Lucas Benet

Acontecimiento y Verdad

Alain Badiou tiene una consideración de los únicos cuatro acontecimientos que son verdaderos. El amor, la ciencia, el arte y la política son el único marco de posibilidad en que ocurren acontecimientos. El saber sólo puede ser simbolizado, sino no cuenta como tal. Para Badiou estos cuatro acontecimientos son el embudo del saber. De lo que tratará este blog será de los acontecimientos verdaderos (desde mis más modestas fuerzas) que acontezcan y su actualidad en el panorama de la cultura humana y mundial. 

 

Lucas Benet (Madrid, 1991) es posgraduado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid. Sus intereses están en el ensayo, el relato y la estampa literaria. Es cinéfilo desde una temprana edad y aprendiz de diversas técnicas artísticas como son el grabado y la escultura. Actualmente investiga sobre la performatividad (el acto de decir transformando o asentando una realidad) y sobre la posible combinación del pensamiento fenomenológico (Husserl y otros) con la Teoría de Sistemas de Ludvig Von Bertalanffy.

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La dividida sociedad europea y su actividad transatlántica

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El brexit, el TTIP y la sociedad abierta de libre comercio entre multinacionales son los enemigos actuales de una sana y cuidadosa clarificación de la inquietante y oscura situación europea que vivimos durante estos tiempos cosificados.

 

La salida de Gran Bretaña de la Unión Europea genera incertidumbre en este momento sobre todo teniendo en cuenta los tratados de comercio e inversiones. Y esta es una oportunidad para reconfigurar nuestras expectativas desde una izquierda mejor organizada y más inclusiva.

 

Se antepone los derechos de las empresas y las multinacionales a los derechos humanos

Desde el punto de vista estratégico, el brexit se ha producido con la intención de acelerar los procesos de negociación para los tratados trasatlánticos de libre comercio dentro del modelo anglosajón neoliberal. Las negociaciones están basadas en tres pilares: acceso al mercado, cooperación reguladora y nuevas leyes. Estas nuevas leyes pueden afectar negativamente en las políticas desarrollistas que hay para el tercer mundo.

 

La nueva legislación supone compartir valores comunes entre la Unión Europea y los Estados Unidos, unos valores de los que no todas las naciones pueden beneficiarse. Y estas naciones vienen a ser los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) por no adecuarse exactamente a la dinámica derrochadora organizada por Washington y Bruselas. La inadecuación resulta ser una diferencia en cuanto a "barreras" de economías localizadas como son la industria doméstica, tecnologías intermedias, economías racimo y la desfloración de la propiedad intelectual. Esto no sólo anula posibles acciones desde las pymes, las pequeñas industrias o la economía ecológica, también supone una negación de la esencia del ser europeo: la participación egalitaria de la ciudadanía para la toma de decisiones políticas. En última instancia resulta este posible acuerdo en un distanciamiento acrecentado entre el Estado y las decisiones económicas a menor escala o a escala local (donde hay alta participación de los ciudadanos). Deviene así en una negociación entre la UE y los EE.UU. que antepone los derechos de las empresas y las multinacionales a los derechos humanos y la actual legislación medioambiental.

 

 

Por suerte, un nubarrón se ha cernido sobre las negociaciones del TTIP debido al brexit, pero los activistas no deberían contentarse tan pronto puesto que si sale a flote el acuerdo trasatlántico, deberíamos todos preocuparnos por el futuro de los productos con denominación de origen consumidos dentro de la Unión Europea y de los derechos de los trabajadores. Y tememos que así sea: el brexit no sería más que una aceleración del acuerdo. Esto se debe a la sospecha de que el momento post-brexit está aunando fuerzas para la consecución de un único fin: la liberalización del mercado europeo más allá de sus fronteras, lo que supone una desregulación de las condiciones de trabajo (menos respaldo para el trabajador) y menos impuestos a las multinacionales (más libertad para la injusta laissez-faire de la dinámica expansionista neoliberal)

 

Pero, ¿por qué del brexit al TTIP?

 

El brexit supone una división de los buenos europeos y una degradación aún más profunda del proyecto unitario europeo de valores ingenuos pero anti-autoritarios. El Reino Unido era uno de los más fuertes aliados a favor del TTIP, así que podemos asegurar que el tratado recibió un duro golpe al separarse el país de la UE.

 

El brexit despedazó los valores espirituales entre británicos y el resto de Europa el pasado 23 de junio, y ahora no sólo se propone cortar lazos con Bruselas, sino también dejar que la legislación estadounidense divida aún más la normativa vigente respecto al consumo de productos con denominación de origen (lo que provoca una des-localización del producto y el consiguiente desorden ecológico --ahora globalizado-- del territorio por el que pasa) dentro de Europa, pérdida de derechos laborales de los europeos y su desposesión de servicios públicos. Un paso que daría mucho más poder a las multinacionales estadounidenses y sustituiría la muy cultivada libertad racional europea por la abusiva racionalidad del libre mercado.

 

Así que, lo mejor es tratar de recuperar más soberanía alimentaria por parte de Europa y de educar a nuestros gobernantes en que ya no vivimos en la era del "capitalismo victorioso" del siglo XIX, sino en el XXI, con sus limitaciones y virtudes. Debemos decirles que este mundo es finito, que no todos cabremos en él y que hay que obstaculizar tratados con los que sólo se legitiman intereses privados por encima del mundo democrático que los sostiene, perforando en sus entrañas constituyentes y haciendo del planeta un lugar más dividido y feroz.

 

 

Ahora el peso del TTIP recae sobre los activistas y trabajadores británicos, quienes deben vislumbrar un futuro con más derechos de los que se prevé en caso de que triunfe el acuerdo. Porque serían ellos, ahora que están en el post-brexit, los que sufrirían las consecuencias de un posible acuerdo entre Barack Obama y Theresa May (aún más conservadora que Cameron). Y no sería un TTIP usual, sería el más tóxico de los que podría haber entre EE.UU. y sus partidarios europeos porque hablaríamos de un acuerdo únicamente para los dos países y con sólo la oportunidad de expandirse dentro de sus territorios (¿con la posibilidad de fracking?).

 

Pero no perdamos la esperanza ante la angustia, pensarán los activistas: podría haber oportunidad para tumbar el malherido acuerdo en caso de que siga habiendo protestas y manifestaciones en contra de la abusiva dinámica neoliberal anglosajona (cosa que haría sensibilizar a las multinacionales, o eso esperamos).

 

Cuidemos del entorno y de los Otros que también quieran compartir la racionalidad europea y hagamos de la vivencia sobrecargada de negocio una oportunidad para el ocio y la virtud localizada en el sujeto arraigado y humilde. Pero esto no es sólo recomendable para el proletariado (que es una mínima parte de la población trabajadora) sino una oportunidad para concienciar a las élites lo que su codicia es infinita hasta que se tope con los límites biofísicos del entorno; el planeta ya no soportará por mucho más tiempo el neoliberalismo. Se ha de tratar de buscar soluciones con las que el socialismo sea amigo de movimientos concienciadores y agitadores que promuevan el amor sistémico. Y no estoy hablando de la hipócrita eco-fatiga que se lleva hoy en día entre los liberales de izquierda: hablo de darle al sujeto neoliberal la oportunidad de acontecer verdaderamente y de manera inflexiva, siendo testigo de una Nada que se llene instantáneamente de significatividad inter-subjetiva por un amor holístico-sistémico por su región planetaria.

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