Fernando Alonso Barahona

Razones para el Siglo XXI

Fernando Alonso Barahona (Madrid, noviembre 1961). Abogado y escritor. Jurado de premios nacionales de literatura y teatro. Colaborador en numerosas revistas de cine y pensamiento así como en obras colectivas. Ha publicado 40 libros. Biografías de cine (Charlton Heston, John Wayne, Cecil B De Mille, Anthony Mann, Rafael Gil...) , ensayos (Antropología del cine, Historia del terror a través del cine, Políticamente incorrecto...) historia (Perón o el espíritu del pueblo, McCarthy o la historia ignorada del cine, La derecha del siglo XXI...), novela (La restauración, Círculo de mujeres, Retrato de ella...) poesía (El rapto de la diosa) y teatro (Tres poemas de mujer).

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Álvaro Pombo y Juan Pinzás: el juego de los mensajes invisibles

Escena de "El juego de los mensajes invisibles".

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Los mensajes invisibles simbolizan los juegos de la infancia, pero también la posibilidad de adivinar el pensamiento, de penetrar en el alma del amigo para comunicarse sin escritura.

“Soy un vigués de pro que ejerce de vigués porque lo siento. Nací y me crié en Vigo y aquí pasé mi adolescencia (...) Constantemente regreso a Vigo porque necesito el olor del mar”

 

Juan Pinzás.

 

En este mes de noviembre se estrena El vientre de Europa, la nueva propuesta creativa de uno de los cineastas más independientes y personales del cine español contemporáneo, Juan Pinzás. Es una buena oportunidad para descubrir su complejo universo fílmico y si lo combinamos con la revisión de otro de sus grandes trabajos, tan personal y a la vez tan diferente como El juego de los mensajes invisibles, tendremos un perfil exacto de este director de cine.

 

Basada en la novela El hijo adoptivo de Álvaro Pombo, El juego de los mensajes invisibles, cuenta la historia de dos escritores, una madre ya difunta y su hijo Pancho, de 70 años de edad, aislado en un pazo en Galicia, cercano al mar y atendido por una anciana y misteriosa criada. Irrumpe el pasado con la inesperada visita de un hombre que 20 años atrás había sido secretario de Pancho. Poco después, un niño, hijo de ese hombre, y la madre, una prostituta, se instalan en el pazo.

 

Álvaro Pombo, buen aficionado al cine, nace en Santander (1939), licenciado en Filosofía por la Universidad de Madrid y Bachelor or Art en Filosofía por el Birberk College de Londres. Residió en Inglaterra desde 1966 hasta 1977. Pombo reparte su interés entre la filosofía y la literatura. Poeta y novelista, Protocolos y Variaciones son sus obras poéticas más conocidas. Como narrador su estilo se inscribe en el realismo subjetivo. Entre sus obras destacan Relatos sobre la falta de sustancia, a la que siguieron El héroe de las mansardas de Mansard (1983), El hijo adoptivo, El parecido, Los delitos insignificantes, El metro de platino iridiado (1991), Telepena de Cecilia Villalobo y Donde las mujeres (1999).

 

Álvaro Pombo ingresó en la Real Academia de la Lengua Española el 20 de junio de 2004, ocupando el sillón j. Su discurso de ingreso en la Academia versó sobre el tema Verosimilitud y Verdad.

Juan Pinzás.



El hijo adoptivo se encuentra entre los mejores trabajos del escritor:

 

Pombo es un escritor poseído hasta la médula por el morbo de la invención, de la dicción, de la novela. El hijo adoptivo es casi tan estupenda novela como El héroe de las mansardas de Mansard. No es poco decir para quienes hayan leído ese libro irrepetible, esa rara avis.» (Julio Llamazares) «Un libro de desconcertante y sagaz originalidad, ajeno a cualquier tradición y renovador sin aspavientos, donde la densidad de sus significados se desarrolla dentro de un desparpajo narrativo dominado por el juego de la ironía... Alvaro Pombo es un escritor absolutamente insólito en nuestra narrativa.» (J. A. Masoliver Ródenas)

 

El juego de los mensajes invisibles supuso todo un reto para un director novel como Juan Pinzás y para una productora independiente como Atlántico Films. Y desde luego un empeño de muy superior envergadura industrial a su opera prima La gran comedia.

 

El cine literario ha sido desde los años 40 una de las principales fuentes de inspiración del cine español y –de hecho– algunos de sus grandes logros: El clavo, de Rafael Gil, El abuelo, de Jose Luis Garci, La colmena y Los santos inocentes, de Mario Camus, se inscriben en esta línea. En los últimos tiempos, el éxito de series de TV como Los gozos y las sombras, La barraca y Cañas y barro habían puesto en primera línea las adaptaciones de novelas realistas, corales, con personajes poderosos de carne y hueso. Pinzás se fija en Rafael Gil, pero también en Luchino Visconti y se sumerge en la apasionante tarea de extraer una aventura fílmica de lo que es un relato introspectivo y de una gran densidad literaria.

 

La película está dedicada a Antonio Ferrandis, el inolvidable protagonista de Volver a empezar de José Luis Garci y la serie Verano Azul, estaba delicado de salud cuando aceptó participar en el proyecto. A los pocos días de concluir la filmación fue intervenido a corazón abierto. De hecho no volvió a trabajar en el cine y llegó a calificar su trabajo en esta película como su “testamento cinematográfico” (Ya, 9 abril 1992). Ferrandis murió en el año 2000 a los 79 años.

 

La historia –en cuyo guión interviene el propio novelista- juega con el pasado y el presente, con la literatura y la vida, con los fantasmas de la imaginación y de la propia existencia. Pancho es un viejo escritor, homosexual, anclado en sus pesadillas, en los errores cometidos a lo largo de su vida y con una adoración casi fantasmagórica a su madre muerta. Secretos insondables surcan la vida de este hombre que vive sólo en su pazo con una extraña criada y cuyo único amigo es un cura rural (magnífico Raul Fraire, un habitual de las películas de Pinzás) tan raro como el resto de los escenarios.

 

El cura de pueblo va a poblar la iconografía de la obra de Pinzás (Dogma incluido). En El juego de los mensajes invisibles es un personaje racional y agradable, pero poco a poco va delatando un oscuro pacto con Eusebio Poncela y tal vez un malvado plan para destruir al que era su amigo. Sin duda es uno de los tipos más complejos de la historia.

 

Claro que Pancho también habla con un fantasma encarnado por un irónico José Luis Lopez Vazquez. Sus conversaciones sobre lo divino y lo humano son el contrapunto de comedia a la tristeza que envuelve la vida de Pancho. En un momento de especial fortuna, el fantasma se queja del conflicto entre vida terrenal y su condición de fantasma... y es que a veces los vivos no dejan en paz a los muertos. Pero el espectro es amigo y no duda en intentar advertir a Pancho de la conspiración de que va a ser objeto. ¿Pueden los muertos comunicar con los vivos?, ¿no es acaso una prolongación del juego de los mensajes invisibles? El duelo actoral entre los dos veteranos, López Vázquez y Ferrandis, resulta espléndido.

 

En otro momento inquietante el escritor atiende una llamada de teléfono y en el otro lado se escucha la voz de su madre muerta, una comunicación de ultratumba en un escenario mágico donde todo puede llegar a ser posible. ¿O tal vez es tan solo un producto de su imaginación?

Álvaro Pombo.



La llegada al pazo del antiguo secretario del escritor (inquietante y perverso Eusebio Poncela) remueve los fantasmas interiores y exteriores. La película ha empezado de forma muy severa con un niño (el hijo de los personajes de Eusebio Poncela y María Barranco) descubriendo en la habitación de sus padres una escena de sexo entre sus progenitores y una tercera persona, un hombre desconocido. Después descubrimos que  la mujer del ex secretario es también una prostituta en un local de alterne, algo que al marido ni le importa ni parece preocuparle. Pero cuando los tres desembarcan en el pazo y tratan de poseer física y espiritualmente al pobre anciano, las brumas del pasado y los fantasmas del futuro se ciernen cual negras sombras sobre todos los personajes.

 

La relación entre Ferrandis y Poncela es uno de los elementos fuertes de la historia. El viejo escritor, que tiene hechuras de los personajes de Buñuel (Tristana) también posee una cierta inspiración del viejo aristócrata enfermo que encarnara Burt Lancaster en Confidencias de Luchino Visconti (1974). Y desde luego, el personaje de Eusebio Poncela evoca la dulce y refinada perversidad de Helmut Berger, uno de los actores –fetiche de Visconti-. El joven está apoderándose poco a poco de la personalidad del anciano, no lo pudo hacer cuando trabajaba como secretario suyo, pero ahora ha vuelto para rematar su trabajo. La ambigüedad sexual, la provocación de la mirada del recién llegado que demuestra no tener límites a su ambición.

 

Eusebio Poncela es un experto en este tipo de papeles, recordemos sus interpretaciones en El beso del sueño de Rafael Moreno Alba, La ley del deseo de Pedro Almodóvar o Werther de Pilar Miró, amen de su presencia en Arrebato y las popularidad obtenida gracias a la miniserie Los gozos y las sombras.

 

Juan Pinzás logra escenas de gran belleza plástica como los paseos por el mar entre  el viejo y el niño, ese pequeño que parece despertar la ternura en el anciano pero que a la vez es el instrumento que sus padres han ideado para penetrar en el mundo del escritor a punto de derrumbarse.

 

Los diálogos entre el cura y el viejo están filmados de forma brillante, y cuando don Pancho se percata de que quien él creía su amigo puede estar de acuerdo con la conspiración de su antiguo secretario musita de forma dramática: “usted y yo nunca debimos hablar de otra cosa que no fuera de Dios". El colofón de este sentimiento es la turbia secuencia en la que Eusebio Poncela besa de forma morbosa la mano del cura y sus ojos se cruzan en una mirada tremenda.

 

Los mensajes invisibles simbolizan los juegos de la infancia, pero también la posibilidad de adivinar el pensamiento, de penetrar en el alma del amigo para comunicarse sin escritura. La espléndida música de Juan Sueiro y el gran trabajo de todos los actores dota a la película de un elevado tono dramático. Un gran trabajo de un cineasta insobornable: Juan Pinzás.