre los relieves
y concluya las formas que a los ojos
perturben o complazcan. Aire
que roce el verde renacido
de aquellos pinos, aire que se nombre
como viento en confines imposibles.
Agua para limpiarte las heridas.
Luz que en tu memoria me conquiste.
Aire que tu cabello desordene.
Todo lo que incesante
se nazca y se repita
sin que muchos –acaso solo tú–
lo aguarden:
mi retrato.