Jesús Adrián Escudero es profesor de Filosofía Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y director del Grupo de Estudios Heideggerianos. También ha sido investigador de la Fundación Humboldt, profesor invitado en prestigiosas universidades europeas y americanas. Asimismo ha editado y traducido al castellano diferentes obras del filósofo alemán Martin Heidegger. Entre sus publicaciones más recientes destacamos El lenguaje de Heidegger (2009) y Heidegger y la genealogía de la pregunta por el ser (2010).
P: En tu última publicación, Guía de lectura de Ser y Tiempo, escribes que “a diferencia del ámbito anglosajón, donde proliferan los comentarios y las introducciones a Ser y tiempo, en el mundo hispanohablante se carece de una exposición, un análisis y un comentario detallado” ¿Qué diferencia hay en la manera de acceder a la obra de Heidegger en uno u otro contexto?
R: El mundo anglosajón concibe y accede a la filosofía, a su historia y a sus protagonistas de una manera diferente. Esta se caracteriza por una orientación preferentemente pragmática, un estilo gobernado por la aplicabilidad y una metodología dirigida a la resolución de problemas concretos. Eso explica, por ejemplo, la proliferación de guías de lecturas, de comentarios introductorios a obras fundamentales del pensamiento –tales como la Física de Aristóteles, la Fenomenología del espíritu de Hegel, la Crítica de la razón pura de Kant, las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein o Ser y tiempo de Heidegger. Se trata de guías con un marcado carácter introductorio, dirigidas a un amplio espectro de estudiantes y personas interesadas en lograr un primer acceso a este tipo de obras, capaces de explicar con claridad sus dificultades conceptuales, entresijos temáticos y problemas metodológicos.
El mundo hispanohablante, en cambio, tiende a tener una visión más historicista, erudita y filológica de la filosofía. Aquí no se ha realizado el esfuerzo didáctico de hacer accesible este tipo de obras a un público más amplio y, sobre todo, de conectarlas con problemas filosóficos contemporáneos. Todavía cuesta sacar a los filósofos de las aulas académicas y del mundo de los especialistas. Por fortuna, esta tendencia se está empezando invertir. En la era de la globalización, de congresos internacionales, de proyectos de investigación interdisciplinarios y de los intercambios académicos entre estudiante de los cinco continentes nos encontramos ante un nuevo panorama y una nueva forma de practicar la filosofía que rebasa la división entre filosofía analítica y filosofía continental, entre filosofía académica y filosofía sin más.
Desde esta perspectiva, se entiende mejor la proliferación de guías de lectura, de introducciones, de companions que copan las listas de ventas de editoriales anglosajonas de prestigio. No sólo se busca posibilitar un acceso a autores y textos clásicos de la historia de la filosofía, sino que también se intentan conectar con problemas filosóficos contemporáneos –tales como la globalización, la bioética, la ecología, la tecnología, el comunitarismo, la diversidad, los derechos de las minorías y la crisis del Estado, por citar algunos ejemplos.
P: Escribes: “Ser y tiempo no elabora una teoría filosófica entre otras, sino que afronta el reto de pensar a fondo la crisis en que se halla la filosofía” ¿se llega a resolver esta crisis o es que precisamente la filosofía no es más que pensar la crisis?
R: Esta es una buena pregunta. La filosofía, como nos enseñó Sócrates, no resuelve problemas, no ofrece soluciones concretas. Eso es un asunto que concierne más a las ciencias que a la filosofía. La filosofía tiene una función más modesta, aunque también más inquietante: como la de plantear preguntas, interrogarse por las inconsistencias, mostrar los prejuicios que nublan nuestro juicio, buscar vías de emancipación y, en última instancia, intentar comprender nuestra situación actual. Así pues, la filosofía no hace otra cosa que pensar la crisis en la que permanente estamos.
No olvidemos que nuestra palabra “crisis” viene del griego “κρίσις”, que significa “separación”, “distinción”, “elección”, “discernimiento”, “disputa”, “decisión”, “juicio”, “resolución”, “sentencia”. La actividad filosófica es una actividad que distingue todos los aspectos de un problema, que separa lo falso de lo verdadero, que interpreta la situación hermenéutica en la que nos encontramos. En principio, esta palabra no tiene un sentido negativo. La crisis irrumpe en el momento en que la rutina ha dejado de servirnos como guía y necesitamos optar por un camino y renunciar a otro. Heidegger gustaba recordar en sus lecciones que vivir filosóficamente equivale a vivir de manera arriesgada, pensar contra de los modismos académicos, rebelarse contra las falsas apariencias, ir al fondo de la cuestiones. Una sociedad como la contemporánea, sumida en el tedio existencial a pesar de disponer de una oferta de ocio prácticamente infinita, es una sociedad en crisis. La filosofía nos ayuda a pensar en el alcance de esta crisis. El tiempo de la crisis es el de la decisión, la inteligencia y la valentía. Desde las instituciones nos intentan convencer de que no hay alternativa a la reducción de salarios, a la gradual pérdida de derechos sociales, al desmantelamiento de la sanidad y la educación públicas; en fin, de que no vale la pena pensar ni intentar cambiar las cosas. Pero ambas cosas son necesarias en el momento actual, porque este es un tiempo de crisis.
P: Escribes: “En Ser y tiempo, nos encontramos con el Dasein como protagonista de una trama que se estructura en tres actos” Parecido a los recursos como los de A. Nehamas con su lectura de Nietzsche ¿Se podría leer Ser y tiempo como literatura?
R: Evidentemente, Ser y tiempo es un tratado filosófico riguroso, que replantea una de las preguntas centrales de la historia de la metafísica: la pregunta por el sentido del ser. Ahora bien, lo hace de una manera tremendamente novedosa. Ya no se trata de mostrar que el ser es el primer principio, la causa última y el fundamento de todo lo que existe. La historia de la filosofía occidental se caracteriza por la búsqueda de un primer principio: Platón creyó encontrarlo en las ideas, Tomás de Aquino en Dios, Descartes en el “yo pienso”, Hegel en el espíritu absoluto y Nietzsche en la voluntad de poder. Para Heidegger, en cambio, el ser es un horizonte de sentido, un espacio de inteligibilidad previamente dado. El ser humano o el Dasein ya siempre vive en ese horizonte. Ser y tiempo trata de mostrar cómo el Dasein expresa una comprensión del ser en las diferentes modalidades de ocuparse de su mundo, de relacionarse con los demás y de inquietarse por su propia existencia.
Utilizando un símil de las novelas alemanas de formación (Bildungsroman) podríamos decir que la existencia del Dasein pasa por tres actos fundamentales: en el primer acto encontramos a un Dasein perdido en el anonimato de las opiniones públicas y cómodamente instalado en las certezas de la vida cotidiana; en el segundo acto, aparece el Dasein sumido en la angustia, preso de la desorientación, sin capacidad de respuesta ante un mundo que ha dejado de tener sentido; en el tercer acto, el Dasein toma conciencia de su situación errática, asume su condición de arrojado y decide retomar las riendas de su existencia. En este contexto, me parece que la filosofía puede considerarse como una terapia que invita a desarrollar el programa de una formación humana (Humanitätsbildung), que, con diferentes acentos, defiende una educación estética, filosófica y literaria del ser humano. El filosofar genuino, no menos que la gran literatura de los clásicos, permite dar a la propia existencia una forma lograda, al igual que el artista imprime una forma bella a su obra de arte. La filosofía no sólo construye enormes edificios teóricos y es capaz de las más finas especulaciones; también aporta un conjunto de enseñanzas sobre la vida en forma de un saber sapiencial que invita a la transformación de esta: de la ignorancia a la sabiduría, del pecado a la salvación, de la opinión a la verdad, de la impropiedad a la propiedad. En este caso, la filosofía va de la mano de una forma de vida, de una comprensión práctica de la realidad humana que implicar cierta sabiduría vital y cierto cuidado por uno mismo.
P: A propósito de la anterior pregunta (si no se ha resuelto ya) ¿Qué comprende Heidegger por poesía, es decir, es lo mismo la poesía del siglo XX en la que se fija Heidegger que la del XXI?
R: El arte y, muy especialmente, la poesía juegan un papel central en la filosofía madura de Heidegger. Una filosofía que intenta pensar -sin conceptos- el acontecimiento anónimo del ser, el hecho de que vivimos en el ser, en la experiencia de que hay ser. El ámbito del arte permite una manifestación inmediata del ser, previa a cualquier determinación conceptual. La lógica y la estética o, si se prefiere utilizar la terminología clásica, el entendimiento y la sensibilidad, lo ideal y lo real, remiten en última instancia a la subjetividad. Heidegger critica precisamente la subjetivización del arte. La razón junto con la lógica se constituyen pre-racionalmente, lo que para Heidegger significa: en el ámbito previo de manifestación del ser mismo. Y, a juicio de Heidegger, ese ámbito sólo se hace manifiesto como arte, sin contar con los conceptos y las categorías ya establecidos. Se trata del origen del arte. Toda oposición, toda determinación tiene y encuentra su origen en la obra de arte misma y no fuera de ella.
La verdad del arte y, por tanto, la del ser ya no se manifiesta desde una realidad desconocida o de un mundo metafísico, sino que remite exclusivamente a su propio manifestarse y nada más. El arte ya no se define en términos de gusto, placer y belleza. Arte y ser simplemente acontecen. Se trata de un acontecimiento que se manifiesta en un doble juego donación y retracción, de un conflicto entre des-ocultamiento y ocultamiento. No nos hallamos antes dos momentos que se dan de manera sucesiva, sino simultánea: no hay des-ocultamiento sin que a la vez se esté operando un ocultamiento y a la inversa. El arte abre un mundo de significados pero a la vez oculta otros mundos. El arte es la ocasión en que ese conflicto se manifiesta. Nada más. El arte se constituye así en el medio para redescubrir las cosas. Heidegger nos obliga a pensar en esta dinámica en términos de poéticos. Pero poesía se entiende aquí en el sentido griego de poiesis, de “crear”, “traer delante”, de “dejar aparecer”. Un “traer delante”, empero, que emerge del mismo movimiento del ser y no de una decisión subjetiva. El origen no reside en la subjetividad del artista sino el ser mismo y en su peculiar dinámica temporal de des-ocultamiento y ocultamiento.
Así, por ejemplo, al final del conocido texto El origen de la obra de arte se afirma que “todo arte es en su esencia poema”. Esto no significa que todo arte sea poesía. Lo que Heidegger trata de mostrar es que el carácter original del arte es poético. El arte es poético no por el hecho de que utiliza palabras bellas, no porque elabore un discurso bello y especializado, sino por el simple hecho de decir. Y decir (logos) significa tanto como reunir, seleccionar, unir y separar. “Poético” rescata aquí el sentido ya mencionado de poiesis, esto es, de la producción, el de “traer delante” del no-ser al ser. El poema ocupa un lugar privilegiado porque en él se manifiesta el decir sin más. En el poema, las cosas no son substituidas por palabras, como ocurre en la ciencia y el lenguaje cotidiano, sino que las palabras aparecen como las propias cosas.
P: Se habla mucho de que Ser y Tiempo es un proyecto fallido ¿En dónde se resquebraja el primer y finalmente único volumen?
R: En efecto, algunos críticos consideran que el inacabamiento de Ser y tiempo es un fracaso. De ser así, no deja de constituir uno de los fracasos filosóficamente más relevantes y fecundos de la historia de la filosofía. El propio Heidegger consideró durante algún tiempo terminar la redacción de su obra magna. La segunda edición de 1929, la tercera de 1931 y la cuarta de 1935 todavía llevan el subtítulo “Primer parte”, sin duda, porque el filósofo tenía la intención de acabar la obra. Pero durante esos mismos años encontramos diferentes cartas dirigidas a Elisabeth Blochmann y, más tarde, a Hannah Arendt, en las que declara la necesidad de abandonar el proyecto filosófico iniciado con la publicación de Ser y tiempo.
Así pues, ¿por qué no se concluyó Ser y tiempo? Por una parte, tenemos las explicaciones ofrecidas por su autor y, por la otra, existen razones filosóficas que explican el conocido viraje (Kehre) de su pensamiento a principios de los años treinta. El mismo Heidegger cayó bien pronto en la cuenta de algunas de las aporías a que podía conducir Ser y tiempo, en particular los riesgos de acabar prisionero de un incómodo subjetivismo con respecto al papel del Dasein y la posibilidad de una lectura en clave existencialista y antropológica. Sin embargo, independientemente de la autointerpretación del propio autor, la razón del viraje se encuentra de alguna manera incubada en Ser y tiempo. El punto crítico se alcanza a la hora de abordar el problema de la finitud del Dasein, un problema que por la propia dinámica rebasa la analítica existenciaria. La cuestión de la procedencia del Dasein pone en entredicho que este pueda alumbrar la dimensión que precisamente lo posibilita y condiciona, a saber, el horizonte de comprensión ya siempre previamente abierto por el ser. ¿Cómo es posible tematizar el ser sin hacer del Dasein, aunque sea un ente privilegiado, el punto arquimédico y fundamento se absolutiza a sí mismo y posibilita toda apertura? Se plantea aquí el problema de la historicidad del Dasein. Poco a poco, Heidegger abandona la pretensión de ofrecer una explicación sistemática del sentido del ser en general a favor de un análisis retrospectivo de la historia de la metafísica, o lo que él mismo llama la ”historia del ser”. Pasamos así de la cuestión del sentido del ser a su experiencia a través de estados de ánimo fundamentales como el asombro, el espanto, la angustia y la serenidad.
P: A cerca del giro, Kehre, ¿se puede hablar de un primer Heidegger y un segundo Heidegger?
R: La clásica división de la filosofía heideggeriana en dos, incluso en tres etapas, desfigura el sentido mismo de la trayectoria de su pensamiento. Esta división resulta muy útil desde el punto de vista docente y muy atractivo para los manuales de historia de la filosofía. El peligro de reducir el primer Heidegger a Ser y tiempo al proyecto de una analítica existenciaria supone olvidar que esta obra se pensó como un proyecto filosófico del que la mencionada analítica era solo una parte. El planteamiento mismo de la pregunta por el sentido del ser va más allá de Ser y tiempo. La pregunta por el ser (Seinsfrage) es la pregunta fundamental (Grundfrage) en que se enmarca toda la obra heideggeriana.
La mistificada Kehre (“viraje”, “vuelta”, “giro”) debe entenderse más como una vuelta de tuerca que un cambio repentino de dirección que diera entrada a la poesía, a la crítica de la técnica, a la mística y al arte. Esa vuelta de tuerca ya está de alguna manera articulada en el desarrollo de Ser y tiempo. El cambio determinante consiste en el abandono de la perspectiva de la ontología fundamental en favor de la perspectiva ontohistórica, en el que la cuestión del ser se plantea de una manera mucho más originaria y radical. Por ello, quizá resulte más adecuado hablar de un Heidegger que no cesó de pensar la verdad del ser en su doble juego de ocultamiento y desocultamiento, de donación y retracción.