Renato Salas Peña

Los ojos de Tiresias

Renato Salas Peña (Lima 1971). Se dedica a la Docencia universitaria. Ha publicado los poemarios: Desde El Colchón, Lima-Vitarte y Corsé.

Fundó el grupo cultural Cultivo-Arte.

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Soy el hombre más feliz del mundo

Rastreando a Henry Miller.

…"Aquí estamos solos y estamos muertos. Anoche Boris descubrió que tenía piojos. Tuve que afeitarle los sobacos". Tenía 18 años, mi mayoría de edad, cuando leí, de prestadito nomás, Trópico de cáncer, del descendiente de judíos nacido en Nueva York ya hace más de 125 años, y definitivamente, mi vida cambió, mis lecturas cambiaron, mi yo se millerianizó.

 

Henry Miller nunca estudió legalmente, ese autodidactismo supongo que le brinda esa libertad que a nosotros se nos es negada en la escuela y esa es la clave de su literatura: Miller siempre fue libre (si es que existe la libertad) él se acercó a lo más parecido.

 

Correteó por las calles de Primavera negra en el Distrito 14 de Brooklyn y se crió en estas y vagó en libertad así como todos los que provenimos de barrios en donde todas las señoras son tus tías y todos tus amigos guardan algo de hermandad. En la sastrería de su padre encontró sus primeras monedas que le sirvieron para sobrevivir y enamorar a su primera mujer de las cinco que llegará a tener, Beatrice Silvas madre de su única hija, luego seguiría la mítica June, para luego, ya con la calma aburrida que da el dinero comparta sus días con Janina, Eve e Hiroko.

 

Miller decide hacerse escritor (aunque siempre lo fue) claro, primero trabajó, como todos: “El hecho de tener una mujer y una hija a quienes mantener no era lo que más me preocupaba…lo que me irritaba era que me hubiesen rechazado a mí, a Henry V Miller, a un individuo competente, superior, que había solicitado el empleo más humilde del mundo”, a golpe de la treintena de años decide patear el tablero y huye de la casa familiar con rumbo a París en donde logra sobrevivir los primeros años ayunando y boceteando lo que será su primer Trópico que verá un poco de luz cuando él ya contaba con casi 44 años.

 

Irreverente, procaz, arrecho, porno, sórdido, culto, tierno, aberrante, divertido, burdo, autobiográfico, vividor, ciclista, burlón, sensual, provocador, amigo, bebedor, experimentador, putañero, romántico, beat, hippie, punk, vetado, cachoso, progre, underground, existencialista, vital y otra vez irreverente, y así multiplicado a la n potencia es Miller.

 

Tras su relación de amistad-sexo con Anais Nin alcanza sus primeras publicaciones que lo llevan en el 39 a publicar Trópico de capricornio, y con la censura aun encima (sus Trópicos se leían con la portada del libro de Bronte, Jane Eyre), retorna a Estados Unidos, más exactamente, a la cálida California: Big Sur donde será esparcido en cenizas a punto de cumplir los 90 años.

 

Antes de dejar Francia realiza uno de sus viajes más emblemáticos al lado de su amigo Lawrence Durrel que se transformará en El coloso de Marussi, para muchos la mejor obra de Miller en donde desenmascara esa decadente sociedad americana a contrapar de la aun pureza que envuelve la tierra y la amistad.

 

La cantidad de libros publicados en los restantes 40 años es alarmante y “excesiva” diría yo. La vitalidad de Miller se mantiene mientras él se mantiene en los bordes, en los extramuros de Montparnasse y juguetea con el hambre, los mendigos, las putas, la pobreza, la infidelidad esos verdaderos crucificados que aparecerán en Sexus, Nexus y Plexus a su lado son los que acompañan a este Lazarillo yanqui: protagonista de su propia historia, antihéroe pícaro de mediados del siglo pasado que en arrebatos filosóficos de existencia se alejaba de ese espíritu castrante que impone la religión y a ritmo de Whitman, pero en prosa, nos brinda un paseo por lo que nos hubiera gustado hacer y ser; pero que sin embargo, nuestra cobardía y complacencia nos hace vetarlo, prohibirlo, o para levantarnos la moral, dejarlo para más tarde.

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